La Escuela 106 empezó a funcionar en abril de 1922 en una pequeña pieza

Insignia de la docencia y el trabajo comunitario en el barrio Rocamora

Hoy funciona en la sede a la que se mudaron en 1948 y tiene más de 300 alumnos. Años atras, los docentes recorrían el barrio casa por casa para atraer a los chicos
domingo 30 de octubre de 2022 | 6:05hs.
Insignia de la docencia y el trabajo comunitario en el barrio Rocamora
Insignia de la docencia y el trabajo comunitario en el barrio Rocamora

El reencuentro debe ser, quizás, una de las experiencias más gratificantes del alma. Volver a compartir charlas entre personas que no se vieron por muchos años, el recordar anécdotas, el agradecer una contención recibida. Eso vivió la comunidad de la Escuela 106 ‘John F. Kennedy’ de Posadas, que celebró en abril su centenario y hoy sigue rescatando y ponderando los mismos valores de antaño.

Si bien el edificio en el que hoy se encuentra (avenida Lavalle y Almirante Brown) data de 1948, la pequeña comunidad educativa tuvo sus inicios en 1922 en una pieza que fue cedida de manera gratuita por un vecino llamado Marcos Ramírez, en el mismo barrio Rocamora. Se había inaugurado sin mobiliario, pero fue la solidaridad la que la proveyó de los elementos más esenciales y su primera matrícula fue de 45 alumnos.

La nueva escuela se empezó a construir en 1947, en un terreno donado por la familia Montejano, y en 1948 toda la comunidad educativa, ya de más de 300 estudiantes, se mudó allí. La construcción formó parte del Plan Quinquenal, del gobierno de Juan Domingo Perón.

Actualmente en el mismo edificio funciona la primaria que tiene jornada simple en el primer ciclo y extendida de cuarto a séptimo grado; también el Neni, el Centro Educativo de Jóvenes y Adultos y el CEP 58.

“Ahora soy directora pero en la escuela vengo trabajando hace 29 años. Es trascendental, decimos que marcamos historia porque son 100 años y vamos a quedar en los libros, es una emoción muy grande”, compartió Pamela Wagner, directora de la institución.

En la actualidad la matrícula de estudiantes de primaria ronda los 310 y son unas 40 las docentes que imparten las materias y los talleres. No obstante, hubo un tiempo en el que la población estudiantil sobrepasaba los 1.000.

En aquella época todos ellos provenían del barrio y de zonas cercanas, eran chicos de padres humildes y con muchas necesidades por lo que contenerlos era un trabajo adicional de los educadores. Para antes de la década del 50 la escuela ya contaba con comedor, que sigue existiendo hasta el presente y sirve desayuno, almuerzo y merienda.

Mercedes Aquino forma parte del plantel docente desde 1991, antes había estado algunos años en una escuela de frontera del interior, y tiene en sus espaldas un rico anecdotario.

“Hacíamos docencia y a la vez un trabajo comunitario. En aquella época los chicos vivían en los alrededores pero los padres no los mandaban por una cuestión económica: si venía el más grande, no venía el más chico porque no tenía calzado”, recordó la maestra.

Y continuando con su relato, añadió: “Nosotros salíamos a hacer ese trabajo comunitario, los directivos nos hacían tomar nota de nuestra lista de alumnos que tenían mayores faltas y salíamos a recorrer el barrio. Preguntábamos a los padres qué problemáticas tenían, por qué no mandaban a los hijos a la escuela. A pesar de estar en la capital se hacía un trabajo muy de pueblo, había mucha relación con los padres, había confianza”.

Así, rememoró también un tercer grado con 19 chicos con el que le tocó trabajar un año, un grado en el que habían pasado ya cinco docentes antes que ella y no podían con los alumnos. Eran niños que tenían problemas familiares y sociales: familias ensambladas, niños desamparados, institucionalizados.

“Nos pasábamos toda la tarde hablando y era poco lo que se trabajaba en el cuaderno y me preguntaba cómo iba a hacer para llegar a fin de año con los contenidos. De nada servía que les llenara el pizarrón de tareas si ellos estaban con otra realidad. Hoy en día uno de esos chicos es papá de niños que fueron mis alumnos. Esas cosas, ese prestigio le queda a la escuela”, destacó.

Los nietos y los hijos
Con el crecimiento de la ciudad y la conformación de nuevos barrios las familias fueron emigrando y los hijos yendo a otras comunidades educativas más cercanas a sus domicilios, lo que hizo que la matrícula descendiera.

Sin embargo, con los años, la escuela sigue recibiendo a hijos y nietos de los antiguos estudiantes, reconociendo así el compromiso del plantel docente y directivo que sigue manteniendo los valores educativos y de confianza con padres y alumnos.

“Lo que nos llamó la atención fue que cuando hicimos la fiesta por el centenario y aparecieron personas adultas que nos decían ‘Profe ¿se acuerda de mí? y eso fue muy movilizante”, compartió la directora.

“Vinieron los abuelos, los padres, que al mismo tiempo fueron nuestros alumnos”, dijo por su parte Susana Sánchez, otra docente que da clases hace 24 años en esa escuela.

Forman parte de la oferta educativa también los talleres de coro del Centro Educativo Musical (Cemu), música, arte, laboratorio, las olimpíadas de matemática.

“Lo que quiero resaltar es la comunidad docente, estoy hace un trayecto largo ya acá, y siempre sentí como que la escuela es una gran familia, hay mucha solidaridad entre nosotros y creo que eso es lo que se transmite a los niños y a las familias”, sostuvo Mercedes.

Mientras que la vicedirectora, Irma Noemí Schunke, destacó la labor de la docencia en primaria que busca el desarrollo de los chicos, pero fundamentalmente la formación integral.

La escuela trabaja además en conjunto con la Escuela Especial 64, como institución inclusiva, en la integración a la escuela común de niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Los niños concurren a la escuela acompañados de docentes integradores y psicopedagogas.

Al cumplir los 100 años, entró en un plan de mejoramiento edilicio del Ministerio de Educación de la Nación.

Por sus 100 años el Ministerio de Educación va a realizar mejoras edilicias. Foto: Víctor Hugo Paniagua

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