El mundo está loco… loco… loco (XIV)

domingo 05 de mayo de 2024 | 6:00hs.

Hoy me ocuparé de la batalla final, librada por el Partido Comunista Chino, para alcanzar los objetivos múltiples de una revolución que parecía languidecer producto de sus errores. Recuerdo las polémicas que se suscitaron en todo el mundo en los partidos comunistas oficiales y algunos movimientos por la adhesión a la URSS y su política de socialismo en un solo país vs. la revolución china, basada mucho más en el campesinado y en una serie de transformaciones permanentes. En realidad, el punto de partida de ambos procesos fue diferente. De allí que China, en los primeros tiempos, aceptó cierto tutelaje ruso hasta que se impuso la idea de la necesidad de adaptación de las teorías fundamentales del marxismo leninismo, a las condiciones históricas concretas de cada realidad. La alianza chino-soviética tuvo su auge entre 1950 y 1957, aproximadamente. El año de la ruptura fue 1960. Veamos cuáles fueron los pasos de estas adecuaciones. En primer lugar, el derrocamiento del último emperador, luego de siglos de dominio de las dinastías mencionadas en el artículo anterior, se pasaba, por primera vez en su historia, a un sistema republicano. Pero la primera presidencia a cargo de Sut Yan Sen, sólo duró dos años. Comenzaron ciertas luchas palaciegas y finalmente se impuso una corriente que se pretendía multipartidaria, pero que estaba controlada por un nacionalismo pro-occidental. En 1921, surge el partido comunista con el liderazgo de Mao y sus más fieles seguidores, Chou en Lai y Limpiao, entre unos pocos más. El partido empezó a crecer y adquirir arraigo en las masas campesinas, que comenzaron a seguirlo y a organizarse. Era imposible adoptar un modelo similar al de los soviets, ya que no había proletariado ni soldados y pocos intelectuales. El partido era esencialmente revolucionario y puso en marcha la revolución sin pausas durante la cual ya se inició una reforma agraria. Muy pronto este proceso derivó en la creación de un ejército en oposición al poder militar oficial del lado del Kuomintang. Voy a resumir aquí lo fundamental por razones de espacio. China sostuvo una guerra defensiva y ofensiva contra Japón en la que primero perdió Manchuria para recuperar luego con la derrota de Japón en la segunda guerra. Ambos bandos de la política china se unieron para derrotar a Japón. Pero luego se desató una guerra civil que culminó con el triunfo comunista, el ascenso al gobierno de  Mao, quien gobernó hasta su muerte en 1976, y la huida masiva del Kuomintang liderado por Chiang Kai shek a la isla de Taiwán, cuya soberanía en juego constituye hoy una conflicto muy peligroso. Lo veremos más adelante. El gobierno de Mao, que se inicia en 1949, tuvo dos logros importantes: consolidar la reforma agraria barriendo con los restos feudales y solucionar en gran parte el problema de las hambrunas que producían verdaderos estragos desde siempre. Pero la economía y la industria no crecían al ritmo esperado. Fue así como lanzó dos programas de reformas sucesivas: el gran salto adelante y la revolución cultural (ambos entre 1958 y 1962). Uno era fundamentalmente económico y el otro ideológico y simbólico.

En el primero se pensó que el desarrollo de la agricultura necesitaba una fuerte colectivización rural y la creación de miles de comunas campesinas para impulsar un trabajo cooperativo. Esto fue un fracaso con serias consecuencias entre los habitantes rurales. La segunda reforma, destinada a combatir férreamente las desviaciones ideológicas y las claudicaciones burguesas se vio ensombrecida por el fanatismo y los excesos, muchas veces brutales. A la muerte de Mao el poder generó una serie de conflictos y luchas. Su figura nunca fue cuestionada, pero sí su círculo más cercano. Así llegamos, un poco a los saltos, al gobierno de Deng Xiaoping.

Era un prestigioso intelectual que había padecido los embates de la revolución cultural. No es posible entender la China actual sin comprender que sus ideas se transformaron en una segunda gran revolución que iba a llevar al país a su situación actual. Deng había viajado de joven a Europa y tenía amplios conocimientos de los problemas mundiales. Luego de la muerte de Mao se convirtió en el referente intelectual más importante del politburó del partido. Adoptando las ideas centrales de Chou Enlai sobre cuatro modernizaciones necesarias para salir del atraso, agregó a esta propuesta cuatro principios políticos y filosóficos irrenunciables. Las modernizaciones se referían a: agricultura, industria, ciencia y tecnología y defensa. Y los principios eran: vía socialista, dictadura del proletariado, gobierno del partido comunista chino y pensamiento de Marx, Lenin y Mao. Combinando estos seis factores, China saltó realmente hacia adelante. Saco de la pobreza a 500 millones de personas en tiempo récord, se abrió al mundo, salió a competir, realizó numerosas innovaciones tecnológicas, etc. Logró ensamblar la propiedad privada bajo la hegemonía de la pública, con la propiedad colectiva de los medios de producción, consiguió el apoyo de seis partidos minoritarios de corte occidentalista, permitió inversiones extranjeras y, a su vez, realizó operaciones financieras en África y Asia y luego se fue extendiendo hacia el resto del mundo. Hoy es la segunda economía del mundo y su poder inquieta y preocupa a las potencias occidentales. Es importante señalar que su máxima aspiración internacional es defender a toda costa la paz. Sólo te interesa seguir poniendo su esfuerzo en el crecimiento “a tasas chinas” de su poderío económico. Pero al mismo tiempo se preparó para enfrentar cualquier agresión, como es, por ejemplo, la intervención de EEUU en Taiwán, tierra revindicada como parte de su soberanía irrenunciable.  También, opera en otras partes del mundo en apoyo de ciertos gobiernos y movimientos sociales. Estratégicamente, su alianza con Rusia, luego de antiguos desencuentros y conflictos la ha fortalecido en muchos aspectos. Hoy China está en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la OMC, y otras instituciones internacionales. Es sin dudas, en la actualidad, un protagonista insustituible. Hasta la próxima,.

Por Roberto Carlos Abínzano
Profesor Emérito Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales Universidad Nacional de Misiones

¿Que opinión tenés sobre esta nota?