La guerra de los yaguaretés

domingo 19 de febrero de 2023 | 3:04hs.
La guerra de los yaguaretés
La guerra de los yaguaretés

 

Ñanderú el que habita más allá del tiempo, amó tanto su creación que dio vida a una criatura divina, la llamó “Yaguareté”. Desde lo alto miró su obra y no podía dejar de asombrarse con la belleza del hermoso felino. Miles de años después llegaron del otro lado del océano los nuevos hombres, que codiciosos e inconscientes, no respetaron la divinidad del animal y se asentaron en sus tierras destruyendo todo su hábitat.

Ajenos a los designios de Ñanderú y a lo que les deparaba el destino, los hombres y mujeres no supieron ni vaticinaron que una noche de luna llena y en los alrededores de las imponentes “Cataratas del Iguazú”, su final, estaba muy cerca. Los animales, aves e insectos fueron convocados por el anciano “Rey Jaguar”.

Llegaron desde muy lejos para presenciar el “Gran consejo de los animales” y miles de especies se reunieron en un claro del monte. Observaron a su anciano líder; ya casi no tenía dentadura, su piel amarilla rojiza que antes relucía esplendorosa con las hermosas rosetas oscuras, ahora estaba opaca. Trepó una gran roca y con gran dificultad comenzó a balbucear lo que sería su discurso. Para que los presentes hicieran silencio improvisó un feroz rugido pero solo emitió lo que pareció ser el maullido de un pequeño gatito. Los presentes se miraron entre sí desconcertados. El Rey, avergonzado y disimulando lo mejor que pudo comenzó a decir:

─Hermanos, sean bienvenidos, nos hemos reunido para tratar de manera urgente nuestra extinción, los humanos han contaminado montes, ríos y arroyos. Han deforestado nuestras selvas y provocado el cambio del clima.

Los monos, cuatíes, zorros, tucanes, loros, jabalíes, tortugas, yacarés, insectos, árboles y hasta los peces que asomaron sus cabezas en el arroyo cercano, al oírlo permanecieron en silencio, luego al unísono respondieron:

─ ¿Y qué piensa hacer usted?, es un anciano su Majestad, ya no tiene la fuerza necesaria para dirigirnos a una guerra. ¿No será hora de que se retire Señor?

─ Muy cierto, muy cierto, ni dientes tiene, su Majestad, dijo un Zorro burlón.

Las palabras del atrevido cuadrúpedo provocaron la risa de todos los presentes.

Al oír a sus súbditos el Yaguareté pegó un gran salto desde la roca donde se había encaramado, pero como ya no era tan ágil como antes, se despatarró en el suelo lo que provocó en los animales estruendosas carcajadas; las Tortugas hasta quedaron patas para arriba de tanto reír. El Rey, enfurecido, continuó con su discurso, pero ya nadie prestó atención a las tantas verdades que decía:

─Debemos hacer algo ahora, debemos advertir a los humanos de que llegó la hora de un cambio, si no nos escuchan, los obligaremos. Con estas palabras finalizó su discurso.

Con pena, el anciano Jaguar, así como llegó, desapareció en la espesura de la selva. Con las pocas fuerzas que le quedaban y para olvidar el agravio de los animales corrió como nunca antes lo había hecho. Las lágrimas corrían por sus mejillas y mientras la inmensidad de la selva lo envolvía pensaba: “Soy un anciano fracasado”.

Su Hija, una enorme tigresa, como es costumbre de los yaguaretés se encontraba en lo alto de un árbol observando todo lo que tenía a sus pies. Extrañada, vio a su padre pasar a toda velocidad. Preocupada, bajó sigilosamente del árbol y lo siguió.

Esa noche, cruel destino, para su desgracia el Rey Jaguar eligió mal su camino “el que habían construido los hombres”, lo atravesó y trágicamente, fue atropellado por un enorme camión. Su hija al borde del monte y a unos metros de su padre, presenció, horrorizada el accidente. La escena era muy cruda y triste, el Jaguar tirado en la cinta asfáltica, su cuerpo todo ensangrentado, desfigurado.

La tigresa sin pensarlo lo tomó entre sus brazos y, desesperada rugió: ─ ¡Papá, por Dios, que te hicieron! y con un hilo de su voz el Rey respondió:

─Hija mía, mis ojos son felices de verte. Recuerdo el día que naciste, me hiciste tan dichoso, eras tan fuerte y hermosa. Debes… frenar a los hombres, ellos no pararan hasta exterminarnos por completo. Debes comenzar la guerra. Los hombres a ti te respetarán y, lograrás cambiar el curso de nuestra historia. “Te quiero tanto hija…”

Estas fueron sus últimas palabras, el majestuoso Jaguar, Rey de la selva, entre los brazos de su amada hija, dio su último suspiro.

La Yaguareté no tuvo consuelo, lanzó tan fuertes rugidos que estremecieron toda la selva. Lloró tanto que el mismo Ñanderú conmovido con la tristeza de su amada criatura hizo tronar los cielos con gran fuerza y, no se contentó con esto, conociendo el futuro, extendió su mano y transformó a la Jaguar en una pantera negra, otorgándole también, y desde ese día trágico, la mordedura más potente del reino animal. Con voz potente dijo: ─Desde hoy donde tú vayas iré contigo.

Los poderosos chamanes guaraníes que habitan la selva oyeron la voz de Ñanderú en los cielos y sintieron temor. Los animales, plantas, peces e insectos al enterarse de la muerte del Rey Yaguareté sintieron una inmensa culpa y las anteriores carcajadas se convirtieron en lágrimas.

La Jaguar no esperó mucho, al otro día, llena de ira, convocó nuevamente al Concejo animal. Esta vez, pensó, verán los humanos con quién se van a meter. Dijo:

─ ¡Como se atrevieron a burlarse de mi Padre, cobardes, me avergüenzan! Hoy tomaré la corona y en memoria de nuestro Rey les declararé la guerra. Por mi vida, juro que mi Padre no morirá en vano.

Los animales permanecieron en silencio impresionados por la seguridad con la que hablaba la Jaguar y por otra razón, nunca antes habían visto una tan enorme, más de ciento treinta kilos, dos metros de envergadura del hocico hasta la punta de la cola y, lo más extraño era su color negro, oscura como la noche. Después el mismo Zorro que se había burlado del Rey, con voz potente gritó:

─ ¡Que viva la Reina! y todos los presentes lo corearon repetidas veces. ¡Que viva la Reina Yaguareté!

La Reina Jaguar, veloz como el rayo comenzó a organizar el mayor ejército que haya existido sobre la tierra. Reclutó todo tipo de insectos, sobre todo, hormigas, langostas y grillos. Convocó a las serpientes venenosas, las avispas, las abejas, los peces, y hasta a las lejanas y grandes ballenas. Al tercer día, y, a una señal de sus poderosas garras hizo que las aves invadieran todas las ciudades cercanas a la selva, bosques, montañas, lagos y océanos. Los peces más grandes hundieron canoas y hasta los gigantescos barcos que transportan mercancías y petróleo. Las hormigas, langostas y grillos comieron todo lo que encontraban a su paso, ayudados por las aves que hicieron desaparecer cada fruto, planta y semilla de la tierra.

Gran miedo se apoderó de los humanos. Decían:

─ ¡Esto es peor que las siete plagas de Egipto, que será de nosotros!

Fue tanta la desgracia producida por el ataque Yaguareté que la humanidad se tambaleó como nunca antes lo había hecho. Los máximos jefes de estado atemorizados y al enterarse de que la comandante era la Jaguar, enviaron a Iguazú al mismísimo Presidente de las Naciones Unidas para llegar a una urgente solución. Cuando el Presidente llegó a la majestuosa selva se impresionó con la magnificencia de la Reina Jaguar y dijo:

─Señora, he llegado hasta aquí en son de paz, trataré con usted una salida pacífica a esta guerra. La poderosa reina rugió:

─Serán varias soluciones, no tendremos paz hasta que nos aseguren todo los que les voy a solicitar: Primero y principal, crearán nuevas reservas y parques y harán todo lo necesario para que no se construyan nuevos caminos en nuestras tierras, además y muy importante harán que los conductores respeten los límites de velocidad en las ya construidas. Crearán también pasos de fauna y puentes verdes para que no mueran mis hermanos y lo más importante… Será terminantemente prohibido cazar animales y, se penará con cárcel a quien incumpla esta ley. Tampoco… se podrá talar ningún árbol en la tierra. Sin no cumplen será su fin.

El Presidente apresurado y con temor, redactó con sus propias manos una a una las órdenes de la Reina Jaguar y respondió:

─Lo haremos Señora, sus demandas serán obedecidas, yo mismo me aseguraré de cumplirlas “Porque haciendo el bien a ustedes nos hacemos el bien a nosotros.

─ Así sea y así se hará señor Presidente, respondió con llameantes ojos la Reina Jaguar.

Ñanderú, el que todo lo sabe, pocas veces visitaba la tierra, pero ese día complacido descendió en las Cataratas del Iguazú, para que nadie sintiera temor tomó la forma del más hermoso águila que existe en la selva, el “Águila Harpía”, y se posó en el árbol más alto, un imponente “Palo rosa” de más de cuarenta metros. Observó su creación y emocionado bendijo a todas sus criaturas, en especial a su amada hija, la brillante, valiente y negra yaguareté.

 Adelmo Omar Morgenstern

2º premio “X Concurso Internacional de Cuentos en Homenaje a Horacio Quiroga”

con la Temática “Rutas conscientes en la selva” Edición 2023

Adelmo Omar Morgenstern es de Capioví, Misiones.

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