La guerra guaranítica (1753) y sus consecuencias en los pueblos de Misiones

domingo 25 de febrero de 2024 | 6:00hs.

La línea de Tordesillas pactada entre los reyes de España y Portugal en 1494 para dividir sus territorios en América tuvo escaso acatamiento por parte de los lusitanos. Su presencia en Colonia del Sacramento, a orillas del río de la Plata desde 1680 y poco después en la región de Rio Grande, afectó las relaciones entre ambas coronas y complicó a los pueblos guaraníes de las Misiones Jesuíticas. Hacia fines del siglo XVII la región riograndense permanecía aún desierta en su mayor parte. De parte de España, los jesuitas habían fundado siete misiones entre 1687 y 1707, ubicadas entre los ríos Uruguay, Ijui y Piratiní. Poco después, los portugueses iniciaban la ocupación del espacio sobre el litoral atlántico a partir de la fundación de Porto Alegre en 1742.

A mediados del siglo XVIII, los constantes conflictos entre España y Portugal llevaron a ambas coronas a buscar un acuerdo que redefiniera sus límites en América del Sur. Ello se concretó con la firma del Tratado de Madrid en 1750. En ese documento se adjudicaba a cada una de las partes los territorios que en ese momento poseían, abandonándose así la antigua línea de Tordesillas. Ello sin dudas favoreció a Portugal que consolidó su dominio en la cuenca amazónica y en Rio Grande. España debió ceder importantes territorios como las Misiones Jesuíticas orientales, lo que se tradujo en innumerables problemas y el fracaso final del tratado.

El territorio cedido a Portugal en Rio Grande determinaba que la línea demarcatoria debía apoyarse en el río Ibicuy y desde allí hasta el río Uruguay. Ello involucraba a los siete pueblos de las Misiones orientales (al otro lado del Uruguay) y la mayor parte de sus estancias. Conocido el acuerdo entre las dos coronas los jesuitas se mostraron sorprendidos, pero entre los guaraníes se produjo un profundo malestar. Esto significaba la ruptura territorial con sus pueblos hermanos del otro lado del Uruguay. Y no estaban dispuestos a entregar sus tierras a sus seculares enemigos. La historia de las invasiones bandeirantes estaba muy fresca entre el pueblo guaraní de las Misiones.

Esto dio origen a un largo y penoso conflicto que demoró la ejecución del tratado y provocó el alzamiento de los guaraníes del Uruguay. Los misioneros apremiados por las autoridades reales buscaban convencer a los indios de trasladarse al oeste del río Uruguay, pero la resistencia se fue generalizando hasta convertirse en 1753 en franca rebelión. La disciplina se quebró, quizás por vez primera en toda la historia común de guaraníes y jesuitas. Los curas fueron desautorizados y no pudieron evitar los desórdenes. El 26 de febrero de 1753 una avanzada encabezada por Sepé Tiaraju, buscó impedir el paso de la partida demarcadora de límites y ello provocó la intervención militar hispano-portuguesa. A fines de 1755 se movilizaron estos ejércitos desde Rio Grande y Montevideo enfrentando el 7 de febrero de 1756 a los guaraníes. Tres días después, en Caáibaté las milicias guaraníes fueron derrotadas con la muerte de cientos de soldados guaraníes, claramente inferiores en hombres y armas. Entre junio y diciembre se reiniciaron los traslados. Las dos terceras partes de los habitantes de las Misiones Orientales fueron reubicados en el resto de las Misiones.

Finalmente, el incumplimiento portugués en devolver Colonia del Sacramento condujo al estancamiento de la demarcación y en 1761 finalmente el tratado fue anulado, retornando la mayoría de las familias guaraníes a sus pueblos de origen.

Una vez resuelta la anulación del tratado de Madrid, la situación hispano-portuguesa pareció retornar al anterior estado de cosas, pero un nuevo conflicto volvió a enfrentar a ambas monarquías iniciándose una nueva guerra entre ambas a partir de 1762.

En el ámbito rioplatense, el gobernador Pedro de Cevallos, con la participación de las milicias guaraníes sitió y ocupó Colonia el 21 de octubre de 1762. Luego avanzó sobre Rio Grande, ocupando los fuertes de Santa Teresa y San Miguel, en la costa atlántica. No obstante la firma de paz en Europa impidió que la costa atlántica del sur de Brasil se consolidara como dominio español. España debió devolver la Colonia del Sacramento y el límite entre ambas monarquías quedó centrado en la zona de Rio Grande.

Pero la calma duró muy poco tiempo. El nuevo gobernador de Buenos Aires, Francisco de Bucarelli, quien reemplazó a Cevallos recibió a principios de 1767 un conjunto de documentos que disponían la inmediata expulsión de los jesuitas de América. En cumplimiento de dichas órdenes Bucarelli intimó la expulsión de los curas de todos los colegios y residencias en julio de 1767. Para las Misiones de Guaraníes, por temor a una nueva sublevación, se dispuso que dicha orden se cumpliera al año siguiente, con el apoyo de una fuerza militar que recorrió cada uno de los pueblos, con el gobernador al frente, concluyendo su labor el 22 de julio de 1768, sin hallar la menor resistencia.

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