Corte a la navaja para el caballero más exigente

domingo 23 de agosto de 2020 | 18:45hs.
En 1965 Cabrera se mudó a la calle Bolívar casi Junín.
En 1965 Cabrera se mudó a la calle Bolívar casi Junín.
Sonia Benitez

Por Sonia Benitez comerciales@elterritorio.com.ar

Ya casi son las siete y los señores esperan impacientes para entrar al local. Algunos venían a afeitarse antes de ir a trabajar y otros, notaron que un poco de “pelusa” les comenzó a crecer desde la última vez que se cortaron el cabello y necesitan urgente un retoque, con navaja claro, que no dejaba ni un sólo pelo fuera de lugar. Para la “pelusa” hay tarifa especial, pero no importa cuánto dinero se gaste, ni el tiempo dedicado tanto a la cabeza como a la barba, lo importante es estar impecable, a tono con el traje hecho a medida y los zapatos que brillan como el primer día de comprados.

Ya está todo listo. Cabrera ya limpió sus utensilios, se calzó los lentes y el guardapolvo blanco sobre su elegante camisa y corbata. Las herramientas con las que atenderá son importadas, nada baratas. La ferretería Irigaray de Córdoba y Ayacucho era la encargada de traer los elementos de peluquería desde Europa, todo de la mejor calidad.

Son las siete en punto, los señores ya pueden ingresar. La prolijidad no se discute. Y la exigencia hacia el oficial está a la orden del día. Primero se sentó Pedro, luego fue el turno del juez, más tarde llegó el escribano Alterach y tras corte y corte se hicieron las 19.30. Fue un día de mucho trabajo, como todos los anteriores y los que se vendrían.

El empujón de Rolón
A fines de los años 40 Nemesio Rolón, cuñado de Gabriel Cabrera, invitó al hermano de su esposa a trabajar con él: “Yo tenía un hermano en la Tienda Buenos Aires -dijo Cabrera- él trabajó ahí más de 40 años y quería que yo también trabaje en la Tienda Buenos Aires, ya me estaba preparando para trabajar ahí. Pero después Rolón me dijo: ‘vení a la peluquería a aprender’, me convenció y yo me iba todas las noches a cortar el cabello a los lustrabotas, gratis, para practicar. A los que venían yo les cortaba” recordó Cabrera.

Así que el joven decidió intentar, primero como cadete en la peluquería de Colón casi Sarmiento para luego comenzar a aprender. “Los muchachos hacían cola a la noche para cortarse con él”, acotó el hijo del peluquero.

“Yo comencé en la peluquería de Rolón como aprendiz, hacía los mandados y hacía limpieza, pero también trabajaba en otro lado, entonces a las 19.30, cuando Rolón cerraba la peluquería, yo iba, él se quedaba conmigo y yo cortaba el cabello. Rolón me miraba, enseñaba y me mostraba cómo había que hacer los cortes. Ni bien se hacía la nochecita ya había como diez personas esperando, les cortaba hasta las 12 o las 1 de la madrugada. Me iba todas las noches a practicar y en el año 52 me dijo ‘vení, quedate, ya te ganaste tu sillón’, yo tenía unos 23 años”.

Y cuando ya las técnicas estaban bien aprendidas, fue el momento de ser uno de los nueve flamantes oficiales de la peluquería Rolón. “No existía la peluquería unisex en ese entonces”, recordó Roberto Cabrera, hijo de Gabriel. Trece años pasaron desde ese primer día de trabajo, donde nunca faltó el perfeccionamiento en la profesión.

“Antes se iban a Buenos Aires a aprender y capacitarse con los maestros que venían de Europa, no era así nomás, los eventos que hacían eran muy importantes, el peluquero tenía mucha categoría en ese entonces”, comentó Roberto, en tanto que el peluquero recordó: “Yo habré ido a Buenos Aires como quince veces. Los profesores venían de Europa a enseñar, un francés vino a Buenos Aires, a Corrientes y a Posadas también. Era muy importante. Antes para empezar a trabajar teníamos que participar de esos lugares donde te enseñaban, era muy exigente”.

Trabajo de calidad
Los clientes eran exigentes y por eso la formación del peluquero de la Posadas del siglo XX debía ser muy estricta. Al trabajo arduo se sumaba la dificultad para moverse desde Santa Catalina y Tacuarí al centro de la ciudad. “Yo estoy en el barrio desde el 54 y acá había todo espinillo, las calles eran de tierra. Había dos casas más nomás. Esta parte no se transitaba, andaban los carros con caballos. Yo tenía moto y con eso me movía, pero este barrio era lejos del centro en ese entonces” rió Cabrera.

Los años fueron pasando y llegó el momento de animarse y “largarse solo”, allá por 1965. Su nuevo local era un tanto estratégico, porque se encontraba frente al entonces Hotel de Turismo, en Bolívar casi Junín, en una zona de mucho tráfico, ya sea por el movimiento intenso de posadeños, o por la llegada de turistas al alojamiento de enfrente.

“Una vez llegó a la peluquería un hombre de España, uno de los militares de la época. Vino todo uniformado, con todas las condecoraciones y se alojaba en el Hotel de Turismo. Estaba lleno de guardias, llenó la cuadra de guardias. El movimiento de la peluquería era mucho, estaba lleno todo el día. Fueron muchos los clientes, Losada, Ayrault…”

A sus 92 años Cabrera no podría hacer una lista de personas a quien atendió. Muchas personalidades reconocidas de la ciudad y de la provincia confiaban en sus manos, que durante 41 años trabajaron en calle Bolívar.

Fue en el año 2006 cuando resolvió mudar la peluquería a su vivienda y el año pasado decidió que era momento de retirarse. De todas maneras este martes celebrará el Día del Peluquero, bien merecido luego de más de 60 años de trabajo.

“Hay que saber manejar la navaja, no es fácil”, acotó Roberto, que mencionó que a pesar de su retiro, hasta el día de la fecha su padre recibe la visita de clientes que piden un corte a la navaja estilo americano.