Heridas abiertas y el recuerdo como deber

Hoy, a casi 50 años del último golpe de Estado, las heridas están más abiertas, recrudecen en sales de negacionismo, pero siguen apuntando a un futuro más justo y democrático. Después del terror, el olvido no es opción sino reconstruir historias, identidad y destino de todos los argentinos
domingo 24 de marzo de 2024 | 6:08hs.
Heridas abiertas y  el recuerdo como deber
Heridas abiertas y el recuerdo como deber

Dos adolescentes salen de su entrenamiento habitual de rugby en una Posadas incipiente, capitalina pero con gran ánimo de pueblerina. Toman un colectivo en la zona Oeste para volver a sus casas céntricas. En el camino, ven unos policías  deteniendo a unos jóvenes y desde la ventanilla lanzan sutil protesta pues alma rebelde y rockera: ‘Busquen a delincuentes de verdad no se metan con los chicos’, criticaron. El colectivo avanza. Ya está en pleno centro. En Santa Fe y San Lorenzo un móvil policial cruza al ómnibus, frenando su paso. Sube un oficial, señala al ‘insurgente’ de 16 años y algunos menores más y se los llevan. El fiel amigo ‘que zafó’ de la redada corre a su casa y cuenta lo sucedido. Transcurre 1985, pero el miedo sigue latente.

48 años se cumplen hoy del último y nefasto atentado cívico militar argentino y la historia que ama dar giros cíclicos, perversos, esconderse en oscuros recovecos, sigue batallando con un presente convulsivo y adicto al discurso egocéntrico del algoritmo.

Los adolescentes de 1985 ‘tuvieron suerte’. Fueron rápidamente liberados tras un álgido reclamo de unos padres, aunque el breve tiempo bastó para amedrentarlos física y anímicamente, ser sometidos a golpes, ejercicios físicos extremos y habitar una celda común compartida, con la previa y tan genuinamente machista amenaza de abuso sexual.

Militares toman la Casa de Gobierno de Misiones en 1976. El autor de esta foto, empleado de El Territorio, se ocultó detrás la estatua de la Libertad en la plaza 9 de Julio, capturó la imagen y el fogonazo del flash delató su presencia. Huyó a la carrera, entregó el rollo en la planta editorial (sobre calle La Rioja, a escasas cuadras de distancia) y debió esconderse durante varios días. Foto: Miguel Giménez / archivo el territorio

Todo esto, en democracia. El mismo relato, pero diez años antes, podría haber tenido un desenlace muy distinto. Trágico y abierto. El de miles de desaparecidos inocentes, cuyos relatos no tienen, siquiera hoy, un cierre.

Misiones, fronteriza, siempre tuvo gran despliegue de fuerzas, aunque muchas veces se minimice el impacto del golpe de Estado en estas tierras. Hoy, con un contexto de negacionismo prepotente que crece en nombre de la paz y la libertad, es necesario volver a revisar los anaqueles. Sostener la memoria y dar cuenta de los retos que persisten.

De este modo, se desenvuelven aquí algunos recuerdos, reflexiones e iniciativas que sostienen firme la voz local del Nunca Más.

Referentes agrarias, inmigrantes que simplemente cruzaron la débil frontera para visitar a un familiar, dirigentes gremiales, colonos, estudiosos y más, muchos más, fueron víctimas de la violencia institucional en esta región.

Tras idas y vueltas legales en el país, en Misiones los juicios por crímenes de lesa humanidad comenzaron en 2008.

El abogado Fernando Canteli fue parte de ese puntapié histórico para la provincia y en consecuencia reflexionó sobre avances y desafíos en materia judicial.

Canteli tiene una dieta alimenticia estricta, pero disfruta del ritual de sentarse a tomar un buen café. A su alrededor más que habitué parece el anfitrión del lugar, reparte innumerables saludos por doquier, incluso a aquellos de los que no recuerda el nombre. Le gusta llamar a cada uno por su nombre. La importancia de la identidad está clarísima.

 En primer lugar, sustentó la necesidad de aclarar que toda la tarea de llevar adelante los juicios de lesa humanidad fue un trabajo en conjunto de muchos esfuerzos.

Y en ese sentido, destaca “en primer lugar el coraje y la valentía de dos mujeres excepcionales: Graciela Franzen que recorrió toda la provincia, buscando las víctimas de la dictadura, ayudándolas y dándoles contención y a la doctora en Historia Yolanda Urquiza, quien metodologizó los hechos de la represión de una manera magistral, facilitando nuestra labor enormemente”. “Sin ellas no hubieran sido posibles los procesos por delitos de lesa humanidad en nuestra provincia”.

Por un lado, la precursora denuncia que hizo Graciela Franzen (por la tortura que recibió durante la dictadura) recién comenzada la democracia, fue el hito inicial para comenzar a desandar estos actos de justicia. Luego, años más tarde, “el inicio de los habeas corpus que nos requirió la Justicia, como paso previo a los denominados Juicios por la Verdad, para saber el destino de las personas desaparecidas durante la dictadura. Porque debido a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida era imposible perseguir penalmente a los autores de los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura”, detalló Canteli sobre el preludio.

Finalmente, el 14 de junio de 2005, esas leyes absolutivas fueron declaradas inválidas e inconstitucionales por la Corte Suprema, lo que permitió reabrir e iniciar nuevos juicios a cientos de represores, civiles y militares cuyos enjuiciamientos iniciados en 1985 se habían interrumpido. Allí se enmarca la historia misionera.

El primer juicio fue a raíz de la causa por la desaparición del Ingeniero Alfredo González, decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Unam, que terminó condenando a 25 años de prisión a Carlos Humberto Caggiano Tedesco, jefe del Área 232 .

Retratando el ambiente de esas largas jornadas judiciales, el ánimo de víctimas, victimarios, fiscales y hasta reporteros, Canteli remarcó que “se respetaron a rajatabla los derechos y garantías de todas las personas que fueron imputadas, de manera tal que nadie puede esgrimir que se trató de una revancha vehiculizada por las víctimas ni sus familiares”. “Fue y es un mérito de todos los magistrados y funcionarios judiciales de la Justicia Federal en la provincia de Misiones”, sumó sobre la prolijidad de la tarea. Además especificó que tanto jueces, fiscales, secretarios, demostraron mucha humanidad en el trato con cada uno de los protagonistas de estos juicios que arrojaron detalles heladores de sangre.

Resaltando que Argentina fue uno de los pocos países que eligió este valiente camino, a pesar del miedo, ahondó en que la memoria es importante mucho más allá de su labor docente (esa que todo erudito enuncia de distintas maneras: que no se repitan los errores). Por eso cree firmemente que se necesita jóvenes que sigan apuntalando este devenir.

Entre las penurias que sintieron quienes participaron de dichos juicios, tal afirmó Canteli, está la de “no haber logrado que los imputados nos brindaran información sobre los restos de las víctimas. Saber ese destino es una deuda pendiente”, definió entre retratos de una oscura Argentina.

Tan básica como idílica, la clave está en respetar cada uno de los derechos enunciados en esa declaración publicada por Naciones Unidas en 1948. 

Según Canteli, el negacionismo es el fruto de la unión de dos factores: la ignorancia sobre la ciencia jurídica (que los delitos de los subversivos no se pueden enmarcar en la definición de lesa humanidad, por ejemplo) y no entender que toda persona es digna de derecho.

“Más allá de las ideologías que florecen cada tanto, el discurso negacionista parte del desconocimiento de que cualquier persona merece respeto. Para evitarlo, está el rol de la memoria, fundamental como prevención y educadora de las nuevas generaciones”, graficó.

En tiempos de discursos unilaterales, es prioritario abrir la mirada, releer, revisar el pasado, reconocernos y legitimar la dignidad que nos hermana a todos, como humanos. 

 

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