En la era jesuítica y en los 70 y 80 se sembró y cultivó en Misiones

La plaga que decretó el fin de la incipiente cuenca algodonera

El picudo se detectó en 1993 y frenó a productores que optaron por algodón, porque su religión no les permitía manipular el tabaco. Resurgió en 2005 sin continuidad
domingo 09 de julio de 2023 | 6:05hs.
La plaga que decretó el fin de la incipiente cuenca algodonera
La plaga que decretó el fin de la incipiente cuenca algodonera

El picudo del algodonero, plaga cuarentenaria aún presente en la región, se interpuso en la delicada fibra textil de muy buena calidad que se producía en Misiones y que prometía competirles a las cuencas por excelencia del país. La recomendación de Senasa de destruir los rastrojos, para evitar la propagación del insecto que se alimenta de polen, truncó una actividad que se gestaba con signos de expansión.

Según el columnista de El Territorio, Alfredo Poenitz -especialista en historia regional misionera- uno de los pilares de la economía regional de fines del siglo XVIII fue la asociación de algodón y tejidos. De acuerdo a un informe del departamento San Miguel (integrado por los pueblos de San Juan, San Lorenzo, Santo Ángel, San Luis y San Nicolás), la actividad representaba el 35% de la producción económica de aquellos tiempos y era un producto esencial en la era jesuítica y post jesuítica, para la elaboración de hilos y lienzos.

Otra época de la que se tienen registros data de plantaciones en las décadas del 70 y 80 cuando aquellos minifundistas, varios de ellos adventistas, abandonaron el cultivo del tabaco por mandato religioso y se volcaron al algodón. Con vaivenes por el clima y el bajo precio que percibían por el producto, la actividad se mantuvo entrados los años 90. En junio de 1992, el gobernador Ramón Puerta declaró el estado de emergencia al cultivo del algodón, a raíz de copiosas lluvias en período de cosecha, lo que redujo considerablemente el rendimiento por hectárea. La Dirección General de Rentas (hoy ATM) suspendió hasta fin de ese año la retención por ingresos brutos a los productores primarios algodoneros de Misiones y les prorrogó los vencimientos de los impuestos automotor. Además, invitó al Banco provincia “a instrumentar medidas de apoyo a los productores agrícolas ganaderos”.

En aquellos años, ya había referencias sobre la existencia del picudo y las primeras trampas comenzaron a instalarse en la Argentina en 1985 en las provincias lindantes con el Brasil. Recién en 1993, la plaga es detectada en Puerto Iguazú y se propagó. La debacle se inicia a partir de la resolución 95 del 4 de junio de 1993 del Instituto Argentino de Sanidad y Calidad Vegetal, (hoy Senasa), “que declara al picudo plaga de la agricultura”, recordó el ingeniero agrónomo Pedro Méndez, director Regional del Senasa.

Méndez es voz autorizada para repasar los episodios que desembocaron en el camino de la erradicación de las plantas de algodón. “Yo entré al Senasa en 1997 por el Programa del picudo algodonero para hacer monitoreo con las trampas de feromonas”. “En ese momento ya no había algodón, porque el picudo se detectó por primera vez en la Argentina en Iguazú, en 1993”, confirmó. “En el mismo año se dio en Brasil y previamente en Paraguay se había detectado en 1991”.

Con ese instrumento, “se estableció un programa nacional de prevención, control y erradicación del picudo. Se monitoreaba y se hacía un seguimiento de la plaga”, agregó Méndez. El ingeniero ya sabía que “Misiones tenía una cultura de hacer algodón, sobre todo en la década del 70 y 80 se sembró en la provincia. Hasta que, con el ingreso del picudo, se recomendó no cultivar más para que no se propague la plaga y evite llegar a la zona aduanera clásica que es Chaco y Santiago del Estero”.

“La recomendación fue en 1996 y se deja de hacer algodón acá, pero con el transcurrir de los años, la plaga ingresa igual a las provincias productoras”, enfatizó.

Dos campañas

Nueve años después, resurgió la actividad a partir del impulso del ministerio del Agro misionero, que aportó ocho mil kilos de semillas, de la variedad guazuncho, mejorada y fiscalizada por el Inta. Tenían un poder germinativo cercano al 99% y la expectativa era aumentar a 400 hectáreas la producción.

“En esa zona había una cultura de hacer algodón por una cuestión religiosa. Los que no hacían tabaco, se dedicaban al algodón que era un cultivo que le dejaba un ingreso económico”, reafirmó Méndez.

“Se armó una cuenca algodonera, que involucró a alrededor de 150 productores en los municipios de Almafuerte, Arroyo del Medio, Dos Arroyos, Mojón Grande, Cerro Azul y hasta Alem, Continuábamos con los controles mediante un tubo mata picudos, que era más ecológico, sin aplicar fumigaciones para cortar el ciclo de la plaga”, amplió.

Fuentes del agro provincial refieren que, en 100 hectáreas cultivadas, se producían cerca de 100 toneladas que los comercializaban la Cooperativa Agrícola, Agropecuaria, y Algodonera Picada Unión y la Cooperativa de Transformación, Comercialización y Consumo Frutihortícola Alem limitada.

La fibra de aquel algodón era superior en calidad de largura, textura y sedosidad con relación al que se producía en Chaco. “La principal característica de aquellas plantas era que, en el cuarto o quinto nudo, se exhibían botones florales produciendo por planta, entre 40 a 50 capullos”, aportó Alfredo Comparín, técnico del ministerio del Agro de Misiones. “Fueron dos campañas, pero como no había desmotadoras en Misiones, se cosechaba y se enviaba a desmotar a Corrientes a empresas como la Tipoití y se hizo una pequeña red comercial”, dijo.

“La primera campaña fue bastante buena, aunque la extensión era pequeña. Sumando a todos los productores, no alcanzaban las 200 hectáreas. Los productores no tenían más de una hectárea. El algodón era de muy buena calidad porque la cosecha se hacía manual, además de las condiciones climáticas”, especificó el director del Senasa.

 

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