Tienen bases operativas por toda la ciudad

Un trabajo al límite entre sirenas, alta velocidad y mucha adrenalina

Las ambulancias de la Red de Traslados no paran nunca. Cubren desde urgencias hasta turnos programados y viajes sanitarios. Detalles de una labor que es poco conocida
domingo 20 de agosto de 2023 | 6:05hs.
Un trabajo al límite entre sirenas, alta velocidad y mucha adrenalina
Un trabajo al límite entre sirenas, alta velocidad y mucha adrenalina

Es viernes y hace dos horas ya es de noche en la ciudad. Mientras la gran mayoría se prepara para salir, mirar una película o simplemente descansar en la entrada al fin de semana, las guardias de los hospitales Pediátrico, Neonatal y Madariaga son un ir y venir de personas entre los que están médicos y enfermeros, pacientes y sus familiares.

Un sector de ese enorme Parque de la Salud en la capital misionera, en el viejo hospital y frente a la antigua Maternidad, es ahora ocupado por ambulancias de la Red de Traslados del Ministerio de Salud Pública. Hay tres vehículos por turnos de ocho horas cada uno y cada móvil está integrado por un equipo de dos: chofer y enfermera. Así es todo el día, todos los días, todo el año.

Ese “búnker” como lo denominan los trabajadores es uno de los que tiene la Red en la ciudad, distribuidos estratégicamente para tener cubierta toda la capital misionera y parte de Garupá ante una eventualidad. Las otras postas están en el Hospital Favaloro de Villa Cabello, el de Fátima, la base Quaranta al lado del Baliña, San Isidro, A-4 y el barrio Néstor Kirchner.

El Territorio acompañó a uno de esos equipos para contar desde adentro como es el trabajo que hacen.

Patricia Nielsen (40) y Mauricio Gasc (38) forman el dúo que se mueve en el móvil 618, uno de los 200 que la Red tiene en toda la provincia. Trabajan hace algunos años arriba de la ambulancia aunque hoy reconocen que ya no se imaginan haciendo otra cosa. La adrenalina que los mueve cada jornada los condujo a amar más su profesión. Se desempeñan en coordinación con la Línea 911 y la mesa operativa de la Línea 107 y a la espera de un llamado ella se confesó. Fue, justamente, una urgencia lo que la llevó a estudiar enfermería. Antes estuvo en el área de admisión del Hospital Baliña y la llegada de una mujer con su bebé sin signos vitales en brazos la impactó. Ese fue el click para formarse y así comenzó a tomar forma el sueño de estar en una ambulancia.

Conducir rápido y bien en medio de la ciudad, el desafío diario de Mauricio. Foto: Joaquín Galiano

“El trabajo es muy lindo porque es el granito de arena que podés aportar para salvarle la vida a alguien, pero también es el más castigado porque uno llega en el peor momento. Si se muere la persona te echan la culpa y uno tiene que entenderle a ese familiar del fallecido que se agarra toda la bronca con vos. Uno como enfermero entiende ese momento de dolor, porque a veces se le puede salvar la vida a alguien y otras veces no. Las primeras bajas te chocan y después vas tomando fuerza. Cuando llegas y le salvaste la vida a alguien es una satisfacción que te recarga de energía”, contó Patricia que con su compañero cubren principalmente la zona centro de Posadas.

Accidentes de tránsito, crisis de hipertensión y suicidios es lo que más toca atender. Pero también hacen traslados programados a pacientes en tratamiento por diversas patologías, viajes sanitarios y además dan cobertura sanitaria en eventos artísticos o deportivos.

“Los picos de atención generalmente se dan los fines de semana con los siniestros viales, pero la hora pico del mediodía entre semana también hay mucha demanda. Muchos accidentes de motos con autos o colectivos o motos con motos”, dijo y contó sobre cómo son esos primeros momentos de atención, donde la angustia prima “cuando llegamos a un caso nos presentamos, decimos ‘soy Patricia, voy a ser tu enfermera. Te voy a ayudar, tranquilizate’. Se le habla al paciente y al familiar, que a veces es más complicado de tratar que el paciente, más cuando son pediátricos porque los padres están en shock”.

Cuello ortopédico, tabla para inmovilizar, férulas, oxígeno y monitor de monitoreo del paciente son parte de los insumos en la cabina de la ambulancia. Adentro de ese cubículo se pierde toda noción de tiempo y espacio. Por eso el acompañamiento de la enfermera es clave mientras suena la sirena del móvil como una orquesta iracunda.

Prepararse para todo
Pasaron algunos minutos de las 21 y el sonido del celular interrumpe la charla. “Es el 911”, dice Mauricio y ambos se preparan para ir hasta la casa de un adulto mayor que, le anticipó la operadora, está con fiebre y malestar general tras una cirugía. Ella agarra el maletín y suben al móvil con las luces verdes encendidas. Entre la llamada y el arribo al domicilio no pasan más de cinco minutos.

“Es un trabajo donde hay que estar preparado para que pase cualquier cosa. Empezás de una manera y terminás de otra”, comentó Patricia tras salir de la casa. Se firman los papeles de rigor que dejan constancia de la atención brindada y vuelven al búnker del Parque de la Salud. En este caso el hombre no necesitó traslado más que los cuidados e indicaciones brindados por la profesional.

“El Parque de la Salud es un centro de trauma, si hay una fractura expuesta o un siniestro grave viene acá porque están todos los especialistas las 24 horas. Si tiene unas excoriaciones y golpes, depende de la zona en la que estás, le llevas al Favaloro, Fátima o Itaembé Guazú. Eso lo determina la enfermera en base a la evaluación que hace del paciente”, explicó la trabajadora de la salud sobre cómo se deciden los traslados. También destacó el beneficio de las motoambulancias, que desde que empezaron a funcionar descomprimieron la atención y resuelven los casos que no revisten mayor complejidad.

Lo insólito
Aunque parezca insólito, no todos los pacientes acceden a ser atendidos y trasladados. En esos casos se le hace firmar una planilla donde queda registrado que la persona se negó a la asistencia.

“Nosotros no podemos obligar a nadie a recibir atención. Me acuerdo de una paciente que se llamaba Cristina que estuvimos media hora pidiéndole que suba al móvil para venir al hospital, pero ella no quería y no se le puede obligar al paciente. Esa mujer estaba al borde de un infarto, con todos los síntomas, sudorosa, pálida, saturaba mal, no caminaba. Cuando accedió a ir le dio el infarto y no se salvó”. Las anécdotas se repiten por miles. Una tras otra. Pero lo que más le impacta es la falta de respeto y empatía por el otro.

“A veces nos pasa que llegamos acá, a la entrada de emergencias del hospital y está tapada por autos estacionados que no respetan que esa es una zona para ambulancias”, dijo y agregó otra situación que comenzó a darse cada vez con más frecuencia: “¿Sabés cuántas veces nos robaron? Vamos a socorrer una emergencia y nos roban todo. Nos pasó hace poco frente al Sanatorio Boratti que bajamos al paciente y cuando volvimos habían robado. Y uno no puede dejar al paciente. A veces también nos metemos a barrios donde te tiran piedras”.

A pesar de todo “yo no cambiaría mi trabajo por nada, pero se maneja mucho estrés. Sin embargo, siempre hay que atender de la mejor manera. Aunque que vos estés estresada o tengas un mal día, el paciente no tiene la culpa. Hay que tener empatía y ponerse en el lugar del otro. Porque la persona que te llama es porque está pasando un mal momento, está enfermo. No le podés tratar mal. A veces cuesta porque uno trata de dar lo mejor en el peor momento”, finalizó.

 

Un llamado en medio de la soledad

Entre las decenas de llamados que atienden a diario hay muchos casos que no requieren atención médica ni tienen criterio clínico de traslado hacia un centro de salud. “Pasa mucho con los adultos mayores, se ve mucha gente sola que cuando vamos a verlos y les preguntamos por qué llamaron, en qué podemos ayudar, te dicen que querían ver y hablar con alguien porque viven solos”, contaron.

“Aunque no parezca hay mucha gente grande en Posadas, hace tiempo nos tocó atender a una señora de 110 años. Eso también es algo bastante común, la soledad y la gente que solo quiere charlar y si bien son casos en que no necesitan asistencia, igual vamos porque uno no sabe con qué se va a encontrar hasta que llega al lugar”, dijeron. “Lamentablemente si nadie los controla los adultos no toman agua, no dicen si tienen frío o calor y eso es peligroso para su salud”, indicaron.

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