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Guido Nizzoli, el ingeniero agrónomo y cofundador de la fábrica de pulpa El Mortero, contó el proceso que se realiza en la planta de elaboración desde que llegan las frutas en cajones hasta que se va en forma de pulpa o cubitos congelados.
De acuerdo a lo que relató a El Territorio, las frutas se cultivan en las chacras propias o bien se compran a productores locales, de Corrientes y también de Buenos Aires.
Es así que las frutas llegan, se limpian, pasan por la cepilladora, después van a una batea donde se desinfecta. Seguidamente, se deja secar y luego, dependiendo la fruta, va directamente a la despulpadora o se procesa a mano. El maracuyá, por ejemplo, es una de las frutas que se trabaja con el procesamiento manual.
Una vez finalizado todo ese proceso, se congela y va a una cámara de frío donde se almacena hasta su distribución.
“De todas las frutas se hacen pulpa para vender, de algunas también elaboramos cubitos, se congelan enteros, por ejemplo del mango, del ananá. Después otras van enteras, como la frutilla, frambuesa, zarzamora. Pero el 90% es pulpa”, explicó en ese sentido, Guido.
Para la gastronomía
Respecto de los usos que después se le da a estos congelados, comentó que hay una infinidad de utilidades en la gastronomía. Las más comunes tiene que ver con las heladerías, pero también la demanda pasa por las cervezas frutadas, pastelería, coctelería –“por eso se llevan muchos también a los boliches para los tragos”, dijo-, fábricas que hacen jugos y mermeladas. También se vende palta procesada y congelada que luego es utilizada, por ejemplo, para guacamole, entre tantos otros usos.
Asimismo, se refirió a los trabajadores de la fábrica y contó que el número es relativo, aunque han llegado a trabajar 23 personas en la elaboración. La particularidad es que son todas mujeres. “Las mujeres están más disponibles para trabajar, son muchas las que vienen a buscar trabajo y están siempre muy predispuestas. En la industria trabajan muy bien. Ellas hacen todo el proceso, menos cargar el camión”, manifestó Guido.
Detrás de la fábrica de El Mortero hay un vivero en el que se plantan diferentes especies de frutas. Luego, de allí, salen los plantines que se regala a los productores para que cultiven en sus propias chacras. Se genera así una gran cadena de empleo genuino.
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