La psicóloga Pamela Wimer resaltó el valor de la empatía

Sin fórmulas únicas ni universales

La especialista analizó el costo de la vigencia de los mandatos y evidenció que la familia es una categoría dinámica
domingo 21 de noviembre de 2021 | 6:05hs.

Como seres sociales desde que llegamos al mundo nos vamos y van modelando con el espejo cultural de lo esperable. Y desandando las etapas del desarrollo es bastante complejo llegar a diferenciar los deseos y anhelos propios e individuales de las expectativas y exigencias transmitidas en nuestros entornos.

Las nociones de éxito y fracaso -que son transversales a todas las esferas de la vida en la sociedad actual- alcanzan claramente al concepto de familia y funcionan  como brújula de la aceptación y pertenencia. Sin embargo, estos esquemas -discursos y prácticas- homogeneizantes entran hoy en tensión ante el cuestionamiento de la cultura hegemónica-dominante y sus roles organizacionales y jerarquizantes atribuidos por género, edades y otros.

En un momento de la humanidad bisagra en cuanto a la configuración de la sociedad, si lo que se buscara realmente es ampliar el horizonte posible de la felicidad es crucial más que nunca “la empatía y el respeto por el otro”, señaló la psicóloga sexóloga Pamela Wimer, especialista en infertilidad y en salud sexual y reproductiva en una entrevista con El Territorio.

Y reflexionó sobre la gran angustia y dolor que han generado y continúan generando los mandatos cuando actúan como condicionantes de los modos de vivir y sentir.

Deseo o deber ser, esa es la cuestión, planteó la especialista en una charla acerca de qué es hoy la familia, los conceptos de maternar o paternar y las elecciones de vida sin hijos.

¿Cómo juegan o cuánto pesan en la actualidad los mandatos de formar una familia y una que esté “bien constituida”?

Sería interesante ante todo ver cúal ha sido el costo histórico de las “familias bien constituidas”. Si bien o mal son criterios válidos para aplicar bajo las mismas normas a todas las personas. Está claro que muchas personas han sido altamente funcionales como así también muchas otras han ocultado grandes dolores por el simple hecho de cumplir con el mandato. Por otro lado, profesionalmente me pregunto qué sería “bien o mal constituida”,  ya que son categorías dinámicas que mutan en contextos, poblaciones, épocas, otros.

Si lo miramos desde esta óptica hay muchos modelos de familia, incluyendo las familias sin hijos o bien igualitarias que han decidido no procrear. La familia no es una célula aislada de la sociedad, interactúa con ella como así absorbe cuestiones del contexto en el que se desarrolla siendo así los significados bien o mal muy subjetivos y más bien atravesado por normas y estadísticas (mamá, papá, dos hijos y perrito si es posible). Así, las familias monoparentales, entre muchas otras configuraciones posibles, quedan afuera de toda norma social, entendiendo que tienen marcos legales que algunas sociedades aún no incorporan como derechos. Son simples ejemplos que no se han cuestionado lo suficientemente fuerte aún  y pueden resultar traumáticos para muchos niños si los contextos no son adaptados a la realidad de hoy día. Tan solo por mencionar algunos, el dibujo del árbol genealógico en la currícula escolar, la obligatoriedad del regalito del día de la madre o del padre.

¿Es la maternidad-paternidad el único proyecto de vida posible?

Considero que no, desde mi óptica es allí donde juega el respeto hacia el otro tanto en su modo de conducirse en la vida, como así de proyectar y formar o no una familia de acuerdo a sus convicciones y vivencias. Suena algo un tanto básico tener un proyecto de vida y pensar que no podría fluctuar, cambiar, entendiendo que la capacidad de adaptarse a las diversas circunstancias es un recurso sano y necesario para el aparato psíquico. Resulta igual de válido la elección de familias sin hijos. Es una decisión que debería ser respetada hasta por educación me atrevo a decir. Intentar persuadir a alguien a encarar un proyecto que por motivos personales y privados ha decidido no tomarlo me parece de un nivel de intrusión extremo y de una falta de empatía casi cruel. Más aún cuando la búsqueda de los motivos se vuelve insistente y reiterativa y la otra persona no ha mostrado indicios de querer compartir los porque.

¿Qué sucede o cómo operan los mandatos y exigencias en mujeres o parejas que deciden no tener descendencia o que sí quieren pero no pueden concebir?

En mi experiencia profesional suelo observar con muchísimo asombro la capacidad de las personas en hurgar en temas tan íntimos y delicados, tanto así que algunas veces pesa más la presión social que, por ejemplo, el diagnóstico de infertilidad. Tema aparte sería la clásica pregunta de “¿quién de los dos no puede?” como si eso aliviara o aportara algo a una pareja que acarrea dolor oculto hace años y a veces décadas. En los casos en que esto es pensado y decidido por las parejas en un pacto de “no queremos tener hijos”, el peso suele recaer más fuerte sobre la mujer, juzgándola de “anormal, fría o calculadora”, teniendo muchas veces que oír clichés como: “¿y si te arrepentís y ya es tarde?” o “quién te va a cuidar cuando seas viejo o vieja”, poniendo al niño en lugar de objeto funcional más que de persona. Hace décadas una parte de la sociedad defiende el derecho a la elección de la procreación, mientras otras insisten en la teoría de los instintos y su seguimiento ciego. No es aquí exactamente donde reside el problema, sino en la falta de empatía hacia la decisión del otro y hasta la patologización de la misma.

Señala que la presión social recae con fuerza sobre las mujeres...

La presión social es un continuo en la vida de las mujeres, desde el ser flaca, tener destrezas culinarias, y es en este contexto donde encuadra la presión por la maternidad que, dicho sea de paso, tiene que darse joven, con una educación universitaria o estabilidad laboral lograda, ni mucho antes ni mucho después. La medicina reproductiva juega en este tema un papel clave hoy día, ya que permite diferir la maternidad para quienes así lo eligen. Asimismo, los varones no quedan exentos de la mirada social, ya que se problematiza desde la continuidad del apellido hasta su orientación sexual. A veces la realización de la persona es rebajada a un reduccionismo de tapa de libro con una imagen que suele ser arcaica y poco realista. Existen millones de formas diversas de ser feliz, de realizarse, de encontrar la plenitud interior y esto no debería seguir siendo tema de debate en el siglo XXI.

En la actualidad que la Educación Sexual Integral está en debate y aún es una deuda con los chicos y jóvenes, ¿sería un buen espacio para abordar el deseo de ser padre o madre?

La ESI es un concepto medianamente joven, muy correcto en su planteo pero con mucho que ajustar en su implementación, el hecho que se haya apartado de la postura meramente biologista es un hecho fantástico ya que saca al sexo de ese lugar peligroso donde lo han querido posicionar siempre. Haber salido de la típica charla cerrada de cómo no embarazarse o contraer una ETS es motivo de celebración,  ya que abre el juego para hablar de placer, respeto, diversidad, derechos, autocuidado, abuso sexual, entre otros tópicos. Con esto bajo ningún punto de vista quiero significar que la maternidad/paternidad no planificada sea una experiencia negativa; simplemente que hay distintas formas de llegar a lo mismo y en la vida de un ser humano no hay fórmulas únicas y universales. Sí, el hecho de poder acceder a la planificación familiar ha resultado clave en la sociedad, ya que permite proyectar metas, entendiendo siempre  que todos tenemos intereses y objetivos tan diversos como múltiples,  y son respetables.

 

Informe de domingo

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