Informe de Domingo: Escuelas de solidaridad

domingo 21 de abril de 2019 | 6:00hs.
Alumnos del  Pascual Gentilini replican un huerto con el método de producción de los guaraníes para presentarlo como atractivo turístico.
Alumnos del Pascual Gentilini replican un huerto con el método de producción de los guaraníes para presentarlo como atractivo turístico.
Esteban Bueseck

Por Esteban Bueseckinterior@elterritorio.com.ar

Al menos 14 años de su vida pasa una persona en la escuela, si cuenta desde la sala de 4 años -que es obligatoria- al 5º año del colegio secundario. Y es innegable que en ese período de tiempo la escuela termina por ser un segundo hogar, o el primero para muchos. La escuela educa, apuntala lo que se trae de la casa y resalta valores o aptidudes de cada estudiante. Pero también, en un país como el nuestro, la escuela da de comer y lleva al médico. Para muchos es más que un lugar en el que se aprende a sumar, restar o diferenciar entre el pretérito perfecto y el compuesto, por eso la escuela termina por ser un contacto -o el único- con el Estado, con los derechos.
En ese marco, los centros educativos son también clave en la construcción de ciudadanos comprometidos con el entorno donde están insertos. Y de eso se trata este informe de domingo de El Territorio. De cómo los colegios apuntalan la personalidad e identidad de jóvenes que serán quienes en unos años más tomen las riendas de su ciudad, de la provincia y el país. Chicos que se preocupan y ocupan, y acompañados por sus docentes buscan transformar el lugar donde viven. Una transformación que traiga beneficios y aprendizajes para todos.
“A partir de la sanción de la Ley de Educación Nacional, en el año 2006, se enfatizan los esfuerzos para la atención a la diversidad en las aulas, enfocando la mirada hacia estudiantes cada vez más activos generadores de aprendizajes más significativos, que puedan utilizarse en la transformación de la sociedad en la que vivimos. Un formato de enseñanza que potencie los saberes capaces de transformar la educación conlleva en su esencia a la formación integral de los estudiantes, la búsqueda del mejoramiento de la calidad educativa y del ambiente a través de iniciativas que vinculen los aprendizajes con las demandas del contexto, incentivando dentro de las aulas la intervención social o la innovación sobre las acciones cotidianas”, reflexiona junto a este medio la licenciada en Psicopedagogía Marielle Mazo.
Y en Misiones ejemplos de estudiantes comprometidos sobran. Se puede nombrar, por citar algunos, a los chicos de la Epet 25 de Campo Grande, que el año pasado fueron distinguidos como Misioneros del Año. Acompañados por sus docentes desde 2015 ingresaron al Programa Escuela Solidaria comenzando con el proyecto e instalación de un grupo electrógeno automatizado para el Hospital de Área local, además de restaurar camas, camillas, muletas, soportes para sueros y bancos. O los de la Epet 1 de Posadas, que también construyeron sillas de ruedas y muletas con elementos reciclados que luego fueron entregados al Parque de la Salud. Tampoco se puede dejar de lado a la Escuela de la Familia Agrícola (EFA) ‘Cristo Rey’ de Los Helechos, que mediante un trabajo interdisciplinario con productores logró reactivar y potenciar el cultivo de batata en la zona y este año estiman que tendrán una cosecha récord.
En San José, y comprometidos con su historia jesuita, directivos, docentes y alumnos del Instituto Agrotécnico Pascual Gentilini reactivaron un huerto de la época reduccional y buscan que eso se convierta en un imán para el turismo.
Utilizar lo aprendido en el aula
“Los aprendizajes que fomentan la intervención y la investigación de una situación problemática real ayudan a los estudiantes a transitar activamente lo que estudian. La experiencia en contextos reales, cercanos inicialmente, fomentan a través de una secuencia de pasos el desarrollo de un proyecto que les permite comprender la utilidad de lo que estudian, tienen más motivación, encuentran el anhelado sentido del aprendizaje y pueden aplicar los conocimientos teóricos en contextos reales, lo cual genera a su vez nuevos aprendizajes”, explica Mazo sobre cómo influyen estos proyectos en los estudiantes.
Por otra parte, destaca que “en muchas oportunidades esto puede dar pie a la adquisición de conocimientos científicos más amplios o complejos que lo requerido en los programas de estudios o planificaciones áulicas, dando lugar a procedimientos y actitudes específicos de campos disciplinares que probablemente no surjan en formatos de enseñanza más tradicionales. Básicamente a través de un proyecto de intervención social o de investigación para la atención a una necesidad o situación problemática, estamos potenciando en los estudiantes los tres grandes organizadores educativos: aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a ser”.
Desde Educación apuntan que trabajan para potenciar este tipo de proyectos en todos los centros educativos “porque la escuela no es sólo malas noticias”. Así se trabaja en una escuela de aulas abiertas que sepa lo que pasa en la calle y busque modificarlo.
De esta forma es la escuela la que deja huellas en estudiantes, docentes y en la comunidad; en las siguientes páginas se desglosan algunos ejemplos.