Darles valor productivo a las nativas para conservarlas

Domingo 8 de octubre de 2017
Multiplicar especies nativas para implantarlas y luego obtener un rédito económico por ello también es sinónimo de conservar. Así, las especies se preservan pero también se propagan y no se pierden. Además, al convertirse en una actividad productiva, genera un mayor interés, aseguró la investigadora Beatriz Eibl, responsable del Vivero, Laboratorio y Banco de Semillas de la facultad de Ciencias Forestales de Eldorado.
El trabajo que se viene realizando data de 1985 y apunta a identificar las reservas (de nativas) en manos de pequeños productores o en la red de reservas privadas que tienen en su terreno especies de valor, emblemáticas, protegidas y también las otras especies. De esos árboles se toma material de propagación, sobre todo semillas, para ser multiplicadas y luego plantadas nuevamente.
“La estructura de conservación que generan los árboles es muy importante, ahí hay muchas otras cosas que acompañan al gigante como las lianas, epifitas, helechos, orquídeas y arbustos. Todo ese conjunto que involucra el árbol puede entrar en un programa de conservación”, explicó Eibl.
El trabajo apunta a registrar esa conservación y luego se pueden utilizar esas áreas para cosechar materiales de propagación de la especie, así con las semillas se van a los viveros para luego hacer multiplicación.
“Si un productor tiene en su chacra alguna de estas especies nativas vulnerables, emblemáticas, en peligro de extinción o que para la provincia son monumentos como el palo rosa, la araucaria, los lapachos negro, rosa y amarillo, o los chachís, sabemos que las cuida. Pero nosotros desde la Universidad estamos tratando de que este productor pueda colocar ese material de propagación en los viveros y que se multipliquen masivamente para que la gente los use con un fin productivo”, explicó.
Y destacó: “Si estas especies se multiplican por miles, van a dejar de estar en peligro de extinción, ya que todos van a plantarlos con un fin productivo y no se va a tocar al monte nativo”.
Así, explicó que son varias las opciones. “Después de poner las plantas en los viveros, se pueden comercializar ya que el productor registra su área y como propietario está autorizado a ponerlos a la venta. El material multiplicado puede venderse como plantas de un vivero, implantarlas en las chacras o hacer  algún emprendimiento productivo, paisajístico o de restauración que es de lo que más se está hablando hoy”, añadió.
Si se opta por extraer la madera, “si el productor demuestra que ese árbol fue plantado y no es nativo, no hay que olvidar que hoy no se puede cortar una araucaria, lapacho, palo rosa u otras especies nativas, puede entrar en un circuito de comercialización de esa madera”, indicó Eibl.
“Entonces ya no vamos a sacar más madera nativa del bosque porque eso es un espacio de conservación, pero se planta en otro sitio para que sea productivo”, añadió.
Además, “a partir de este trabajo, la idea es que en espacios productivos, que pueden estar juntos con la yerba, el té, tabaco, maíz u otro cultivo, ir formando nuevos bosques o selvas que sean productivas con la madera que cada uno quiera poner”.
Esto también va a ofrecer todos los servicios ambientales como el cuidado de nacientes, tener disponibles hierbas medicinales, más fauna, cuidado del suelo y de paso aprovechar la madera.
“Ahora estamos trabajando muy bien sobre todo con aquellos productores que tienen yerbales muy viejos, a los que le agregan árboles para recuperar las funciones del suelo”, ejemplicó.
“Así, conservo por un lado, cuido ese árbol que tengo, pero también hay que tener en cuenta que nadie paga por conservar. Entonces cómo hace ese pequeño productor una renta de ese sitio donde se protege una naciente, arroyos y tiene un bosque. Si hace ese esfuerzo podría generar una renta ya sea con la venta de semillas o de las cantas”.
La especialista advirtió que “hay muchas otras nativas que están en situación vulnerable como el incienso, la mora amarilla, la guayabita de campo y el guatambú amarillo. Todas especies que también hay que prestar atención. Sólo con decir ‘están conservadas’ no es suficiente, hay que hacer acciones para garantizar que no se pierdan”.

Las ventajas
En cuanto al aprovechamiento, “no se discute que las implantadas tienen sus ventajas, pero un productor puede hacer ambas. Tenemos un grupo de nativa que andan muy bien para leña y muchas otras que aplican muy bien en lo que es construcción y muebles”, dijo Eibl.
“Hoy mucha gente está plantando, por ejemplo, caña fístola, una de las mejores maderas para pisos y tirantería, también lapachos, araucarias, incienso y palo rosa. Si muchos más lo hacen, en 30 años vamos a tener disponible esa madera para uso productivo”, añadió.
Asimismo recordó el nuevo impulso a la madera y la construcción de casas. “Nadie nos puede igualar en eso si realmente tenemos la madera dura para las casas. Por ejemplo, hay datos que aseguran el urunday puede resistir hasta 800 años a la intemperie. No hay ningún material de construcción que sea tan noble como la madera, esas cosas hay que ponerlas en la mesa”, destacó. Y resaltó la fijación de carbono que ofrecen este tipo de madera. Las especies como a anchico, curupay, urunday o lapacho son algunas que almacenan muchísimo carbono.
Por último, estimó que la provincia tiene unas 30.000 hectáreas para restaurar, donde se pueden implantar las nativas.


Los baluartes de la selva Un relevamiento realizado hace algunos años por la Facultad de Ciencias Forestales de Eldorado identificó y registró 31 ejemplares en los departamentos de Guaraní, San Pedro, Montecarlo, Eldorado, General Manuel Belgrano, Libertador General San Martín, Oberá e Iguazú, de árboles nativos con dimensiones superiores a las referenciadas en la bibliografía para la especie; se estima que en la provincia se pueden encontrar no más de 200 ejemplares con estas características. Los ‘árboles gigantes’ de la selva misionera son los ejemplares arbóreos autóctonos que por sus características de magnitud deban ser conservados y protegidos y se encuentren solitariamente en áreas urbanas o rurales.  El trabajo estuvo coordinado por la ingeniera forestal Beatriz Eibl. “Lo hicimos con la fundación Vida Silvestre. Fue hace ya algún tiempo y habría que volver a relevar para ver si siguen en pie”, dijo Eibl. “Pero en realidad esta propuesta tiene que bajar desde Nación a las provincias y desde la provincia a los municipios. Cada municipio debería encararlo, buscar a sus propietarios, ver dónde y cómo están estos árboles. Se pueden convertir en atractivos turísticos y además, de eso, nos brinda la posibilidad de multiplicarlos”, añadió.


La Cancharana de 200 años de San Vicente La Cancharana del Bicentenario es un ejemplar que se cree tiene 200 años y por eso se lo nombró como Árbol Semillero del Bicentenario en 2010. Está emplazado en el jardín botánico Yvy Porá de San Vicente, ubicado en la zona urbana, a la altura del kilómetro 976 de la ruta nacional 14, acceso a 100 metros. El predio es una reserva que cuenta con cuatro hectáreas, donde se encuentran distintas especies arbóreas como higuerón o guapoy, loro negro o petiribi, cedro y cancharana, entre otros.
En ese predio también funciona la casilla de información turística y se hará el futuro museo municipal.


El timbó gigante de Caraguatay Timbó el Gigante del Monte Caraguatay. Hacen falta ocho personas para abrazar el tronco de este árbol.
Tiene una circunferencia de 6,5 metros, diámetro de 2,20, altura 4,2. Está emplazado en una reserva de Vida Silvestre.

Rita Saucedo
rsaucedo@elterritorio.com.ar

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