Viernes Santo silente

sábado 11 de abril de 2020 | 5:00hs.
En la adoración de la cruz, el obispo descubrió el crucifijo en tres etapas.
En la adoración de la cruz, el obispo descubrió el crucifijo en tres etapas.
Con un llamado al silencio reflexivo y a vivenciar la cruz desde la solidaridad y el auxilio a los que sufren, ayer Viernes Santo, la Iglesia Católica celebró La Pasión del Señor, sin fieles, en cumplimiento del aislamiento social establecido por la pandemia de Covid-19.
En una Semana Santa especial, con misas a puertas cerradas y sin masivas procesiones ni acompañamiento en los vía crucis debido a la situación epidemiológica por coronavirus, la feligresía siguió ayer la Liturgia de la Palabra por televisión y redes sociales.
En la Catedral de Posadas, la celebración de Viernes Santo fue presidida por el obispo Juan Rubén Martínez y acompañó el párroco Luis Alonso Freiberger, otros sacerdotes y seminaristas. Como es habitual, comenzó a las 15, hora en que se sitúa la muerte de Cristo, y fue sin público y con transmisión por el canal oficial.
Las campanas repicaron en la ciudad de calles desiertas y el silencio solemne se extendió a los hogares. A las primeras lecturas le siguió el relato de la Pasión según San Juan.
Luego, el padre Freiberger en su homilía se refirió al significado de la cruz en la vida de un cristiano: “Delante de nosotros, en esta tarde santa, se levanta una cruz. Cruz que se levanta en medio de nuestras cruces y que nos muestra una gran verdad. El Dios en el que creemos padece con nosotros”.
Y siguió “la cruz nos recuerda que Dios sigue padeciendo en nuestros asentamientos la falta de una vivienda digna, en tantas mujeres golpeadas con la violencia. La cruz nos recuerda que Dios sigue sufriendo en la vida de tantos niñas y niños que padecen abusos de nuestra sociedad, en tantos adultos mayores abandonados por sus seres queridos, manoseados por políticas mezquinas”.
“La cruz -aseveró- nos recuerda hoy que Dios sigue padeciendo en la vida de tantos trabajadores cuya situación laboral es precaria, que sigue padeciendo en la carne de tantos jóvenes que, sin la esperanza de un mundo mejor, están sumergidos en la droga, en el alcohol, en la violencia, que padecen la muerte que solo es capaz de sembrar el narcotráfico entre nosotros y su hermana la corrupción”.
En otro tramo de su mensaje expresó “la cruz nos invita a asumir en nuestras vidas las cruces de tantos hermanos nuestros. Tendremos que ser capaces de ver a esas cruces en el rostro, en la piel de los que están al lado. En su sufrimiento, en su soledad y abandono. De qué serviría besar esa cruz si no despertamos en nosotros sentimientos de ternura y de amor a la vida de quienes están con nosotros”.
Y por último instó: “Nunca seamos como Pilatos y nos lavemos las manos frente al dolor de los hermanos”.
Las celebraciones de Semana Santa continúan. Hoy Sábado Santo es la Vigilia Pascual a las 19 y mañana, la misa de Pascua será a las 11, ambas ceremonias se podrán ver en vivo por Canal 12.
Además, las iglesias de los barrios transmiten también las misas por streaming.


El Papa rezó al Cristo milagroso

Ayer, el papa Francisco salió por primera vez a hablar en medio de la pandemia por el coronavirus, que tiene en vilo al mundo entero. Bajo la lluvia y en una plaza San Pedro vacía, el sumo pontífice presidió en el Vaticano la celebración en compañía del Cristo milagroso.
Se trata de una figura majestuosa, de un Jesucristo que yace en la cruz, que fue retirada de su altar, en la Iglesia de San Marcello al Corso, y colocada en la plaza San Pedro para el discurso.
Lo significativo del hecho es la historia que trasciende a la figura: en 1519 un incendio azotó a la iglesia quemándola por completo; sin embargo, al día siguiente, el crucifijo fue encontrado intacto. Tres años después, en 1522, durante la pandemia de la Peste Negra, la misma figura procesionó por Roma, desde su iglesia hasta la Basílica de San Pedro, en un viaje de 16 días, para terminar con la enfermedad.
“Esta tarde (ayer) me gustaría confiar a todos al Señor; bendice al mundo, da salud al cuerpo y consuela los corazones”, oró el Sumo Pontífice durante la bendición Urbi et Orbi. “Dejemos que el Señor reavive la esperanza”, cerró.