En la zona de las 600 Hectáreas hay numerosos caminos utilizados para esa actividad

En Iguazú, por 150 reales, se pasa ilegalmente de una costa a la otra

Por angostos trillos de difícil transitar, paseros realizan entre cinco y 15 cruces por día desde Brasil a Argentina y viceversa. A los turistas se les cobra 30 reales más por bulto
domingo 19 de septiembre de 2021 | 6:05hs.
En Iguazú, por 150 reales, se pasa ilegalmente de una costa a la otra
En Iguazú, por 150 reales, se pasa ilegalmente de una costa a la otra

El estudio de campo es una alternativa para entender un contexto y elaborar un razonamiento lógico en relación a una práctica social, en un determinado lugar. A partir de la interacción con sus actores, el análisis de las circunstancias y el contexto que los impulsa a llevarla a cabo, sin duda que ayuda un poco más a la hora de reflexionar y reconstruir una historia en base a lo que se advirtió.

Es vox populi. El pase ilegal de mercaderías y de personas a cambio de dinero en la Triple Frontera es una actividad a la que muchas personas se volcaron en los últimos meses, a pesar de las consecuencias legales y, en algunos casos, del alto peligro de enfrentamientos con miembros de fuerzas federales brasileñas que custodian las zonas ribereñas.   

Para describir cómo operan algunas pequeñas organizaciones que se dedican a estas actividades mediante la utilización de lanchas motorizadas o canoas en costas de Argentina, Brasil y Paraguay, El Territorio viajó a Puerto Iguazú, donde -por citar un ejemplo- por 150 reales (unos 5.000 pesos, aproximadamente) un turista puede cruzar junto a su equipaje de una orilla a la otra.

Esto, sin esperar obviamente a una posible apertura de los pasos fronterizos habilitados y que desde hace más de un año se encuentran totalmente cerrados en el marco de la pandemia por el Covid-19.

Los paseros son contratados por los denominados capataces, quienes a su vez tienen a un contratista del servicio en la pirámide de jerarquías. Los paseros son los encargados de estibar la mercadería y cruzarla de un lado al otro, ya sea por el río Iguazú (a Brasil) o Paraná (a Paraguay).

Quienes forman parte de esta aceitada estructura, en donde también están involucrados menores de edad, utilizan distintas redes sociales para atraer interesados.

“Buenas gente ¿Quiénes disponibles para un laburito?”, es solo una de las tantas frases que se lee en grupos de Compra y Venta de Facebook donde se pide mano de obra para el traslado de mercaderías o de equipajes de turistas de una costa a la otra y que, en muchos casos, es su único ingreso económico por hogar.

Selva adentro hacia la costa

Impulsados por el famoso boca en boca del pase de personas desde Argentina a Brasil y viceverza por el río Iguazú, este medio se dirigió a la zona hotelera de 600 hectáreas, donde ambas costas están separadas por unos 500 metros.

Para llegar hasta la costa existen numerosos caminos angostos que atraviesan la espesa y rica vegetación del lugar, pero que sólo los conocedores del difícil terreno saben cómo sortear.

Se deben atravesar más de 600 metros de camino para llegar y en muchos tramos el tránsito es prácticamente en picada. Sólo los troncos de los árboles y las ramas sirven de ayuda en caso de un imprevisto resbalón.

Tras recorrer dos senderos que sólo introducen a caminos sin salida, a mitad del monte, lo importante de la excursión llegó a mitad del tercer trillo.

Allí se observó a una mujer brasileña que instantes antes había llegado en lancha desde Foz de Iguazú y que, seguramente al llegar a la avenida principal que conduce a la zona hotelera de las 600 Hectáreas iba a estar siendo esperada por un remisero o familiar.

Detrás la seguía un joven, de nombre Jorge, que por 150 reales había sido contratado en el vecino país para llevar sus valijas.

“Si no hacemos esto no conseguimos nada. Yo trabajo del otro lado pero cuando hay pasajeros los subimos acá. A veces mercadería. Los que son malos son los de la Policía brasileña. Ellos llegan y te cagan a tiros directamente. ‘Policía Federal fica quieto’ te dicen y ahí pegan un tiro”, relató Jorge, quien en segundos se perdió, consciente de que su trabajo debe ser rápido e invisible.

Mediante este breve encuentro se supo que el final del trillo conducía a un punto en donde sólo se realizan ascensos y descensos de personas en lancha, ya que el cruce de mercaderías se realiza en otros puntos de las 600 Hectáreas.

En un momento determinado, apareció un grupo de seis chicos, entre adolescentes y adultos que también se dirigían raudamente hacia la costa. Incluso, uno de ellos se jactó de que el día anterior había cruzado turistas a Iguazú y que había recibido euros como forma de pago.

Por otro lado, cada vez más cerca de llegar a la ribera, el lejano ruido de una lancha hacía suponer que un desembarco estaba a punto de realizarse.

Minutos más tarde, tras superar el complicado camino a la costa, aparecieron en escena otros dos jóvenes en tierra y un tercero encargado de manejar una lancha que aguardaba por regresar a Brasil.

Los muchachos habían traído a una pareja de paraguayos y al ver la presencia del equipo periodístico uno de los paseros preguntó si queríamos cruzar. Allí se confirmó que el costo por cruce de una persona es de 150 reales y 30 por bulto.

También explicaron que de esos 30 reales 10 van para el transportador, otros 10 para el que maneja la embarcación y los restantes para el dueño del motor de la lancha.  

Uno de los paseros comentó que habitualmente suelen hacer entre 5 y 15 pases por día, dependiendo la cantidad de clientes y los controles de Prefectura Naval Argentina (PNA) por la zona.

Contó que es una actividad que realiza ya desde hace un tiempo y que es su forma de ganarse unos pesos sin molestarle a nadie. “Yo todo el día estoy en Brasil. Hasta hace un rato estaba en mi casa laburando, haciendo un piso para mí y me llamó mi patrón. ‘Vamos a trabajar’ me dijo, ‘de una’ yo le dije”, comentó el joven.

Al referirse a la competencia  por quienes se vuelcan a esta actividad sostuvo que “yo cruzo un turista acá, ellos vienen (otros paseros) y me sacan el turista y no tienen códigos. Lo tuyo es tuyo y lo mío es lo mío”.

Además, añadió que su mejor manera de enfrentar un problema con un prefecturiano es decir la verdad: “El otro día me agarraron los de Prefectura y me dijeron ‘¿Qué andás haciendo?’ Estoy trabajando, le dije. ‘¿Vos levantás caja?’ me preguntaron. ‘No’ le dije ‘¿Por qué? Necesito laburar’ le dije. No hay que mentirle”.

Apenas unos minutos después, los paseros abordaron la embarcación y retornaron a territorio brasileño. Tras aguardar un largo rato en la costa se constató que tal ese había sido el último pase de la mañana por ese lugar.

Según los datos recabados con gente que se dedica al contrabando de mercaderías, se pudo saber que a Brasil se cruzan cilindros de gas, aceite de oliva, aceitunas y distintos tipos de embutidos.

Mientras que desde el vecino país ingresan electrónica, prendas de vestir y zapatos, que en Misiones se pueden llegar a vender hasta tres veces más de su precio de costo.

Cruces a Paraguay

“El contrabando viene desde la Argentina. Desde Brasil por suerte que no entra, por suerte que no entra huevos del Brasil, ja”, dijo con tono irónico y burlón el locutor de una FM paraguaya que la señal de radio captaba camino a la zona caliente.

Sobre el pase ilegal entre Argentina y Paraguay el equipo se trasladó hasta las zonas costeras de los barrios Santa Rosa y Altos del Paraná. 

El primero de los nombrados fue el inicio del recorrido, más precisamente en la bajada de lanchas del Club de Pesca Pirá Guazú.

Allí había un joven encargado del portón de acceso al terraplén y su misión era cobrar 100 pesos por persona a todo aquel que quiera llegar hasta la costa para realizar un pase a Presidente Franco. Una vez dentro, se debe abonar el pago aparte con el lanchero encargado del pase.

Allí los precios también rondan los 5.000 pesos, dependiendo la cantidad y los elementos a cruzar.

Hasta hace pocas semanas el acceso caminando a la costa del club de pesca era accesible. Si bien se intentó llegar a la costa por otras bajadas del barrio, las barrancas en picada y la espesa vegetación fueron un escollo casi imposible de sobrepasar.

Por estos puntos se suelen cruzar al Paraguay productos como huevos, pollos, aceite de oliva, harina, entre otros. Mientras que desde el vecino país ingresan electrodomésticos, prendas de vestir y calzados.

 

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