La opinión de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina por Nuestros Derechos (Ammar)

“Yo elijo trabajar de puta como otra persona eligió trabajar de maestra”

Georgina Orellano habló de la violencia institucional que sufren quienes trabajan en la calle y defendió a la prostitución como medio de vida y sostén de miles de familias
domingo 24 de abril de 2022 | 6:05hs.
“Yo elijo trabajar de puta como otra persona eligió trabajar de maestra”
“Yo elijo trabajar de puta como otra persona eligió trabajar de maestra”

La prostitución sigue generando debate cada vez que surge la idea de regular el trabajo que realizan las personas que cobran por satisfacer los deseos sexuales de otros. Las discusiones empiezan al momento de definir como trabajo al acto de vender servicios sexuales, porque en una vereda se ubican los que dicen que no se trata de un trabajo, sino de una forma de violencia contra las mujeres, mientras que desde la otra defienden la idea de encuadrarla como una actividad más del mundo laboral.

Esta última posición tiene como principal exponente a Georgina Orellano, a quien no le ofende que la llamen puta. “Es mi trabajo. Es lo que aprendí a hacer en la vida. Me siento orgullosamente puta y lucho para que nuestra actividad sea reconocida como un trabajo”, explicó esta mujer de 36 años que desde los 19 ejerce la prostitución como medio de vida.

Orellano es la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina en Acción por Nuestros Derechos (Ammar), que nuclea a 6.500 personas afiliadas que eligieron ejercer la prostitución como forma de trabajo con la que sostienen a sus familias.

Este matutino habló con la sindicalista para entender la mirada de los que definen la prostitución como una forma de trabajo.

“El ejercicio del trabajo sexual actualmente en nuestro país no es un delito, pero tampoco es una actividad permitida y regulada como un trabajo formal. Hay un vacío legal que nos hace invisibles para la legislación argentina y esa es una de nuestras luchas”, explicó Orellano.

Seguidamente destacó que, como consecuencia de esa falta de una ley que regule el ejercicio de la prostitución, “nuestro trabajo está fuertemente criminalizado. Porque al no ser reconocido como tal, por ejemplo, no nos podemos parar en una esquina porque enseguida viene la policía y con el pretexto de las contravenciones, como prostitución escandalosa o peligrosa, nos maltratan, coimean y hasta nos pueden llevar detenidas a las comisarías”.

Seguidamente explicó que “la peor violencia que sufrimos las trabajadoras sexuales es la institucional de parte de las fuerzas policiales. Todas las compañeras que se acercan a nuestro sindicato padecen la misma historia de maltrato por parte de la Policía. Y eso pasa en Misiones, en Buenos Aires y en todo el país. Por eso es importante sacar esta actividad laboral de la clandestinidad y regularla como un trabajo para alejarla de todos los abusos que recaen sobre nuestros cuerpos”.

“Mantenemos familias”
“El 80 por ciento de nuestras afiliadas son sostén de familia. Eso quiere decir que con la plata que ganan trabajando de putas mantienen a sus hijos, pagan la luz, el alquiler y lo que les alcanza para la heladera”, argumentó Orellano.

Pero inmediatamente explicó que, a diferencia de otros trabajadores, “nosotras no tenemos ningún derecho laboral, no tenemos obra social, vacaciones ni aportes para cuando seamos mayores y necesitemos una jubilación”.

En ese sentido, explicó que desde hace años se presentaron al Congreso de la Nación muchos proyectos de ley para legalizar la prostitución y sacarla del mundo de la oscuridad, donde todos saben que existe, pero prefieren no verla. Pero ninguna de las iniciativas prosperó porque, según Orellano, “la postura del abolicionismo aplasta cualquier posibilidad de un tratamiento legislativo”.

“Es tan triste como real. La gente se escandaliza porque ve una trabajadora haciendo unos mangos en la esquina, pero nadie se escandaliza si en la casa de esa mujer no hay dinero para el pan de sus hijos”, destacó la entrevistada.

En esa parte del diálogo, Georgina ablanda el tono de su discurso combativo y hasta se permite mostrar el dolor en sus ojos. “La sociedad nos juzga. Nos señala. Nos discrimina. Y creo firmemente que lo hace desde una cultura machista, clasista y moralista. Pero si se pudiesen correr de esos prejuicios, nos verían como lo que somos, trabajadoras que, como todos, queremos subsistir en un país cada vez más empobrecido”.

Por otro lado, la referente adelantó que desde Ammar están trabajando en la redacción final de un proyecto de ley “que vamos a presentar este año al Congreso de la Nación para regularizar nuestra situación como sujetos de derecho y como trabajadoras que requerimos del Estado lo que constitucionalmente todo habitante de este país tiene derecho a ejercer”.

La sindicalista explicó que el proyecto de ley “busca legalizar el trabajo sexual para alejarlo de las sanciones que pesan sobre nuestra fuente laboral, que deje de ser vista como actividad criminal, sacar a la policía de nuestras vidas y a nuestra actividad del código penal”.

“Yo elijo trabajar de puta”
Orellano criticó fuertemente la idea de asociar la prostitución con la trata de personas.“Son dos cuestiones bien diferenciadas: la prostitución es un trabajo que muchas personas elegimos y la trata es un delito”.

Seguidamente explicó que “muchas veces cuando se piensan políticas públicas desde los estados, se piensa en la trata de personas y la verdad es que no es real que todas las prostitutas seamos victimas de la trata. Seguramente ese delito existe y está bien que sea penalizado, pero la prostitución como trabajo elegido por una persona es otra cosa”.

Orellano se quejó porque “por esa confusión, todas las políticas públicas están pensadas en modo rescate. Porque fueron diseñadas por personas que no conocen nuestra actividad y se piensa que las prostitutas no queremos trabajar de putas y ese es el principal error. Yo elijo trabajar de puta como otra persona eligió trabajar de maestra o de albañil”.

“Se criminaliza a la puta pobre”
Orellano dijo que también hay una mirada clasista sobre la prostitución. “La trabajadora sexual pobre que trabaja en la esquina de un pueblo o en la avenida de alguna ciudad sufre todos los prejuicios sociales porque en el fondo se está criminalizando a la pobreza. En cambio, la que ofrece un servicio vip queda fuera de esa mirada y es aceptada porque no es pobre”.

En este punto explicó que “la prostitución vip siempre existió y hoy vemos que cada vez más personas se animan a ofrecer sus servicios sexuales en distintas plataformas. Muchas veces mujeres que también tienen otros trabajos y vieron que pueden generar ingresos vendiendo contenidos sexuales o explotando sus capacidades eróticas, por ejemplo, a través de videollamadas”.

Según Orellano, “estos servicios, que también son trabajos sexuales, no sufren el acoso de la Policía ni la discriminación de los vecinos. En cambio, a la pobre laburante que se para en una esquina a esperar al cliente le cae todo el peso del estigma que hay sobre los sectores populares”.

“Hay muchas mujeres famosas de los medios de comunicación y modelos que venden sus fotos o videos a quien se las pueda pagar. Eso es claramente un trabajo sexual. Pero ahí no hay condena social porque no hay pobreza. Es más, a veces esas mismas personas que condenan a la puta de su barrio, consumen y aplauden a estas otras trabajadoras sexuales porque hay también una doble vara para medir la prostitución”, cuestionó la entrevistada.

 

En la búsqueda de lograr crear una sede para Misiones

La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina en Acción por Nuestros Derechos (Ammar) fue inscripta en la Inspección General de Justicia (IGJ) en 1994. “Fue una lucha fuerte porque la palabra meretrices o puta no forma parte de nuestra legislación, entonces ya empezamos mal, porque ni siquiera desde el vocabulario legal existimos” explicó Orellano.

Pero la lucha es parte de este colectivo social y a pesar del viento en contra siguieron remando contra toda corriente. Hoy Georgina a la sigla Ammar le suma el título de sindicato de trabajadoras y trabajadores sexuales en Argentina, que es reconocido como entidad de base por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).

“No tenemos todavía sede en Misiones, donde estamos tratando de organizar a las compañeras y seguramente en breve lo lograremos. Pero ya tenemos sede en casi la mitad de las provincias argentinas”, explicó.

Luego recordó que “en el 2018 estuvimos en Posadas porque fuimos invitadas por la Universidad Nacional de Misiones a dar una charla sobre trabajo sexual. Compartimos el panel con una compañera trabajadora sexual de esa provincia que también era alumna de esa universidad y contó que cuando comunicó su realidad, después sintió el cambio de trato de sus compañeros y compañeras de la facultad, porque según nos comentó, la mayoría tenía una posición abolicionista. Sufrió mucha discriminación y terminó viniendo a vivir a Buenos Aires”.

En ese sentido explicó: “No es fácil organizar las sedes en las provincias donde hay una mirada social muy estigmatizada sobre el trabajo sexual. Y una mujer, un hombre o un trans que deciden desarrollarse como trabajador sexual recibe rechazo en su barrio, en la escuela de sus hijos, y hasta en la propia familia”.

 

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