Cómo y cuándo apareció la escritura en la humanidad
Las primeras técnicas de escritura se remontan al cuarto milenio antes de Cristo (a.C.). Surgió en Egipto, Mesopotamia y China. El sistema creado en Oriente Medio y Egipto se extendió rápidamente a las áreas culturales cercanas y es el origen de la mayoría de las escrituras del mundo.
Escribe un analista histórico: “He recitado mi tablilla, he desayunado, he preparado mi nueva tablilla, la he llenado de escritura, la he terminado; después me han indicado mi recitación y, por la tarde, me han indicado mi ejercicio de escritura. Al terminar la clase he ido a mi casa. He hablado a mi padre de mi ejercicio de escritura, después le he recitado mi tablilla y mi padre ha quedado muy contento… Cuando me he despertado, al día siguiente, por la mañana muy temprano, me he vuelto hacia mi madre y le he dicho: dame mi desayuno, que tengo que ir a la escuela”.
Todo aquel adulto que haya ido a la escuela y lea estas líneas, seguro que recordará una escena muy similar vivida en primera persona, pero quizá le sorprenda el hecho de que este testimonio no es el de un estudiante de nuestra época, sino el de un alumno que vivió hace más de cuatro mil años en el antiguo país de Sumer. Posiblemente se trata de uno de los primeros testimonios del aprendizaje del que está considerado como el mayor logro de la historia de la humanidad: la escritura.
Y no es de extrañar que se lo haya encontrado plasmado, mediante unos extraños signos en forma de cuña, en una pequeña tablilla de arcilla –visible en Google– descubierta en las cercanías de los ríos Tigris y Éufrates: fue precisamente allí, en Mesopotamia, donde este revolucionario invento vio la luz, hacia el año 3.200 a.C. Inicialmente se trató de una escritura pictográfica, es decir, basada en dibujos de distintos objetos y figuras, pero paulatinamente se creó un sistema de signos más estilizados, denominados cuneiformes, hasta la aparición de los primeros sistemas alfabéticos conocidos, hacia el siglo XIV a.C. Es conveniente aclarar que el término “cuneiforme” proviene de la forma de cuña, “cuneus” en latín, que presentaba la incisión del cálamo (parte inferior hueca del eje de las plumas de algunas aves) en la tablilla de arcilla.
En primer lugar, existía una enseñanza elemental (nuestra actual primaria) en el transcurso de la cual el alumno pasaba por diferentes fases. Primero era necesario conocer y aprender a manejar los dos instrumentos básicos de la escritura: la tablilla y el cálamo. Las tablillas de arcilla blanda eran el material óptimo para un estilo de escritura basado en la incisión. Las tablillas podían tener múltiples formatos, según la función a que se destinaban. El tamaño más frecuente era el que se adaptaba a la palma de la mano de un niño, de 4-5 por 5-6 centímetros, con forma redonda, cuadrangular, redondeada o alargada.
Adquirida la soltura necesaria, era el momento de practicar con la copia de nombres propios y de palabras agrupadas en listas de léxicos (primero sólo en sumerio, pero a partir de unos dos mil años a.C. también en acadio). En la siguiente fase ya aumentaba la dificultad, pues era necesario conocer y aprender los diferentes valores de los signos. Después se podía ir más allá con una especialización en diferentes materias hasta convertirse en experto, adivino, exorcista, sacerdote, lector, arquitecto o profesor.
Completada su educación, los escribas empezaban a desempeñar diversas tareas profesionales. Se los podía encontrar en cualquier ámbito de la sociedad, desde los templos y los palacios hasta las casas particulares, en el campo o ejerciendo de diplomáticos o comerciantes en cualquier ciudad.
Hasta la fecha se han encontrado en Mesopotamia más de medio millón de textos escritos sobre tablillas, lo que es muy poco teniendo en cuenta que estamos hablando de un período de al menos tres mil años de historia en el que se sucedieron varias civilizaciones. Por supuesto, aún no se ha descubierto todo, pero aunque fuera así, seguiría siendo poco, ya que la escritura no fue (ni lo es aún) capaz de sustituir al sistema de comunicación por excelencia: la transmisión oral.
Así pues, tenemos las siguientes fechas aproximadas de origen para la escritura: Mesopotamia 3.100 a.C.; Egipto 3.100-3.000 a.C.; Creta 1.750 a.C.; China 1.200 a.C.; América Central, 900 a.C. Sobre la base de esta cronología, parece lógico suponer que la idea de la escritura se difundió poco a poco desde Mesopotamia a otras culturas.
En cuanto a la aparición de los idiomas, el origen del alfabeto se cree que comenzó en el antiguo Egipto, cuando la escritura tenía ya más de un milenio de existencia. El primer alfabeto que se conoce surgió alrededor del año 2.000 a.C. y se deriva de una adaptación alfabética de los jeroglíficos egipcios. Hoy, casi todos los alfabetos del mundo descienden directamente de este primer alfabeto, o se inspiraron en su diseño.
La primera escritura puramente alfabética se cree que se desarrolló alrededor del año 1.850 a. C. por obreros semitas establecidos en el Sinaí, dándole a las glifos (proto palabras) egipcios valores fonéticos de su lengua semítica. Durante los cinco siglos siguientes, esta escritura se extendió hacia el norte, y todos los alfabetos posteriores en todo el mundo descienden de ella, o han sido inspirados por alguno de sus descendientes.
Los alfabetos fenicio y arameo, al igual que su prototipo egipcio, representaban sólo las consonantes, que aparecieron antes que las vocales. En el siglo VIII a.C. los griegos ya habían adoptado el alfabeto fenicio y lo habían adaptado a su propia lengua, creando así el primer alfabeto “auténtico”, en el que las vocales tenían la misma importancia que las consonantes.
Después de probar escribir la escritura de derecha a izquierda, los griegos optaron finalmente por escribir de izquierda a derecha –como escribimos hoy– a diferencia de los fenicios, que escribían de derecha a izquierda. En general se considera que los etruscos adoptaron en el siglo VII a.C. la variante occidental del alfabeto griego usada en Cumas, una colonia griega del sur de Italia. En el siglo V a.C., los latinos adoptaron 21 de las 26 letras etruscas originales.
Los latinos adaptaron la letra etrusca F, que se pronunciaba /w/, dándole el sonido /f/, y la S etrusca, que tenía tres líneas en zigzag, la curvaron, dando lugar a la moderna S. Estos cambios produjeron el primer alfabeto latino.
Tras la conquista de Grecia en el siglo I a. C., los romanos empezaron a tomar muchas palabras del griego, por lo que tuvieron que volver a adaptar su alfabeto para escribir estas palabras. Del alfabeto griego oriental tomaron la Y y la Z, que se añadieron al final del alfabeto. Ahora, el nuevo alfabeto latino contenía las siguientes 23 letras: A B C D E F G H I K L M N O P Q R S T V X Y Z.
La U se desarrolló cuando la gente comenzó a utilizar la U redondeada para referirse a la vocal u y la V puntiaguda para referirse a la consonante V. Finalmente, la J comenzó como una variante de I, que añadía una larga cola a la I final de una serie. La gente empezó a usar la J para el valor consonántico y la I para vocal ya desde el siglo XV. Podemos estimar que el proceso de creación y desarrollo del lenguaje escrito duró unos 3.500 años; y que se haya adoptado el alfabeto latino para escribir tantas lenguas, que fue el resultado directo de la cristianización de Europa Occidental.