Pinceladas de historia
El P. Acevedo, cura y soldado artiguista
Los historiadores jardinenses Jorge Machón y Oscar Daniel Cantero, profundos estudiosos del período artiguista en Misiones, en especial los tiempos de Andrés Guacurarí, dedican un capítulo de ‘Misiones, siglo XIX’, una obra fundamental para el conocimiento de esta fracción de la historia misionera, a la labor de una figura muy particular, el P. Domingo Acevedo.
Este sacerdote, de la orden franciscana, había nacido en Córdoba en 1787, ordenado en 1812 y trasladado a Entre Ríos muy poco después. En esa provincia fue destinado a ejercer su labor pastoral en el pueblo de Mandisoví, que había dependido del departamento de Yapeyú, desde su fundación por don Juan de San Martín en 1782. Lógicamente su población era mayoritariamente guaraní-misionera, la que masivamente había abrazado la causa federal de Artigas, de la que el P. Acevedo se transformó en su principal impulsor.
Cuando Andresito se hace cargo de su nombramiento como Comandante Militar de Misiones en febrero de 1815, lo lleva al P. Acevedo como Capellán de su ejército, quien se desempeña también como su secretario personal y su segundo jefe militar. Tenía tan sólo 28 años. Las primeras cartas de Andresito que obran en archivos provinciales como el de Corrientes, si bien poseen la firma del caudillo, tienen una redacción escrita con una muy prolija letra lo que induce a pensar que fueron escritas por su secretario, el P. Acevedo, de profunda formación intelectual. Pero, además de capellán y principal hombre de confianza de Andresito, el P. Acevedo era un gran estratega y combatiente. De esos curas que se arremangaban la sotana y empuñaban la lanza sin complejos de ninguna naturaleza. De hecho los hubo en la historia latinoamericana, como los típicos ejemplos de los P. Morelos e Hidalgo en México.
La primera noticia de la participación militar del P. Acevedo en las guerras de Andresito fue al poco tiempo de la designación de Andresito como Comandante Militar de Misiones. En agosto de 1815, el jefe guaraní ordena la recuperación del departamento de Candelaria, en poder del gobierno paraguayo desde unos años antes. Como Guacurarí estaba en afectado por un episodio de viruela, enfermedad que lo condicionaba permanentemente, el P. Acevedo y otro mandisoveño, Manuel Isasi, tomaron el control de la acción. Es bien conocido el triunfo de las fuerzas artiguistas después de tres horas de combate, tras lo cual las fuerzas paraguayas abandonaron su destacamento de Candelaria replegándose hacia el otro lado del Paraná. Un año después, en septiembre de 1816, en ocasión de la primera campaña de Andresito contra los luso-brasileños, el P. Acevedo controló el paso de Itaquí al frente de un importante grupo de soldados para garantizar la retirada a territorio misionero en caso de fracaso de la acción, como finalmente ocurrió. En esa ocasión, Andresito envió un “Exhorto a todos los Naturales de los Pueblos Orientales de las Misiones” intentando convencer a los guaraní-misioneros del otro lado del Uruguay que se plegaran a la causa artiguista. En ese documento, lo indican Machón y Cantero, se ve claramente la influencia del P. Acevedo en su redacción, en la que se define a Andresito en un rol casi mesiánico autocalificándoselo como “el salvador del pueblo habiendo llegado al mando de las Misiones por un favor del Cielo”. Sin dudas el cura Acevedo gozaba de un carisma que inflamaba los ánimos de los combatientes y despertaba la adhesión incondicional a su líder.
A principios de 1818 se pierde de vista por unos meses el destino del P. Acevedo. Machón y Cantero sostienen que no participó de la recuperación de Corrientes en agosto de 1818. Es muy probable que el propio José Artigas unos meses antes lo haya convocado a la Banda Oriental para insuflar los ánimos de quienes combatían en el otro frente contra los portugueses en el sur de la Banda Oriental. En febrero de 1818 se hallaba destinado como sacerdote en el pueblo de San Carlos, en la costa atlántica oriental. En julio de 1819 es apresado en Rocha, departamento de Maldonado, casi al mismo tiempo que Andresito es derrotado y apresado en San Borja. Ambos son remitidos como prisioneros a Porto Alegre y, en la misma embarcación, “Catharina” son enviados a diferentes cárceles en Rio de Janeiro, Andresito a la prisión de La Lage y el P. Acevedo a la Fortaleza de Santa Cruz. Desde allí son liberados en abril de 1821. El P. Acevedo embarcó hacia Montevideo en junio de 1821, mientras Andresito nunca llegó a salir de Río de Janeiro por ser nuevamente apresado en circunstancias confusas.
El P. Acevedo regresó a Mandisoví, donde fue Párroco, pero también, fiel a su temperamento, ocupaba el cargo de Secretario de la Comandancia del pueblo, siendo considerado el hombre con mayor poder del lugar, lo que traía adhesiones pero también oposiciones de muchos habitantes del lugar. Seguramente por esos conflictos debió renunciar en mayo de 1824 siendo destinado a Gualeguay donde ejerció su labor sacerdotal por cinco años. Desde allí fue enviado a Nogoyá donde estuvo 30 años. En tiempos de Urquiza fue designado Delegado Eclesiástico de Entre Ríos, falleciendo a los 70 años en Paraná. Según los autores misioneros nombrados, el propio Urquiza escribió la lápida de su tumba que se encuentra en el cementerio de Paraná.