La vida es prestada
- ¡Doña Tuberculina está en punto y coma!
- ¡Doña Tuberculina está en punto y coma!
- ¡Está internada en el sanatorio “La villa Encantada”! ¡Está internada desde anoche…!
La voz se corrió por nuestro barrio como reguero de pólvora en boca de los vecinos y, desde allí, la noticia trascendió a la ciudad.
En realidad, doña Tuberculina, antigua dama y vecina nuestra, no estaba en “punto y coma”. Simplemente estaba “en coma”; aunque estar en coma no es nada simple, valga el juego de palabras.
Desde que se conoció la noticia, el sanatorio “La villa encantada”, de la ciudad de Posadas, fue recibiendo casi en forma de malón a los innumerables amigos y conocidos de la enferma, quienes concurrían al lugar no tanto por generosidad y altruismo, sino para tratar de ser los primeros en conocer “las últimas palabras” de una mujer que en su vida había dejado casi sin palabras a toda una comunidad, tan charlatana era y tan conocedora de los pormenores de la vida de cada uno de los vecinos.
De alguna manera, tal vez con soborno de por medio, los curiosos pudieron introducir a un infiltrado en proximidades de la sala de terapia, a la que tenían acceso solamente los familiares más íntimos de la comatosa mujer, para lograr enterarse del último mensaje de la dama, ante la triste evidencia de que el final era inexorable.
Dentro de la sala, Tuberculina agonizaba y los médicos ya la habían desconectado de toda tecnología para permitirle una muerte más cómoda, si es que esto fuese posible, ya que la muerte no sabe de comodidades ni de incomodidades. Ella se lleva lo que es suyo en el momento justo, ni un segundo antes, ni un segundo después de lo que está determinado en las profundidades del arcano.
A las 11,05 del día 4 de junio del año 2006, doña Tuberculina abrió los ojos con dificultad y tal vez pudo observar los rostros angustiados de sus familiares más íntimos que la rodeaban transidos de dolor.
Luego de un “revoloteo de ojos” la enferma, con un supremo esfuerzo, volteó la cabeza hacia su derecha y con voz muy clara dijo:
- “La vida es prestada”, y de inmediato, cerró los ojos…
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Pocos minutos tardó la noticia en llegar al lugar donde el público se reuniera para enterarse de las últimas palabras. El soplón de las inmediaciones de la sala de terapia cumplió fiel y rápidamente con su cometido.
- ¡La vida es prestada! ¡La vida es prestada…! Esas fueron sus últimas palabras.
- Tal vez haya sido una sentencia admonitoria. Tal vez una advertencia decían todos casi a coro por los pasillos del sanatorio…
La noticia no tardó en expandirse por toda la ciudad causando sensación en los vecinos, entre los cuales se destacaban los falsos adivinos e interpretadores de pacotilla que trataban de explicar el verdadero sentido del mensaje. Mil y una explicaciones se dieron, cada cual más fantasiosa que la otra.
Pero lo que ningún adivino del barrio pudo imaginar, es que las palabras pronunciadas por la “moribunda” en realidad no fueron sus últimas palabras pues a los pocos minutos de pronunciarlas y de reclinar la cabeza la enferma se recuperó en plenitud de su preocupante estado, y a los pocos días fue dada de alta de “La Villa Encantada”, vivita y coleando.
Desde entonces, doña Tuberculina sigue haciendo de las suyas con su lengua, contando todo lo que sabe e insinuando lo que no sabe. Ella imagina (y acierta siempre) cómo pudo haber sido tal o cual circunstancia que involucre a algún vecino, y desparrama la información a los cuatro vientos con absoluta precisión y detalles. “No hay nada que la pare”, dicen los vecinos.
“La vida es prestada”, se dice en el barrio cuando se habla de doña Tuberculina o se padece de algunos de sus “sutiles comentarios”.
Y, es evidente que la vida, o la muerte, le han prestado a la dicharachera mujer un tiempo más que importante para seguir dedicándose a las noticias que, de manera permanente, mantienen en vilo a todos quienes tienen la suerte, o la desgracia, de caer en el influjo de su lengua.
Luis Ángel Larraburu
El relato es parte del libro El plato volador de Liberato Sotelo. Larraburu ha publicado además “A mis amigos… Los duendes”; “El Monje Negro”, “En los pagos del Oro verde” y “Sobre duendes, mitos y leyendas” entre otros.