La importancia de mantener la ilusión y acompañar en el juego

El respeto es uno de los primeros aprendizajes de un niño, una niña. Respeto a mí mismo, hacia el otro, hacia el ambiente donde me desenvuelvo, hacia la naturaleza. Identificar las emociones es otro. Aunar lo que me provoca alegría o felicidad con el respeto, en tanto es una equilibrio que buscaremos toda la vida. Sin embargo, si apuntalamos a los más pequeños desde sus primeros pasos, ayudaremos a que la balanza esté nivelada.

Tal como arrancó explicando la profesora en educación especial Cintia Krijanosky, intereses y valores se van construyendo desde la infancia. Por ese motivo, “para mantener la conexión con el sentido espiritual de esta época, tenemos que trabajar de antemano y vincularlo con la experiencia del niño”.

Maestra en Ñemity, centro de apoyo a la infancia, Cintia marcó que “la vida cotidiana es ámbito fundante”.

“Tenemos que aprovechar la cotidianeidad para cultivar valores y motivaciones. Porque al experimentar determinados valores, podemos comprender su sentido y así se convierten en recursos que nos direccionan”, completó.

Una vez más, el juego, la charla activa, el prestar atención, el estar presente marcará la diferencia y abrirá un mundo de posibilidades en la relación entre adultos y pequeñines también en estas fiestas.

“El hecho de generar experiencias junto a nuestros hijos, probablemente nos de también más oportunidades para dialogar con ellos e ir conociendo sus intereses y gustos y entender qué los mueve”, sumó la especialista formada en pedagogía Waldorf.

Ilusión de la buena
Estimular la ilusión de los infantes es clave para desarrollar su fortaleza, su creatividad y una forma de ver el mundo con buenos ojos, lejos del pesimismo.

Según explicó Krijanosky, la fantasía es inherente a la infancia y debe ser preservada por los adultos porque permite la ensoñación necesaria para el desarrollo infantil.

De este modo, con las fiestas cargadas de simbolismo mágico, la profesional manifestó oportuno priorizar y saber elegir “qué historias contar, qué anécdotas mencionar para darle preparación a lo que se compartirá y a las actitudes que nosotros manifestamos”.

Con ese norte, creyó necesario educar en valores y cuidar la fantasía, para descubrir qué intereses profesan los chicos y poder acompañarlos mejor.

Así, los pedidos que aparezcan o las actitudes frente a lo que se recibe serán de acuerdo a qué consideran importante o valioso.

“Replantearse el consumismo, es necesario”, sentenció. “Y va de la mano con replantearse cantidad y calidad de tiempo compartido, de diálogo, de reflexión, de juego, de presencia...”, agregó.

En definitiva, como en todo ámbito de la vida, la experiencia mágica dependerá también del proceso educativo que se haya vivido y “que los niños disfruten de ese obsequio tiene mucho que ver con la posibilidad de compartir con nosotros y del modelo de adulto que somos”.

Más allá del nivel de plástico, el juguete de moda o el bolsillo, lo que permanece es la posibilidad de una vivencia compartida.

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