Una misión extraordinaria

domingo 05 de enero de 2020 | 5:00hs.
La misionera, compartiendo experiencias con mujeres de Mozambique.
La misionera, compartiendo experiencias con mujeres de Mozambique.
‘Las grandes dificultades preparan a las personas para cumplir destinos extraordinarios’. Es la frase que mejor caracteriza la vida y obra de María Cano, mejor conocida como Mary, enfermera eldoradense que cumple tareas voluntarias en la lejana Mozambique, llevando salud y bienestar a quienes más lo necesitan. 
La profesional, que hoy cuenta con 66 años, nació en la tierra colorada y al poco tiempo padeció la pérdida de su familia. Huérfana, se crió en una iglesia, aprendiendo sobre la importancia de ayudar al prójimo. Al tiempo, estudió primeros auxilios en el Samic de Eldorado y trabajó en su ciudad natal. Estudió enfermería en la Universidad de Entre Ríos y al cumplir sus 21 años viajó a Buenos Aires. Hoy pertenece al plantel del Hospital Provincial de Moreno, provincia de Buenos Aires, y misiona acompañada por pastores de la iglesia Encuentro con la Vida.    
Al margen de su desempeño en el nosocomio, Mary siguió haciendo lo que más llenaba su corazón: llevar ayuda y asistencia a aquellos rincones más recónditos y necesitados del mundo. 
Es así como cumplió tareas voluntarias  en Ecuador -en dos oportunidades-, en aldeas con escasos recursos. También viajó al norte de África para contribuir con su asistencia a poblaciones de musulmanes y refugiados de guerra.
 Actualmente, colabora con su incansable y ardua tarea en la región de Mozambique, un país ubicado al sur del continente africano con más de 21 millones de habitantes.  
Un lugar tan lejano a su provincia natal y a la vez, similar a Misiones. Porque “en la superficie hay mucha arena pero, si escarbamos un poco, aquí también se encuentra tierra colorada”, expresó la voluntaria en diálogo con El Territorio. 
El vuelo directo Buenos Aires-Sudáfrica insume 16 horas -proyección de películas, comida y largas siestas entretuvieron su viaje-. Al llegar a Sudáfrica, se trasladó en un avión más pequeño a la capital de Mozambique, Maputo. Tras ocho horas de vuelo:  “Arribamos a Mindú, la minúscula aldea en la que me desempeño. Ahí los habitantes sólo cuentan con un precario hospital y una escuela que enseña únicamente educación primaria. No hay iglesias y todos los encuentros, cultos, capacitaciones o atenciones sanitarias se practican a la sombra de un viejo árbol. 
Bajo el gigantesco y añoso nogal, Mary pasa sus días curando enfermos, jugando con niños, intercambiando experiencias con las mujeres lugareñas y buscando también un poco de sentido de pertenencia.
“Me interesan todos los lugares, me adapto enseguida. Misionando conocí Ecuador, Grecia y otros lugares. Llegué por primera vez a Mozambique el año antepasado. Aquí también hace mucho calor”, contó la eldoradense al tiempo que agregó: “El sol entra a las 17 y todos los días llueve, poco y breve, sin truenos ni relámpagos. En esta tierra, igual que en Misiones, crecen maíz, sandía, zapallos, legumbres y mandioca, entre otros alimentos”. 
Sin embargo, así como hay muchas similitudes entre Mindú y la tierra colorada, las costumbres, creencias, tradiciones y condiciones de vida son muy contrarias a las de la provincia. 
Una de las diferencias radica en el lenguaje, ya que los misioneros que cumplen tareas en Mindú hablan en portugués con los lugareños. En tanto, entre los habitantes del pueblo se comunican en con el dialecto originario. 
Otra de las discordancias responde a que “aquí el agua bebible es un bien complicado de conseguir, se obtiene de pozos muy profundos. Asimismo, la luminaria es otro problema y la poca luz se obtiene con energía solar. No existen los sanitarios, en Mindú los ciudadanos todavía usan letrinas”, contó Mary. 
Allí también las mujeres cocinan de forma distinta: “Se consume mucho el coco con maní y la leche se utiliza para hacer arroz con salsa. Uno de los principales insumos es la hoja de batata, que se consume una vez que está pisada con mortero. Asimismo, la mandioca, el zapallo y otras tantos alimentos son muy consumidos en el lugar”.
En lo que respecta a su desempeño como enfermera, Mary señaló que camina 10 kilómetros, recorriendo la aldea, y se encarga de alimentar, alfabetizar, asistir familias y prevenir enfermedades visitando casa por casa. 
En cuanto a organización política y social, destacó que “tienen una mezcla de religiones. Hay un jefe espiritual en cada comunidad y se reconocen como brujos. Son dueños de todas las tierras. Ellos nos otorgan el permiso de trabajar en su comuna y, una vez que formamos parte de su aldea, nos cuidan y colaboran en nuestras tareas”. Y continuó: “Son los jefes los encargados de realizar una ceremonia semanal, al ritmo ensordecedor de muchos tambores”. 
Desde su visión, la misionera reflexionó que la religión siempre tuvo la función de consolar al hombre. “Es ese sistema de creencias que los individuos crean para darle sentido a sus vidas. Pero, sobre todo, para encontrar una respuesta a los problemas del sufrimiento y la finitud”.  
En ese sentido, en vísperas de Reyes Magos (pese a que en Mozambique no se celebra la tradicional fiesta cristiana), Mary, que sí la conoce, se encarga de repartir pequeños obsequios a los lugareños para, de alguna manera, cumplir con los deseos de su corazón de hacer de este mundo un lugar más ameno y feliz. 
“Les llevo pequeñeces que para ellos son llamativas: encendedores, fósforos, lápices de colores, biromes, alfajores, perfumes, golosinas, ropa, y otros tantos objetos. Son regalos insignificantes, pero ellos quedan encantados”, reconoció. 
Pero, más allá de lo material, “buscamos acercar la palabra de Dios, establecemos lazos de solidaridad entra las comunidades y la autogestión para superar sus carencias”. 
Ese es el extraordinario destino María Cano.