Pinceladas de historia

La Historia Argentina comienza en los tiempos hispánicos

domingo 26 de noviembre de 2023 | 6:00hs.

La escuela como la conocemos hoy, como un sistema conformado por ciclos lectivos, programas de estudios, horarios, niveles de enseñanza, edificio propio, etcétera, es un fenómeno relativamente moderno, no sólo en nuestro país, sino en el mundo. Nació con el positivismo científico en la segunda mitad del siglo XIX. En nuestro país surgió con el dictado de la Ley de Educación Común, en 1884. Por ello, los planes de estudio y los manuales escolares constituyen el resultado de la época en la que nació la escuela. Así, en el caso de la Historia Argentina, los contenidos están muy relacionados con el poder centralista de Buenos Aires y los principales hechos giran alrededor de la historia porteña. Ese tipo de enseñanza ha permanecido por muchísimo tiempo y aún se mantienen fuertes rasgos de aquella formación en los planes actuales.

De este modo, en las etapas de la historia nacional que se enseñan, especialmente en la escolaridad primaria, se ha prestado poca atención hacia el alcance temporal de nuestro pasado. Generalmente, esa historia ha presentado a la Argentina de un modo lineal, donde nuestra nación parecía emerger desde el pasado con sus fronteras ya recortadas y con sus instituciones y objetivos definidos de una vez y para siempre. Esa versión cómoda y simplista promovía el olvido de los profundos lazos étnicos que unieron al país con el mundo aborigen, o la larga pertenencia de estas provincias a las Indias españolas.  Esa historia trataba de mostrar a una Argentina íntimamente ligada a Europa, cuyos ideales e instituciones buscaba imitar, y destacar los progresos de un país que procuraba avanzar rápidamente por la ancha vía del progreso, dejando atrás una etapa de penumbras y un pasado cuyo sentido no parecía comprender ni estimar demasiado. Ese tipo de enseñanza que perduró durante un siglo y medio (y aún perdura, con algunas modificaciones), olvida la época virreinal y, más aún, el período anterior de las gobernaciones. Por consiguiente, tampoco el mundo aborigen existente al momento del descubrimiento es tenido en cuenta y, más, aún, olvidado el enorme apoyo de aquellas comunidades para el afianzamiento de la conquista y el poblamiento español en estas tierras del sur americano. Ese estrecho criterio de la enseñanza de la historia nacional relativizaba todo el período que va desde el descubrimiento hasta la Revolución de Mayo. Sin embargo, las raíces argentinas están allí, y absolutamente unidas a las de la propia América precolombina.  Sin ese sustento, no hubiera crecido el tronco robusto de la nacionalidad. El propio inspirador de la Ley de Educación Común, Domingo Faustino Sarmiento, un año antes de su promulgación en la primera página de su libro “Conflictos y armonías de las razas en América” se preguntaba: “¿Argentinos? ¿Desde cuándo y hasta dónde?. Bueno es darse cuenta de ello”.

Por todo ello y, si aceptamos que la historia nacional va mucho más allá de la Revolución de Mayo (1810), y aún de la creación del Virreinato del Río de la Plata (1776), debemos buscar alguna fecha para el inicio convencional de nuestra historia. La debemos buscar en los primeros contactos de los descubridores y conquistadores españoles con las poblaciones aborígenes; 1536, fecha de la fundación de Buenos Aires o aún antes, con el descubrimiento del Río de la Plata por Juan Díaz de Solís en 1516.

En lo que hace a la formación territorial, la Argentina es el resultado de una conjunción de jurisdicciones integradas inicialmente al virreinato del Perú (1567-1776) y más tarde al del Río de la Plata (1776-1810). En ese sentido, su historia debe tomar en cuenta lo que ocurrió en regiones que hoy están fuera de los límites de la Argentina actual, tales como la Banda Oriental (República Oriental del Uruguay), Río Grande do Sul (Brasil), Paraguay y aún el Alto Perú (Bolivia). A su vez, vastas comarcas como el Chaco, la Patagonia y aún la Pampa permanecieron sin ocupación efectiva y en poder del indio.

“El territorio nacional, nos indica Maeder, historiador especialista del período hispánico, en especial en el Nordeste argentino, fue así el resultado de un proceso largo y complejo, en el que contó la geografía, el poblamiento aborigen, la voluntad integradora de la corona española y la definición de las nacionalidades surgidas entre 1810 y 1830, que dieron forma definitiva a los modernos estados de la cuenca del Plata”.

La periodización clásica de la historia argentina reconoce dos momentos históricos distintos a partir de la Revolución de Mayo: un período colonial o hispánico, que transcurre entre 1500 y 1810, y otro nacional o independiente, que se inicia en 1810 y llega hasta el presente.

Al ser conquistado nuestro territorio en forma tardía en relación al resto de Hispanoamérica se hace más compleja su periodización en los tiempos coloniales.

El historiador que planteó una periodización para los tres siglos anteriores a 1810 fue Lizondo Borda en un esquema que llamó “tercios seculares”. Allí caracteriza el primer tercio del siglo XVI, como “el descubrimiento y la conquista de América por los españoles”; el segundo como crisis de esa acción, “con zozobras, rebeliones indígenas y luchas civiles” y el tercero, con el desarrollo del “plan de la colonización que empieza con la fundación, en los últimos años de ese tercio, de casi todas las ciudades actualmente argentinas”. Señala luego que en el siglo XVII ocurre algo enteramente análogo, con un primer tercio de pleno desarrollo de la acción colonizadora, un segundo tercio, de crisis y rebeliones, y el último tercio, el más fecundo de asentamiento y acomodamiento definitivo de las ciudades actuales y de la posesión de las tierras indígenas y la utilización de los indios y los negros como pueblo trabajador a su servicio. Por fin, el siglo XVIII tiene en su primer tercio una acentuación de este sometimiento del indio para acusar en el segundo tercio la crisis que sobreviene, con nuevas rebeliones y el último tercio del XVIII se caracteriza por su fecundidad en todo sentido, con “la sociedad criolla asentada ya definitivamente en las ciudades y las campañas en cuyo seno comienza a surgir el ideal y programa de la independencia”.

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