Pinceladas de historia

Los dueños de las tierras

domingo 13 de marzo de 2022 | 6:00hs.

La historia de la sociedad argentina se inicia con los aborígenes que ocupaban su territorio desde tiempos muy lejanos. La antigüedad de su presencia en los distintos rincones de nuestra región ha sido estudiada por la arqueología. Estos estudios nos indican que la llegada al sur de América ha sido en varias etapas mezclándose culturas de cazadores y recolectores paleolíticos.

Según los fechados de radiocarbono (sistema de datación para determinar la edad de los materiales) los arqueólogos estiman presencia humana en el noroeste, sierras centrales, Patagonia y litoral, desde hace unos 12.000 años.

Cómo fueron evolucionando estos antiguos pueblos es aún una materia poco conocida. No se tiene una idea concreta de si los cazadores paleolíticos evolucionaron hacia una economía agrícola o si esta cultura fue traída desde el norte por nuevos pueblos. Lo cierto es que la cultura agroalfarera se desarrolló de un modo muy importante y tuvo arraigo localizado en el noroeste y en el nordeste del actual territorio argentino.

Al momento del arribo de los españoles estas culturas indígenas estaban distribuidas de manera desigual en cuanto a la densidad de su población. Pero, a pesar de ello, decenas de estudios arqueológicos demuestran que hubo población indígena en gran parte de las regiones del actual territorio argentino. Se han hallado restos materiales en  las tierras altas del noroeste, las tierras bajas del nordeste y el litoral mesopotámico, las sierras centrales, los oasis de Cuyo, la región pampeana, la Patagonia continental y hasta el gélido extremo del continente, en la Tierra del Fuego. En todas ellas hubo población aborigen de diferentes etnias y culturas.

En la región noroeste se afincaron los grupos que alcanzaron un desarrollo más elevado en relación al resto, de tipo neolítico, con asentamientos urbanos de cierta magnitud como La Paya o Tastil, y “tambos” a lo largo de los caminos del Inca. Fueron pueblos con una disciplinada organización social, practicaron la agricultura intensiva con riego y elementos de cocina fabricados con cerámica muy perfeccionada y decorada. Fabricaron sus vestimentas con tejidos y hasta utilizaron la metalurgia. Obras defensivas como los pucarás muestran su capacidad organizativa y permiten suponer una población con densidades relativamente elevadas. En la región habitaban los Atacamas en la Puna, los Omaguacas en la quebrada y en los valles, Calchaquíes y Diaguitas. En dirección a la actual provincia de Santiago del Estero, los Tonocotés sobre los ríos Salado y Dulce.

En zonas más bajas, en la periferia de los pueblos mencionados, habitaron cazadores y recolectores como los lules en la región selvática, al este de Salta y Jujuy.

Las sierras centrales de Córdoba y San Luis cobijaron a agricultores muy primitivos como los Comechingones, y en Cuyo a los Huarpes. Estos pueblos se hallaban mucho más dispersos y en menor cantidad que los del noroeste.

En la región pampeana, y más al sur, la Patagonia y Tierra del Fuego, se ubicaron desde tiempos lejanos, pueblos nómades con culturas líticas, y dedicados a la caza y la recolección o la pesca. Los tehuelches en la Patagonia, y los Onas y Alacalufes en la Tierra del Fuego. La zona del Comahue y la Pampa fue ocupada más tarde por los Araucanos o Mapuches, quienes desde la segunda mitad del siglo XVII irrumpieron desde Chile y dominaron a los nativos, extendiendo su belicosa presencia hasta las fronteras de las ciudades coloniales. Fueron pueblos violentos, sin organización urbana y representaron un peligro constante para las regiones habitadas antes y después de los tiempos hispánicos.

En las tierras bajas del nordeste y del litoral, la Mesopotamia y el Chaco, hacia el siglo XVI, en las costas de los ríos que conforman la cuenca del Plata estaban pobladas por pueblos de pescadores y cazadores, como los Querandíes. También se hallaban otros pueblos poseedores de cerámica y agricultura incipiente, como el grupo Chaná-Timbú. Más al norte, en Corrientes, Misiones y el sur de Paraguay, así como en Río Grande, se hallaban poblaciones de guaraníes, poseedores de agricultura por rozado, tejidos, cerámica y agrupamiento en aldeas y cuyo nivel cultural y densidad era superior al de sus vecinos.

En el sur de Corrientes y Entre Ríos y la Banda Oriental, los Charrúas, Guenoas, Minuanes y Bohanes tenían una cultura muy semejante a los cazadores nómades de las llanuras pampeanas.

En el Chaco se hallaban pueblos del grupo lingüístico Guaycurú, como los Payaguaes, Abipones, Tobas y Mocobíes, y más al oeste, los matacos de economía cazadora y recolectora. Todos ellos de vida nómade. Al noroeste de la región, se establecieron los Chiriguanos, agricultores incipientes, y los chanés.

En síntesis, la llegada del español encontró, en el área platina, una región habitada por grupos indígenas milenarios, con diferentes desarrollos, con escasos contactos entre sí y con desiguales organizaciones sociales. El mestizaje se dio justamente con los pueblos indígenas que lograron sobrevivir a la conquista por su organización ancestral.

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