"Hay una nueva generación de actores muy buenos"

domingo 28 de julio de 2019 | 2:00hs.
"Hay una nueva generación de  actores muy buenos"
"Hay una nueva generación de actores muy buenos"
Estudio, trabajo y disciplina podrían definirse como las tres máximas de Iván Moschner, una especie de guía del éxito o, por lo menos, de la permanencia, en un ambiente tan particular como lo es el de la actuación.
Es que este misionero nacido en la localidad de Puerto Piray se radicó hace ya muchos años en Buenos Aires, ciudad a la que llegó de adolescente para estudiar la carrera de sus sueños en la Escuela Nacional de Arte Dramático. En la ciudad de la furia supo hacerse un lugar y hoy es reconocido tanto por su pares como por la crítica especializada.
Al principio -como él mismo cuenta en la entrevista que concedió a Apocalipsis en el bar por Radioactiva-, influenciado por revistas como Gente tenía en la cabeza una idea exitista de la actuación que era aparecer en esas páginas coloridas y fotográficas. No obstante, un encuentro con la obra Jettatore, del Grupo Tempo, lo cambiaría para siempre.
Es así que las tres máximas nombradas al principio de esta nota lo llevaron a convertirse en unos de los artistas más prolíficos que tiene la tierra colorada en este ámbito, pasos que siguen, entre otros tantos, los también misioneros Mauricio ‘Pikio’ Paniagua y Cristian Salguero. Conquistó de esa manera el cine, el teatro y la televisión. 
El rostro expresivo de Moschner aparece en películas como Antigua vida mía y El mural, de Héctor Olivera, así como en El niño pez, de Lucía Puenzo. En televisión se lo pudo ver en Cha cha cha, Doce casas y El lobista. 
En teatro, la lista es interminable pero se pueden nombrar la reciente Tadeys, junto a Diego Capusotto, y Los hombres vuelven al monte, con la que llegó a Posadas. Y en esta disciplina también se pone en la piel de director con el grupo Morena Cantero Jrs, en obras como El fantasma que recorre el mundo, basada en el Manifiesto comunista; Nenina, inspirada en el trágico caso de Romina Tejerina, e Inocentes, otra pieza de fuerte contenido político.
Hace poco menos de un mes recibió el premio Trinidad Guevara, que entrega el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires al mejor actor protagónico por Los días de la fragilidad, una pieza de Andrés Gallina con dirección de Fabián Díaz. Por este galardón, el actor recibirá una pensión vitalicia, lo que le permitirá “no tener la preocupación de cómo pagar el alquiler a fin de mes”.

¿Cómo te encuentra este premio?
Ahora lo pondría en cuestión… No sé si vieron la miniserie Monzón que ahora está en la tele, que es fantástica, y allí está un actor misionense de Puerto Iguazú, que es Mauricio Paniagua. Es excelente su trabajo y no lo digo sólo por lo que hace en Monzón, sino por ya haberlo visto antes. Era o es novio (no sé cómo andarán ahora) de la hija de una de las actrices con las que trabajo en Eldorado, que estudia en Buenos Aires. Él vino a ver trabajos nuestros, yo también fui a ver otros trabajos teatrales de él en el Cervantes y es muy buen actor. 
Por eso pondría en cuestión este premio, hay una generación de muchos actores jóvenes muy buenos. Cuando se vayan creando espacios para que esos actores y actrices puedan mostrarse, se va a ver mucho más de lo que se cree que hay en Misiones.

Si lo dice Iván, que también es director y tiene buen ojo...
Dirigí una obra que estuvo en la Fiesta del Teatro provincial y ahí vi actores y actrices maravillosos, fascinantes. Hay que encontrar el lugar para que se vea que están porque esos actores están acá en la ciudad o repartidos por la provincia.

Para los que están empezando sos un referente de que se puede.
Mi trabajo artístico es absolutamente disciplinado, más allá de los artístico que excede el trabajo de una máquina o de uno repetitivo, lo usual acá es manejar un instrumento como es el cuerpo, el actor trabaja con la palabra, el teatro es palabra y eso hay de domarlo. Hay que estudiar muchísimo y en esa disciplina sí acepto ser un referente; el resultado de mi trabajo es de ese trabajo anterior, no es mágico, es un trabajo paciente y sacrificado. 

Remontando a tu juventud, ¿cuál fue tu primera experiencia teatral y qué sensaciones te produjo?
En mi primera experiencia viendo teatro yo era muy chiquitito y fue en un acto escolar; tenía unos 5 años pero como mi mamá era maestra yo estaba presente en los actos. 
Vi a una chica hacer de una empleada doméstica con un plumero en la mano, esa es la imagen que me queda de lo primero que vi.
A los 14 años, ya en Montecarlo, cuando estaba haciendo el colegio secundario, va el Grupo Tempo de acá de Posadas a hacer Jettatore, en la sala del Magisterio, la única sala que había en esa época. Eso fue una fascinación, no conocía el teatro, aunque ya sabía que quería ser actor, ahí supe que quería estar ahí haciendo eso, viviendo eso.

¿Cómo fue la experiencia en Posadas?
Dos años más tarde vengo a Posadas pero mi inclinación era hacia el exitismo de la actuación, quería salir en las revistas. Lo que leía en casa además de algún cómic era el diario El Territorio que mi papá compraba siempre y la revista Gente.
 Relacionaba la actuación con el cine de Montecarlo, lustraba los zapatos de mi familia para que nos llevaran en camión porque había que ir por caminos de tierra. Entonces me gustaban las estrellas que salían en las revistas, de películas que ni siquiera había visto.  
Acá en Posadas cuando participé de las primeras obras grosas ya estaba en quinto año de la Normal. Hice dos obras ese año: El organito, de Discépolo, y Escorial, de De Ghelderode; de lleno entré a lo que sería incluso los restos de lo que era la Comedia Misionera que dirigía Ismael Fernández, era teatro en serio. 

¿Cómo fueron tus primeros años enfrentándote a lo nuevo en Buenos Aires?
Al entrar a la Escuela Nacional de Arte Dramático fue fácil porque había que rendir un examen, tenía que estudiar dos textos: una partecita de La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca, y un monólogo dramático de un francés. Lo estudié, ensayé, lo rendí y luego me avisaron que había ingresado. A mí la actuación siempre se me dio fácil desde la primera vez que me subí a un escenario. No es difícil actuar pero hay sumarle el estudio y el trabajo. Hay que trabajar mucho como los orfebres, como un carpintero, es lo mismo.

¿Se trabaja mucho en las emociones?
En todo. Hay métodos que trabajan exclusivamente las emociones, métodos que trabajan el cuerpo, la palabra, la respiración, hay que entrenar en cada una de esas cosas. Hay que estudiar mucho a solas, no sólo en el ensayo, para cada obra hay que estudiar como si no se supiera nada, despojarte de lo que traés porque sino vas a repetir lo que estabas haciendo.

¿A quién quería parecerse Iván Moschner en su juventud?
Admiraba a Marlon Brando en esa época. Desde la película El Padrino fue mi referente, en el sentido de ponerme en posiciones de él. A veces me dicen: “Las caras que hacés”, y yo no hago ninguna cara.

¿Te pasó alguna vez que te costó o no te sentiste cómodo para llegar al personaje?
No hubo ninguna en especial pero sí puedo darte mi opinión respecto algo. Hice los cuatro años en la Escuela de Arte Dramático y empiezo a trabajar al toque en el teatro San Martín en una sala de 1.200 espectadores y mi problema era cómo hacer que mi voz llegara hasta allá, no había micrófono. 
Recién hace quince años aparecen en Buenos Aires unos fonoaudiólogos que empiezan a trabajar con el método Rabine, un método funcional de emisión de la voz en la que participa todo el cuerpo. Tomé el curso y se me terminó el problema, sigo entrenando, claro, y voy a clases de canto con una cantante rabiniana.

Actuás en lo que es la ficción pero siempre con un pie en la realidad. ¿A qué te referís con eso?
Yo creo que la situación está muy fea, la gente está viviendo muy mal hace mucho tiempo en el mundo y en nuestro país en particular. Los pobres siguen siendo pobres, los trabajadores siguen siendo oprimidos y en nombre de ellos se erigen políticas de una cosa determinada pero que en realidad son para beneficiar a otros. 
Yo milito en el Partido Obrero, no estoy militando a full en estos días pero adhiero. Ahora voy a votar al Frente de Izquierda porque para mí la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, hay una clase que está oprimiendo a otra, la clase opresora se disfraza de miles de maneras para seguir oprimiendo. Hasta que los trabajadores no tengan su propia alternativa política la situación va a seguir igual, el frente de izquierda es el único que está planteando eso.
Iván Moschner se encuentra en la provincia visitando a su familia y también se prepara para el pronto estreno de la obra que dirige, Rosa y Raquel hacen ‘La curandera y el maestro’, del grupo Capotó Tiáster, de Eldorado, que será el 6 de octubre en el Teatro del Pueblo en el marco de los 100 años de la localidad.