La Escuela 627 de Santa Inés cumplió su centenario el año pasado

Una escuela entre los yerbales

Fue fundada como Escuela 92 en una casona de los Núñez y asistían los hijos de los tareferos. A mediados del siglo XX tuvo sede propia con un edificio del Plan Quinquenal
domingo 30 de octubre de 2022 | 6:05hs.
Una escuela entre los yerbales
Una escuela entre los yerbales

En una ondulación de Santa Inés, un legendario edificio escolar enraíza su historia con el río, el monte y una aventura de pionero que marcó la actividad industrial y comercial de la zona a comienzos del siglo XX.

Centenaria y enseñante de las cosas del mundo y de su verde palmo, la primaria 627 ‘General Juan Galo Lavalle’ es una de las primeras escuelas de frontera de Misiones, tiene modalidad de jornada completa y una orientación en el trabajo en la huerta y el cuidado del ambiente entre otros tantos talleres y proyectos. La institución -a la que se llega por ruta 105 y tomando la 206, el camino viejo- cuenta actualmente con una matrícula de 270 niños del primero a séptimo grado.

En las horas de guardapolvo habitan esos niños y niñas y alrededor de una veintena de docentes en esa construcción antigua con memoria de ponchada, amplios ventanales y techos a dos aguas, pensada en modelo letra tal como cientos de otras levantadas en el país en el marco del Plan Quinquenal del primer gobierno de Juan Domingo Perón.

La escuela que sigue el trazo de una F estrenó instalaciones en el año 1952 pero su labor educativa le precede, fue fundada el 1 de abril de 1921 como Escuela 92 en una casona cedida por el yerbatero Pedro Núñez para que puedan educarse allí los hijos de los peones.

A escasos metros de esa obra fundamental de la arquitectura argentina que ya acusa el paso del tiempo y demanda mejoras, aún se emplaza la vivienda donada por el inmigrante español que sembró y vio crecer los primeros yerbales del sur y montó una floreciente estancia que hasta hizo llegar el tren a esos confines de Garupá para traer leña y llevar las hojas hasta el secadero.

En el paraje señalan que aquella primera escuelita a la que asistían las criaturas de las familias de tareferos cuenta con una declaración de patrimonio histórico cultural, aunque ya casi poco y nada sigue en pie. Alguna que otra vez fue anunciada la intención de su puesta en valor, sin embargo no existe hasta el momento una voluntad cierta de salvaguarda por parte de las autoridades.

La mirada al futuro
“Hay mucha historia en este lugar, mucha historia en la vieja escuelita donada por la familia Núñez y en nuestra querida escuela del Plan Quinquenal que también se construyó en terrenos donados; pero también la tarea del docente y del directivo es enseñar y gestionar en el día a día y en el largo plazo, y resolver problemas y mirar hacia adelante, por nuestros alumnos y nuestra comunidad”, explicó el director Néstor Alfredo Guastavino, que lleva tres décadas en el cargo.

En el mismo sentido, la vicedirectora María Silvia Ortega, quien también hace 30 años es parte de la comunidad educativa, primero como maestra y hace diez años como vicedirectora, indicó: “Cumplimos los 100 años el año pasado en medio de la pandemia y no pudimos celebrar, pero estamos muy contentos porque con tanta historia que ha pasado nuestra escuela desde su origen, hoy la zona está creciendo, los parajes se van haciendo barrios y mantenemos la matrícula y con la identidad y calidad educativa nuestra escuela es referente en nuestra ciudad”.

En una época la escuela tuvo colectivo propio y trasladaba a los chicos desde las barriadas de Garupá, Posadas, Candelaria y Parada Leis. También hoy, con el boleto estudiantil y las líneas de colectivo de refuerzo reciben estudiantes de puntos alejados, de la ciudad y de ámbitos rurales.

Golondrinas y nivelación
Los educadores explicaron que Garupá tiene una característica muy marcada de población golondrina, y que eso se ve en la escuela. “Cómo Posadas ya no tiene tanto lugar o es más caro, Garupá es el lugar que eligen las familias que dejan sus chacras en el interior para venir a la ciudad, pero muchas veces pasan los meses y la mejora esperada no se logra, entonces vuelven a sus pueblos”, indicó Guastavino, una situación que en el aula demanda la dedicación de los maestros, que deben adaptar planificaciones, atender distintos ritmos de aprendizaje y buscar nivelar para que los chicos alcancen los contenidos requeridos.

“Una fortaleza que tenemos es que somos una escuela de jornada completa, eso son diez horas áulicas y ocho horas reloj, por eso podemos trabajar de manera más personalizada y estar muy cerca de los procesos de aprendizaje de los alumnos y de las adaptaciones que necesitan”, dijo por su parte Ortega.

Entre los tantos tesoros que guarda la edificación se encuentra la cocina escolar, con mesadas de mármol, grandes cocinas a leña, muebles de madera maciza y una caldera. En esas inmensas hornallas por añares preparó guisos y salsas la vecina Celina Norma Godoy, a la que cariñosamente llaman la ‘Pelu’, colaboradora que sigue amasando el pan diario, para el desayuno y almuerzo de los estudiantes y ayuda al cocinero Víctor Barrios.

Tacurúes y esperanza
Cuando sobrevino la pandemia y lo cotidiano se interrumpió, la cocina continuó funcionando para servir la comida a la población de estudiantes, pero sin el trajín de talleres y recreos, la naturaleza se aseñoró en cada rincón.

“Tenemos el problema de los tacurúes que socavan el piso, el tacuaral se nos vino encima, también la vegetación con sus raíces daña las paredes; estamos en una zona amplia de naturaleza y convivimos y disfrutamos de la naturaleza pero realmente los árboles echan raíces en la escuela”, contó el director y resaltó que hay proyecto nacional de puesta en valor de las escuelas del Plan Quinquenal.

“Estamos muy esperanzados en ese programa pero no es tan rápido; mientras tanto, a la escuela la mantenemos entre todos, los padres pintan las paredes los fines de semana, hay un gran trabajo y amor por la escuela”, resaltaron.

 

Arquitectura con valor histórico

La reconocida arquitecta investigadora Liliana Oleksow, realizó un trabajo acerca de las construcciones del Plan Quinquenal (1946-1955), y señaló que la arquitectura de este proyecto corresponde “a la etapa del nacionalismo popular, que coincide con los gobiernos de Perón, el plan se intensificó en tres temas en la arquitectura oficial: edificios escolares, edificios hospitalarios y planes de viviendas, era la primera vez que se pensaba en un plan nacional social para resolver el problema de la familia obrera”.

En la provincia se construyeron alrededor de 90 edificios, indicó, priorizando las áreas rurales donde la población infantil era creciente.

“Eran y son aún escuelas muy amplias, con aulas grandes, de excelente calidad arquitectónica, con buenos materiales, con espacios que antes no se habían pensado; yo creo que lejos es lo mejor que se construyó en arquitectura escolar en el país”, expuso la experta.

Citó además un estudio publicado en la Revista Summa “Historia de la Arquitectura Argentina”, que dedica un capítulo al Plan Quinquenal, “hubo sin embargo una crítica a las construcciones, ya que para la época, en todo el mundo se estaba construyendo arquitectura moderna al estilo de Le Corbusier y el Plan Quinquenal retrocede en el tiempo, toma tipología arquitectónica de lo que se supone era la arquitectura típica de las provincias argentinas, no de la nación argentina o de Buenos Aires como ciudad emblema”.

Sin embargo, resaltó: “Fue un plan muy valioso y estas escuelas a dos aguas y con amplias galerías que son esos espacios que no son ni afuera ni adentro, nos favorecieron mucho en nuestra región”.

En el marco del Plan Quinquenal se construyeron en toda la Argentina cerca de mil escuelas, las que ya promedian 70 años y van camino a perdurar, “algunas en el país quedaron abandonadas, porque se emplazan en lugares despoblados o se destinaron para otros usos públicos, lo cierto es que estas edificaciones fueron parte de un plan muy bien pensando, un elemento superador en la historia de la arquitectura argentina”, concluyó.

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