Una historia de separación

Cuando la pandemia ayuda a entender que amor y costumbre no son lo mismo

Producto del encierro y la obligación de compartir más tiempo y más espacio juntos, Fernando y Camila entendieron que ya no se sentían bien juntos. Así decidieron darle punto final a su relación
domingo 12 de septiembre de 2021 | 6:05hs.
Cuando la pandemia ayuda a entender que amor y costumbre no son lo mismo
Cuando la pandemia ayuda a entender que amor y costumbre no son lo mismo

Desde que se decretaron las primeras medidas para prevenir el avance del Covid en el país y se estableció la cuarentena, muchas parejas se vieron obligadas a pasar más tiempo juntas y esto generó diferencias que pusieron en riesgo la estabilidad de la relación o incluso, en muchos casos, derivó en rupturas y separaciones definitivas.

La pérdida de espacios individuales y el agotamiento por el encierro ha llevado a algunos cónyuges a discutir por nimiedades y esto fue haciendo decrecer la tolerancia. Y el incremento de los roces, las peleas y los desacuerdos, llevaron a que varios tomaran la decisión de separarse.

“No creo que la culpa haya sido de la pandemia; quizá fue este proceso que vivimos el que nos ayudó a darnos cuenta que no éramos el uno para el otro o que hay cosas que no toleramos del otro y no estamos dispuestos a ceder o dejar pasar por alto. Al principio sí, fue muy difícil y siempre nos echamos la culpa pero ahora considero que esta situación nos ayudó a conocer qué buscamos del otro, qué queremos y qué estamos dispuestos a dar y a tolerar”, contó Camila, quien se separó hace casi un año, aportando su testimonio a El Territorio.

“Hoy estoy bien personalmente y, aunque hay discrepancias legales todavía, creo que a todos nos resultó mejor la separación porque terminamos entendiendo que en realidad ya no queríamos estar juntos”,  agregó destacando que su ex pareja también está mejor, al igual que la pequeña Emma, hija que tuvieron hace unos años. 

Ella y Fernando fueron pareja durante casi 8 años. A los dos años de novios, decidieron convivir. Todo marchó bien durante mucho tiempo; compartían momentos en pareja, hacían tiempo para los amigos, trabajaban y se llevaban bien.

“Pero todo era porque estábamos los dos solos, sin otra responsabilidad que pagar el alquiler y ser respetuosos uno del otro; y obviamente, porque no nos veíamos las 24 horas del día, pese a convivir”, apuntó.

La convivencia era buena y nada rutinaria ya que ella se desempeña como docente y trabajaba de lunes a viernes -mañana y tarde- y Fernando es chofer de colectivos -por lo que sus horarios son aún más complejos y pasaba poco tiempo en su casa.

“No nos veíamos todos los días pero si nos la pasábamos hablando por WhatsApp y cuando estábamos juntos nos llevábamos súper. Cada uno hacía sus planes con amigos por separado o con los que tenemos en común, así como también nos hacíamos un momento para compartir solos. Nos llevábamos muy bien y en parte creo que se daba así porque era poco el tiempo que teníamos solos”, contó.

La relación se siguió consolidando y, cuando llevaban alrededor de 5 años en pareja, llegó Emma, quien les cambió la vida.

Así, decidieron mudarse a un departamento más grande y acomodarse al nuevo rol: ser padres.

“Todo se fue dando de a poquito y de la mejor manera. Sí representó un gran desafío convertirnos en padres porque además del trabajo y las responsabilidades de criar a una hija queríamos seguir con nuestra vida social. Cambiaron las rutinas, los horarios, nos fuimos adaptando de a poco a una nueva vida. Porque todo cambia cuando sos padre, desde lo económico -que influye un montón- hasta la vida social”, reflexionó Camila, quien vive actualmente sólo con Emma.

Con la pequeña en casa, Camila resignó en los primeros tiempos algunas horas de trabajo, renunció al turno tarde y ello conllevó en menos ingresos económicos.

“Dejé todas mis horas de la tarde así la nena sólo iba a la guardería a la mañana, sino se iba a pasar todo el día ahí y no está mal pero no era lo que queríamos”, dijo al tiempo que relató que no podía contar con el padre para su cuidado ya que no manejaba sus horarios semanales y, aunque los días que tenía libres pasaba tiempo con ellas, pero no eran horarios fijos.

Pese a eso, los tres compartían igualmente tiempo juntos. Camila destacó que Fernando siempre fue un padre presente pero, por cuestiones laborales -sobre todo teniendo en cuenta que ella resignó algunas horas de docencia-, él se pasaba muchas horas fuera de casa, para sostener económicamente a la familia.

“Nos acostumbramos así, vivíamos bien y estábamos cómodos. Estábamos organizados. Sabía yo -y también Emma- que papá no siempre estaba en casa y no porque no quería, sino más bien por trabajo. Lo entendíamos y siempre nos llevamos bien con eso, nos acostumbramos... pero fue eso, una costumbre. Hasta que un día llegó la pandemia”, relató haciendo hincapié en que, de no estar muy presente en el hogar, Fernando pasó a convivir las 24 horas del día, los siete días de la semana, durante mucho tiempo con ellas; algo que alteró nuevamente sus rutinas.

Es que, como es de público conocimiento, el confinamiento estricto en las primeras semanas de pandemia suspendió los viajes de larga distancia. Por lo tanto, Fernando cumplió con la cuarentena en su hogar, confinado y sin asistir a su trabajo, ya que su actividad  -en un primer momento- no era de las consideradas ‘prioritarias’.

Así, encerrados y obligados a convivir, sin posibilidades de salir, interactuar con amigos,  despejarse o solamente pasar un tiempo a solas; los conflictos comenzaron a surgir.

Camila señaló que en un principio, cuando sentía tensión o mal humor -de su parte o de parte de su ex-, se encerraba en el baño a pensar,  desahogarse o simplemente para estar un rato a solas. Luego notó que Fernando hacía lo mismo.

“Me di cuenta que llegó un punto en que no nos aguantábamos y nos turnábamos para encerrarnos en el baño y estar a solas un rato. Era el único lugar de la casa en el que nadie iba a entrar o interrumpir”, dijo la mujer contando cómo se fue dando cuenta de la situación que atravesaban.

Las discrepancias surgían por cuestiones comunes como las tareas domésticas, lo que cada uno quería ver en televisión, la invasión del espacio personal,  las disparidades en gustos, entre otras particularidades propias de la convivencia.

“No fue la cuarentena la que nos desgastó, sino que hizo que nos diéramos cuenta de que no había tanto amor entre nosotros, ya sólo era costumbre”, refirió Camila. “Al no pasar mucho tiempo juntos y compartir pocas horas, la relación de por sí se fue desgastando, no compartíamos los mismos gustos, no coincidíamos mucho”, explicó puntualmente al tiempo que señaló que fue ella quien decidió poner las cartas sobre la mesa, charlar con quien fuera su pareja en aquel entonces y juntos ponerle un punto final a lo que vivían.

Para octubre del año pasado dieron por terminada la relación. Ambos coincidieron con la decisión ya que compartían el mismo sentimiento de cansancio y hartazgo hacia el otro.

Hoy, asegura que fue la mejor determinación que pudieron tomar y, aunque existieron -y todavía subsisten desacuerdos y conflictos que actualmente están en manos de la Justicia- el camino tomado fue el más certero.  

 

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