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Práctica significante y constitutiva del ser humano

Un abracadabra que abre las puertas al mundo

Silvana Cardozo, psicóloga e investigadora de las infancias, habló de la función central de jugar como modo de abrazar la cultura
domingo 16 de abril de 2023 | 6:05hs.
Un abracadabra que abre las puertas al mundo
Un abracadabra que abre las puertas al mundo

Jugar de verdad es otorgar sentido al mundo y entrar en su propio tiempo espacio, es habitar ese universo creado-imaginado y perderse en sus horizontes para encontrarse en el ejercicio pleno de la niñez.

La función del jugar, que muchas veces se piensa inherente a los niños, no es orgánica, aunque “sin juegos no hay infancias” y desde las primeras infancias se debe promover el jugar que se constituye “con un Otro”, señaló la psicóloga Silvana Cardozo, docente e investigadora a El Territorio.

Sin embargo, la práctica de jugar se va quedando muchas veces relegada, con adultos muy apurados, preocupados y conminados a ser productivos como para frenar y escuchar a los más pequeños y sentarse a fantasear con ellos.

Recuperar y legar estas experiencias lúdicas y de libertad para las infancias es fundamental si se piensa en la importancia del juego en estas etapas fundantes de la vida singular y social del ser humano.

Hoy, son cada vez más las voces que alertan sobre la automaticidad con que se atraviesan los días insertos en la vorágine de la sociedad de consumo y pantallas y acerca de la necesidad de restablecer la armonía y el encuentro volviendo al presente y a los lazos afectivos.

El pedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci, que dedicó su carrera a investigar a las infancias, dijo una vez que “el juego de los niños consiste en ‘perder el tiempo’, en perderse en el tiempo, para encontrarse con el mundo a través de una relación excitante, llena de misterio, de riesgo y aventura. Y el motor de esta acción es el más potente que conocemos los seres humanos: el placer. Por eso los niños y niñas, cuando juegan de verdad pueden olvidarse incluso de comer”.

En infinitivo y significativo
Al momento de acercarse a la noción de jugar, Cardozo expresó que, “si pensamos en un concepto de jugar, decimos que es el hilo conductor por el cual podemos abordar todo lo que implica la constitución subjetiva de los niños y niñas. No hay ninguna actividad del desarrollo, de la simbolización de las niñeces que no pase vertebralmente por el jugar”.

La especialista es directora del programa Infancias sin Etiquetas de la Facultad de Humanidades de la Unam, que desde 2011 viene promoviendo los derechos de los niños y adolescentes, llamando la atención sobre la medicalización y patologización de las infancias y brindando alternativas y espacios de debate y construcción de redes.

“Nosotros cuando pensamos en el jugar decimos que es una práctica significante, es una función que posibilita la estructuración del sujeto. Cuando nace esa criatura humana que necesita sí o sí la presencia de ‘este Otro’ (adulto) que pueda acompañar estos procesos de humanización, estos avatares en los procesos de constitución anímica”.

El mundo simbólico, el mundo del lenguaje, el mundo de la cultura se adquiere en la medida que el niño pueda jugar junto a otro, “en ese baño del lenguaje, en la medida en que los niños van siendo nombrados, siendo jugados, las niñeces se constituyen. Pero si no está este ‘Otro’ no va a ser posible esa constitución”, explicó y evidenció, “hoy, cuando tanto nos preocupa que haya niños y niñas con dificultades en el habla por ejemplo, la pregunta que debemos hacernos es si está este ‘Otro’ disponible para sostener, para albergar, para acompañar, mostrar el mundo al niño a través del jugar”.

La especialista diferenció el jugar del juego, “el jugar es esa función que posibilita que nos podamos constituir como sujetos, por eso decimos que es fundante y lo ponemos en infinitivo”, ya que tiene esta función de producción, de creación, invención, descubrimiento. Por otro lado, “el juego sí va a remitir a alguna actividad lúdica, algún producto, algún contenido que surja de esta acción de jugar, por eso es que hacemos esta diferencia entre jugar y el juego”.


Plantea que jugar no es algo natural de todos los niños, sino que se construye, ¿pero sí es esencial el jugar para que las infancias ocurran?
Sí, es que jugar es la función central y por excelencia cuando pensamos en las infancias desde y a partir de la experiencia y el acontecimiento, que al realizarse, deja huella imperecedera, creadora del universo infantil. El jugar es condición necesaria para que haya niñeces pero no es espontánea ni natural, no depende de la dotación biológica, con la cual nace, no se hereda, sino que su surgimiento y existencia requiere de un trabajo de constitución. Y esta constitución no es sin un otro en juego y con otros.

¿El jugar tiene una importancia vital en las infancias? ¿Cuál es la función de esta actividad en el desarrollo de los niños y niñas?
Jugar es un trabajo de estructuración que depende del orden simbólico que las madres, los padres, el colectivo social que cumple la función materna le ofrezcan al recién nacido, para que encuentre la posibilidad de ir apropiándose de la cultura. Jugar es primordial en las infancias porque no podemos jugar si no hemos sido jugados, no podemos hablar si no nos han hablado, no podemos leer si no nos han leído.

En un momento en que se requiere tutoriales o inteligencia artificial para todo, ¿hay una receta única para jugar con los niños, para acercarnos a su mundo y poder escucharlos?
No podemos hablar de recetas cuando hablamos de las infancias, lo que para un niño o niña es un problema para otro es una solución. Aparece aquí que el motor de todo crecimiento es el deseo y el deseo tiene un vehículo privilegiado en las infancias que es el jugar. Es el modo que tienen los niños de preguntarnos. Es el modo que se forja el deseo en la infancia, el modo que nos dirige las preguntas. El niño es aquel que se comporta como un poeta, el que fantasea, el que crea otro mundo, un garabato, un laberinto. Al jugar nos encontramos con el deseo mismo, en tanto que jugamos nos perdemos, nos separamos. Es el modo de constituirnos. Hay cuestiones que hoy están impactando en la experiencia infantil, y es si hay tiempo para jugar, o sea, ¿hay tiempo para las infancias? Vemos quizás que los adultos están muy preocupados por los juguetes, por darle al niño el juguete adecuado que pueda desarrollar tal o cual habilidad. Pero nosotros como educadores decimos que en este primer tiempo infantil no hay nada mejor que muchas palabras, muchos cuentos, mucha musiquita. Todo esto va a posibilitar que el niño después pueda jugar, pueda tomar un objeto y crear o pueda jugar con otros pares.

Al jugar nos insertamos en la cultura, y muchos dicen que los niños nos enseñan a los adultos, ¿cómo hacemos que este intercambio sea posible en un mundo que es adultocéntrico?
La experiencia lúdica es la forma de elaborar los impulsos más temprano, en relación con lo oral, anal, la mirada, la voz, los niños juegan con el resto, juegan para constituirse como niño, el juego mismo es una interpretación por sí mismo. Es el mundo de las infancias, el territorio donde ocurren las cosas, donde radica el acontecimiento de otra cosa. Hemos naturalizado que el mundo se lee desde el punto de vista de los adultos. Se debe instalar también que esa lectura debe abordarse desde las niñeces, quienes también van leyendo el mundo. Las infancias son objetos de discurso. Los niños se sujetan a las significaciones que los adultos de cada época les otorgan.

¿Qué sucede cuando un niño no se comporta como se espera de él y aparecen las “mañas” por ejemplo?
Nuestra querida Silvia Bleichmar (psicóloga, socióloga) decía que cuando aparecían las mañas en un niño debemos mostrarnos jubilosos. Debemos celebrarlas, estamos en buen camino porque se están subjetivando. Los niños de ser escuchados. Por supuesto que hay malestares en las infancias como el malestar también atraviesa la vida adulta y los niños cuentan jugando o con sus comportamientos. Pasa que el tiempo infantil está también un poco idealizado: el niño tiene que estar bien y comportarse como esperamos, no puede aburrirse, tiene que estar contento. Esta es una mirada muy extendida del tiempo infantil, cuando el tiempo de crecer implica transitar duelos y pérdidas, aceptar la separación de los padres, de objetos significativos, encontrarse con otros vínculos. Creo que nos cuesta mirar a los niños desde ahí, desde sus subjetividades.

Legar el jugar es un acto de amor…
Estos padres, tíos, abuelos, estos adultos significativos en la vida de un niño realizan un acto de donación, de afecto, de tiempo, disponibilidad, ternura. Jugar es el encuentro con la alteridad, con la transmisión, con el legado, con el devenir, con lo sagrado, que van a configurar el quehacer infantil y el ingreso a la cultura.

 

A qué quieren jugar los niños

  • Encuesta
    Una encuesta de El Territorio a niños y niñas de entre los 3 y los 12 años dio como resultado esta lista (no definitiva) de juegos favoritos, según las edades y los entrevistados  coincidieron en el precepto de  que “el que se aburre es porque no está jugando”.

  • Hasta los 4 años: apilar objetos, bloques, encastres, trepar, rompecabezas, triciclos, pintar, masas, plastilinas y juegos de cocina.

  • De 4 a 8 años: escondidas, muñecas, juegos de roles como la peluquería, la maestra, vendedores, la familia, la casa, a la pelota, recortar imágenes.

  • De 9 a 12 años: la mancha o tocadita, juegos de manos, andar en bicicleta o  patines, al ladrón y poli, escondida, quemado, juegos de roles. Se destacan así los juegos en equipo y al aire libre.

El juego es cosa seria El juego como una estrategia esencial de aprendizaje Oda al aburrimiento para recuperar el juego espontáneo Vínculos y aprendizaje en la primera infancia Tiempo para generar un pensamiento crítico La pantalla ocupa el espacio vacío del adulto

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