La selva nativa y los bosques implantados

Domingo 8 de octubre de 2017
Una hectárea de bosque implantado produce de 20 a 40 toneladas de madera.
Frecuentemente se comete el error de comparar nuestra hermosa selva nativa con los bosques cultivados, cuando la primera es una formación heterogénea, de alta diversidad, vegetal y animal, de explotación económica muy difícil ( o imposible) sin alterarla y de recuperación a largo plazo. En cambio, los bosques de cultivo, son eso, un cultivo con finalidad económica.
Actualmente se habla mucho de biodiversidad y se atacan plantaciones forestales, comprándolos con la selva nativa, lo que constituye un error, pues los pinares, eucaliptales y otras formaciones arbóreas implantadas por el hombre, son cultivos, y si se los quiere comparar con algo, debería ser con otros cultivos: té, yerba mate, cítricos, pasturas, tabaco u otros anuales. Y si bien todas las comparaciones son odiosas, en estas otras opciones no creo que se encuentre mucha biodiversidad.
No podemos volver el reloj de la historia en 10.000 años, cuando los seres humanos eran cazadores ( recolectores) por más que algunos grupos indígenas lo sigan practicando. Solamente en Misiones hoy tenemos un millón de habitantes, y ese sistema de vida solo alcanzaría para unos pocos miles ( y en esas condiciones de vida). Seamos realistas, hay que buscar un punto de equilibrio entre desarrollo y conservación, sin caer en falsos extremos.
Si elimináramos los cultivos forestales, ¿de qué viviría el 50% de la población de Misiones? ¿De la selva nativa? ¿Se imaginan, por ejemplo, a los agricultores de la pampa húmeda recogiendo espiga por espiga de trigo dentro de un pastizal? Es imposible.
Una hectárea de bosques cultivados produce entre 20 y 40 toneladas de madera aprovechable de calidad homogénea por hectárea y por año, mientras que la selva nativa produce en el mismo lapso entre 0,4 y cuatro toneladas de ese material. Por eso decimos que cada hectárea de bosques implantados significa proteger a diez, 20 o 100 hectáreas de selvas.
Otro término en boga, es hablar del cultivo de especies nativas ( y de algunas latifoliadas exóticas tropicales), como si fuera la panacea. Las especies vegetales y animales no entienden de los artificiales límites políticos humanos. Ellos son nativos de su área de distribución natural. Es erróneo decir que la yerba mate es una planta nativa de toda Misiones, era nativa de determinadas áreas. Así, por ejemplo, en la zona sur es una exótica cultivada y asilvestrada. Guste o no, técnicamente es así.
Lo mismo pasa con la Araucaria angustifolia, el árbol emblemático de Misiones, aunque en realidad es nativo de la zona norte de la provincia y posiblemente fue la primera especie cultivada en la zona por lo primitivos pueblos indígenas, que utilizaban sus piñones como importante fuente de alimento (eso explicaría la irregular distribución que alcanzó, con citas de un rodal en la desembocadura del Piray Guazú, o los dos pequeños rodales que había décadas atrás en margen izquierda del arroyo Uruzú) ). Esta especie, que se debería promocionar su cultivo, especialmente con fines paisajistas a lo largo de las rutas ( y buscar alternativas económicas para evitar su tala en esos sitios), es en realidad una “exótica cultivada” fuera de su área de distribución primitiva.
Eucaliptos había primitivamente en nuestra Patagonia, que desaparecieron cuando se plegó la cordillera de los Andes. Los Pinus elliottii y Pinus taeda provienen de un área del hemisferio norte con clima similar al de nuestra zona. Sobran ejemplos de fracasos de cultivos de especies nativas en su área de distribución natural. El más conocido fue el intento de Henry Ford a principios del siglo XX de cultivar el árbol del caucho (Hevea brasilensis) en su área de distribución natural (Brasil). Fue un fracaso que costó decenas de millones de dólares, debido a los ataques de sus enemigos naturales. Hasta que “alguien” robó semillas, las llevó a Indonesia, y allí las plantaciones se desarrollaron sin problemas al carecer de enemigos naturales. En Misiones tenemos ejemplos con los intentos de cultivos de los palmitos (Euterpe edulis) y cedros (Cederla tubiflora).
Por eso, antes de promocionar determinadas especies, hay que conocer su biología y factibilidad como cultivo puro. Hay muchas cuestiones a tener en cuenta. Tomemos el caso del Cedro. Supongamos que encontremos algún producto para evitar el ataque de la mariposita del brote. Ahora bien, ¿qué genética estaríamos utilizando? ¿Semilla de Cederla tubiflora, el apreciado cedro colorado, o de Cederla lilloi, el cedro blanco y peludo?. No esperemos 30 años para recién darnos cuenta del error.
Pero se pueden y deben hacer urgente muchas cosas: apoyar y acelerar (con recursos materiales y humanos) determinados estudios que sobre las especies forestales nativas a través de la Facultad de Ciencias Forestales de la Unam y otras instituciones; incorporar a los estudios los frutales nativos, especies o áreas en peligro de extinción, etc.
Como también hacer cumplir en forma estricta la Ley 854 y otras reglamentaciones sobre el medio ambiente (no sólo centrar la atención en los desmontes para forestaciones, sino para todos los cultivos, incluyendo la pasturas), promover el enriquecimiento de las fajas protectoras con frutales nativos para aumentar la disponibilidad de alimentos para la fauna.
Y buscar soluciones para darle mayor valor agregado en la provincia a nuestra materias primas, para aliviar la presión demográfica sobre los ya escasos recursos naturales selváticos. Aun estamos a tiempo, quizás ya no de revertir, pero si de atenuar y evitar nuevos daños.

Jorge Pujato
Ingeniero Forestal

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