Sus hijos relataron la historia

“Peleó la buena batalla y nos dejó eso de legado”

Marta fue diagnosticada con cáncer en 1981. Pero se sobrepuso y pudo ver crecer a sus hijos y nietos
domingo 09 de abril de 2023 | 6:05hs.
“Peleó la buena batalla y nos dejó eso de legado”
“Peleó la buena batalla y nos dejó eso de legado”

Vencer o morir, no hay otra forma de definir la historia de vida que le tocó a Marta Scholles de Ortiz cuando tenía sólo 36 años y le dieron la noticia que un tumor maligno se alojaba sobre el costado derecho de su cerebro. Corría el mes de octubre de 1981 cuando Marta, quien era maestra de la Escuela Normal 1 de Alem, organizaba el habitual viaje mensual que hacían con algunas de sus colegas y amigas. Se juntaban en un solo auto y se iban todas a Posadas a hacer compras. Ese día fueron a la antigua Casa Tía que estaba sobre calle San Lorenzo, rememoró su hijo Horacio.

“Esa tarde en medio de la tienda ella se desmayó y la llevaron directamente al Sanatorio Nosiglia. Los primeros estudios no fueron para nada alentadores y fue cuando, aconsejada principalmente por su hermano médico Marcos Crispín Ortiz, mi papá decide llevarla a Buenos Aires”, relató.

De esos tiempos los dos hermanos mayores mencionaron que si bien tenían a sus abuelos, se hicieron cargo de todas las cosas de la casa. Su papá permanecía unos días en Misiones y otros en Buenos Aires.

Luego de un tiempo en la incertidumbre, los análisis en el Hospital Italiano confirmaron el diagnóstico preliminar. En los primeros meses de 1982 la única alternativa era una cirugía, contó Horacio. Hacia finales de marzo del mismo año y contra las recomendaciones médicas, “mi mamá decide venir a Misiones antes de su operación”.

En tanto,el hermano mayor de Horacio, llamado Favio, dijo que ella le contó después que vino porque necesitaba verlos antes de entrar al quirófano. Según expresó, sabía que eran muy escasas las probabilidades de que saliera con vida y quería despedirse.

Una de las fechas emblemáticas de la historia argentina, el 2 de abril de 1982, por la mañana, Marta ingresaba al quirófano para ser intervenida por el médico Matera y su equipo. “Ella más de una vez me contó que antes de que la anestesien, y estando en la camilla, Matera le mostró sus manos y le dijo que él sólo era un instrumento, que a ella la operaba Dios. Se durmió con una oración que el galeno recitaba. Creo que eso le dio la paz para sobrellevar todo lo que vendría después”, recordó el hijo del medio.

Muchos años después, luego de sufrir dos accidentes cerebrovasculares (ACV), una junta de médicos de la ciudad de Posadas explicó que su cerebro envejecía a un ritmo más acelerado que su cuerpo. Durante todo 1982 Marta estuvo en Buenos Aires por su posoperatorio. Varios meses después de su operación la dejaron volver a Alem y “cuando la vimos llegar a casa me acuerdo que tenía la piel muy débil. Apenas caminaba y empezaba ahí una larga convalecencia que hasta la llevó nuevamente a la escuela. Tardaron bastante tiempo en darle la jubilación por invalidez como docente”, agregó Horacio.

Cada cierta cantidad de meses debía regresar a Buenos Aires a controlarse. Por otra parte, “venían unas pastillas de quimioterapia que tenía que tomar. Esos medicamentos la inmovilizaban casi por completo por tres días. Sólo devolvía y apenas podía tomar agua”.

Nunca volvió a ser la misma, “pero lentamente fue recobrando sus fuerzas y nos acompañó en nuestra graduación en 1983 a Favio y en 1986 a Horacio, en esos momentos la vimos feliz viendo a sus tres hijos”.

El pasado martes 21 de marzo, 40 años después de su operación, falleció en Alem a los 77 años rodeada de sus tres hijos, nueras y nietos.

Su hijo mayor, Favio, resumió que “ella siempre quiso vivir, sabía que a los 36 años no se podía ir porque estábamos nosotros y lo hizo. Peleó la buena batalla y nos dejó eso de legado”.

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