Paraje Coronel Desiderio Sosa

miércoles 08 de julio de 2020 | 5:00hs.

Por Rubén Emilio Tito García rubengarcia1976@live.com.ar

El 9 de julio es la fiesta del mayor ícono religioso de Corrientes, la veneración de la Virgen de Itatí, celebrada con profunda fe religiosa por correntinos y vecinos de otras provincias que asisten a la mayor Basílica de Sudamérica en peregrinaje devoto. Uno de los hijos dilectos del pueblo homónimo fue Desiderio Antonio Sosa, el muchacho que de soldado raso ascendió por su coraje y valentía en la escala militar hasta llegar a coronel, grado que le fue otorgado tras pelear en la batalla de Ñambé a las órdenes del General Roca.
Un aura de amor y guerra rodean al valiente correntino desde el momento que defendió a su ciudad del invasor. Ataque incomprensible porque se vivía tiempo de paz con los hermanos paraguayos, debido a la ayuda prestada por Carlos López a Justo José de Urquiza para tumbar a Rosas del poder y ganar la libertad de navegación de los ríos Paraná y Uruguay. 
Precisamente sobre el río Paraná, en la mañana del Jueves Santo del 13 de abril de 1865, los correntinos avistaron vapores de guerras paraguayos que bajaban lentamente río abajo. En punta Arazá, atracaban las cañoneras argentinas Gualeguaychú, en reparación, y 25 de Mayo. Esta se aprestaba a saludar con estruendo de cañones al convoy del país hermano cuando sorpresivamente la escuadra paraguaya vira río arriba y atacan a las cañoneras allí expuestas. Contestaron al fuego, pero fueron superados y abordados pasaron a degüello. En tanto, los pocos hombres del Gualeguaychú, a las órdenes del sargento Mayor Desiderio Sosa, lucharon hasta que tuvieron que abandonar el barco y buscar refugio en la ciudad, donde se sumaron a la defensa. Pero todo fue inútil cuando irrumpieron los 4.000 hombres del ejército invasor comandado por el general Wenceslao Robles, tomando la ciudad a sangre y fuego.  Los defensores se retiraron al pueblo de San Roque, designado capital de la provincia por el gobernador Lagraña, a la espera de la llegada del Ejército Nacional. En tanto, los invasores se dedicaron al saqueo, y al general Robles, por su accionar, el mariscal López le impuso la Orden del Mérito. Robles, ofuscado, rechazó la condecoración reclamando por los padecimientos que sufrían sus tropas por falta de abrigo y calzado, razón por el cual los soldados paraguayos recibieron el mote despectivo de pynandi, “pie descalzo”, por parte de los correntinos. 
Robles, por su reclamo, fue trasladado a Humaitá y juzgado por insubordinación, fue fusilado sin dilación, produciéndose así la primera baja guaraní frente a un pelotón, de las tantas que se sucedieron por orden del Mariscal.
Dos meses y medio duró la ocupación, pues los invasores fueron desalojados por el Ejército Nacional, no sin antes irrumpir en las casas y tomar en cautiverio a mujeres y familias correntinas, llevándolas a pie al Paraguay, con padecimientos y abusos, donde también figuraba Toribia de los Santos, la esposa de Desiderio Sosa.  A estas mujeres se las recuerda en la historia como las “cautivas correntinas”. 
Desde ese momento, Desiderio comenzó a penar por su mujer, de tal modo que entró a pelear en la Gran Guerra tierra adentro del Paraguay, con la esperanza de encontrarla en algún campo de prisioneros. Su ansiedad trocó en ilusión cuando ascendido a teniente coronel, el presidente Mitre, que le tenía gran aprecio, lo nombra jefe de la escolta en Yataití Corá, lugar de la entrevista de éste con López. Allí tuvo oportunidad de preguntar por el paradero de su esposa cautiva y, a su vez, pidió que le fuera entregado un retrato y dinero, sin suponer que su mujer ya estaba enterrada en algún camposanto guaraní. No obstante, vivió pesaroso por la esclavitud de su esposa y jamás dejó de hacerle llegar ayuda material y palabras de consuelo, sumado a negociaciones para que la devuelvan sana y salva. Pero todo fue inútil.
Luego la vida lo llevó a realizar cambiantes y azarosas actividades: fue hachero en el Chaco y después legislador correntino. Supo guerrear en Vences Rincón, en Caseros, en Pavón, en revueltas correntinas y hasta candidato a gobernador. Pero jamás tuvo consuelo por la pérdida de su mujer, tampoco alivio por no haber podido hallarla con vida y después de muerta. Y ya con el alma en pena se refugió en Buenos Aires, bajo la protección del presidente Avellaneda, donde murió, joven aún, a los 49 años de edad.  
Cuando uno sale de Posadas y rumbea para Santo Tomé, cruza por el paraje Coronel Desiderio Sosa, Las Ratas, de 300 habitantes, lugar donde trabajé por años en mi profesión de veterinario, tiempo que no había luz ni agua corrientes. Ahora cuenta con esos dos servicios vitales, una sala moderna de primeros auxilios y, su orgullo, la Facultad de Agronomía y Veterinaria, en predio donado a la Universidad El Salvador por Juan Beltrán. 
Los antiguos moradores suelen recordar que en el paraje se forjó la candidatura a gobernador de Fernando Piragini Niveyro, en 1958. Cuentan los memoriosos que en el galpón de La Blanca, campo perteneciente a Eduardo Quiko Ascué, se reunieron radicales santotomeños y locales para dirimir la interna de Piragini y Porfirio Aquino. Con tal fin participaron el dueño de casa, Cotota Ríos, Varo Caamaño, Manolo Álvarez, Erico Zouza, Maroco y Pepe Centeno, y por supuesto Piragini. En un momento Cotota sacó un revólver y dijo jocoso: “Últimamente el candidato tiene que ser Fernando”, y le apuntó a cada uno de los que estaban parados frente al fogón, salvo Piragini, que sentado en un banco revolvía el fuego con una varilla. Acto seguido, Piragini se paró y pronunció estas palabras: “Bueno, ya que los amigos me proponen, acepto el desafío”, cerrándose el acto con carcajadas de los contertulios y palmadas al candidato.  
Desiderio Sosa y su blasón, según Mitre, “uno de los militares más distinguidos que la provincia de Corrientes ha dado al Ejército Nacional”. Su compañero de estudio Juan Torrent, “el primer militar correntino después de San Martín”; Manuel Mantilla, “un tigre”; y Guido Spano, “un león¨.