Amuleto de salud y equilibrio con la naturaleza

jueves 01 de agosto de 2019 | 0:05hs.
Amuleto de salud y equilibrio con la naturaleza
Amuleto de salud y equilibrio con la naturaleza
Por Silvia Godoy

Por Silvia Godoy sociedad@elterritorio.com.ar

Acaece agosto con su friolera de ráfagas y heladas golpeando casas y fuentes de alimento. Suelen decir los ancianos mbya que acumulan inviernos en los huesos, que en el octavo mes la naturaleza comienza un nuevo ciclo y se renueva para eclosionar en frutos y crías en primavera. Sin embargo, advierten que “hay que pasar el mal agosto”. 
En Paraguay, utilizan los nativos una frase similar: “Agosto, vaka pirú ha tuja (guaigui) rerahaha”, que hace alusión a que es una época especialmente sufrida para los viejos y para los animales que no tienen suficiente para comer y padecen a la intemperie.  
Y con estos acontecimientos cíclicos, vitales, parecería estar emparentada la raigambre de consumir caña con ruda la mañana del primero de mes, en un ritual para paliar la malaria y fortalecer el espíritu. 
Estudiosos de las costumbres regionales coinciden en que esta tradición, que debe cumplirse hoy en ayunas sorbiendo tres tragos y haciendo un pedido a la divinidad, es un legado de la cosmovisión indígena y que se relacionaría con la festividad de la Pachamama, muy extendida en el Noroeste.   
La investigadora Gladys Bernatto, especialista en idioma y cultura guaraní, señala en sus escritos que se trata de una costumbre con origen en el agradecimiento a la Pachamama, pero a la región del Nordeste argentino, Paraguay y Brasil habría llegado a través de parcialidades guaraníes que hoy ya no están tan presentes en estos territorios. 
“En algún momento estos conocimientos fueron asimilados por grupos más extendidos como los mbya o los avá y pasó a conformar la tradición de toda la población de estos territorios de frontera”, refiere.   
La ceremonia de preparar la caña con ruda suelen cumplirla los mayores de las familias, ya que requiere mucha fe al momento de su elaboración. En tanto, el hecho de beber invocando bienestar y abundancia es una ofrenda para alejar la escasez y las pestes del frío.

Protección
Ayer en la Feria Franca de Santa Rita, de Posadas, los productores ofrecieron el ancestral brebaje a los que visitaron el mercado. Y tan presente está la caña con ruda en el imaginario popular, que en pocas horas los feriantes vendieron toda la producción. 
Los trabajadores rurales más añosos relataron algunos conocimientos de la tradición oral sobre este amuleto de salud y protección.
“La caña con ruda la preparaba mi abuelo y después mi padre y quedó como costumbre familiar; es un remedio poderoso para todos los bichos, para parásitos, virus, enfermedades, mal de ojo, todo lo cura. Eso sí, se debe tomar en ayunas tres traguitos y pedir que sea para la bendición de la familia”, compartió Ramona Sandes (72), vecina agricultora de Nemesio Parma.
Asimismo, Magda Rojas (54), de Santa Rita, aportó: “Se puede decir que es un jarabe, es mejor preparar unos días antes, así es más fuerte la ruda, pero es cuestión de gusto, lo importante es hacerlo convencido de que es para el bien de todos. Además de la ruda, se puede hacer un preparado con siete hierbas, todas poderosas para la protección de la salud y de los hogares”.
Así, enumeró que a la caña Fortín o Cachapé, las marcas más utilizadas,  se le adiciona unas hojas de ruda, ajenjo, jengibre, paico, cocú, carqueja, menta. Pueden ser combinadas o solas. “La preparación de siete hierbas es milagrosa”, remarcó. 
“Es una tradición viva, es parte de nuestra costumbre”, indicó a su vez Miriam Iriarte (81) y sostuvo: “Si preguntás, cada persona tiene sus propias creencias sobre la caña con ruda pero de que toma, toma”.
Describió entonces que hay quienes usan el preparado todo el año cuando alguien se enferma o para cuando está con bajas defensas, otros sostienen que hay que repetir los traguitos todos los lunes de agosto para combatir los parásitos. 
Con matices, la costumbre de tomar caña con ruda en el nacimiento de agosto es considerado como un escudo poderoso contra las enfermedades del invierno y la hambruna.
En palabras de Iriarte, que trabaja la tierra desde pequeña, “la naturaleza nos da la cura para todo, no quiere decir que uno no vaya al médico, pero esto es como un remedio natural que da fortaleza, la caña es un vehículo para potenciar las propiedades de la ruda que es buena para el estómago, para dolores corporales intensos, para la fiebre, para el mal de ojo y se frota calma lesiones y contracturas”.

En Iguazú

En Puerto Iguazú, la tradición de la caña con ruda se cumplirá hoy en el Paseo de la Identidad, frente a la plaza San Martín. Como hace varios años, la cooperativa de Guías organiza junto a la Dirección de Patrimonio Histórico una actividad para ahuyentar los males, compartiendo con vecinos y visitantes la bebida tradicional del 1 de agosto, la caña con ruda. Todos los que se acerquen -desde las 8- podrán degustar y conocer la tradición milenaria utilizada por los antepasados para enfrentar la segunda parte del año.

Creencia heredada que es fuente de autosalvación

Los que vivimos en las primeras estribaciones del siglo XXI somos testigos de profundas transformaciones que afectan a la humanidad en todos los campos de la existencia. El vivir moderno, conducido y controlado por la tutela del progreso, se volvió más artificial y antinatural que en cualquier otra época de la historia. Y se convirtió en un campo de cultivo de enfermedades cada vez más complejas y amenazantes.
La gente civilizada alteró profundamente el equilibrio de la naturaleza, produciendo serios trastornos al medioambiente, cambiando el curso de los ríos, extrayendo sustancias del fondo de los mares y de las profundidades de la tierra. Fue convirtiendo en desierto regiones que antes eran fértiles, ha contaminado aguas, aire y alimentos por el indiscriminado uso de sustancias tóxicas y pesticidas, provocó la extinción de decenas de especies vegetales y animales, y todo esto en nombre del ‘progreso’. 
En ese agravio a la naturaleza, hay comportamientos, usos, modestas leyes que sobreviven en la dimensión de creencias, hábitos y costumbres que la tradición familiar salvó. Es transferencia mística que hace la sociedad en un estupendo gesto de “autosalvación”. 
En Campo Viera, el director de la EFA José Marx, Gerardo Isaac ‘Lalo’ Silveira, está de cumpleaños hoy y, ceremoniosamente, tempranito sorberá sus tres tragos de brebaje de caña con ruda “porque es una herencia recibida de tradición familiar para contrarrestar cualquier tipo de amenazas que se presenten en las próximas temporadas, contra la salud, el bienestar físico y psíquico, porque la naturaleza se vale de algunos elementos armónicos para prevenir enfermedades, problemas físicos, malestares, afecciones sociales, económicas, morales y espirituales; en todas las esferas de la existencia humana”. 
Esto viene escuchando desde su más temprana infancia de labios de sus abuelos y padres. Lalo vivió de pequeño en el kilómetro 1.222, en colonia La Carril, Aristóbulo del Valle, tierra adentro de la ruta nacional 14, donde sus padres Luis Dinarte Silveira y Clementina Hermann -de San Javier y Bonpland, respectivamente- se afincaron en los años 70 junto a otras reconocidas familias que compartieron época pionera: Feltan, Patzer, Niklas, Fuglistaler, Closs, Grahl; convivieron en tiempos de fuerte producción rural y algunos almacenes que abastecían las mercancías principales.
 “Mi familia tenía algunas plantas de ruda macho, siempre se dijo que la ruda perdura en tanto y en cuanto sea cuidada por una sola persona”. Como se consideraba agosto “un mes traicionero, que traía pestes y la ruda era una hierba medicinal que atajaba esos males, siempre se la cuidaba en algún rincón de la huerta”. 
Los pocos almacenes traían caña brasileña y los últimos días de julio la gente grande se aprovisionaba de botellas de aguardiente, en las que colocaban los ramos de ruda machucados para que largaran su savia y transformaran el brebaje en un fortísimo licor de sabor y aroma desagradable. 
Beber en ayunas tres traguitos era la receta para espantar pestes que llegaban con el problemático agosto. Se decía que era una “simpatía” para espantar los males. 
“Los ancianos explicaban eso y nos daban para beber sin vueltas. Pero sólo esa dosis. Yo me crié en ese ambiente, con total naturalidad. Para que ese ‘remedio’ rural surtiera efecto, se cumplía todo un ritual, había que dejarlos prepados sobre el techo de la casa la noche anterior, al sereno, luego se colocaba todo en la botella para la ronda de bebedores bien temprano y decían que ahí recién era efectiva la caña con ruda”, contó el docente.  
Serio, respetuoso de la herencia recibida, Silveira evoca todavía “tres traguitos en ayunas, en base de caña blanca, cuando no se podía traer caña brasileña se conformaban con la Pica-pau, elaborada en la provincia; luego apareció la Urutaú. Mi abuelo materno llegó a tener un alambique con el que destilaba caña; a la altura del kilómetros 1.225 había una villa de obreros que trabajaban en secaderos y aserraderos vecinos, y en todas las familias era hábito la caña con ruda”.  
Y siguió: “Somos seis hermanos, yo el mayor, era el primero en recibir la orden de tomar los tres tragos. No era agradable, pero mamá nos decía que era para matar ‘los bichos’, aunque puntualmente para los parásitos elaboraba ella otra rara especie de jarabe con kaa-ré más ajo triturado y leche, para desparasitarnos. Para neutralizar la peste negra de los perros, se cortaba el tronco del banano y se echaba en una batea de madera el agua del bananero para hacerlos beber y se recuperaban”.  
El hombre -licenciado en Administración y Gestión Educativa- no tiene ningún empacho en rememorar hábitos de sus antecesores. 
“Mantenemos la caña con ruda como tradición, yo nací y me crié en medio de esa fantasía que practicaban mis mayores. Pero todo se va perdiendo, todos los años yo preparo una petaquita para recordar costumbres lejanas y para darle un toque criollo a mi cumpleaños. Quizás eso explique las especialidades que abrazaron mis hijos: Laura, la mayor, es farmacéutica en Carlos Paz, Córdoba, y su tesis versó acerca de los usos curativos de la pitanga; Matías terminó Bioquímica, Emanuel estudia Producción Musical en Rosario y el menor Agustín apunta a Medicina”. 
“Las costumbres ancestrales no se perderán fácilmente; esta mañana (por ayer) hablé de caña con ruda y una docente enseguida reveló secretos del cultivo de la ruda.” En ese preciso instante pasó por el pasillo de la entrevista un alumno de la EFA, Francisco Torres, de Oberá, y se detuvo a explicar: “En mi familia los abuelos saben mucho de eso, entre ellos mi bisabuelo Ramón Torres, que hoy está cumpliendo 100 años en Campo Ramón”. 
Por costumbre, por creencias heredadas, porque es “su” cumpleaños, por recetas contra “futuros males” este docente considera importante mantener las tradiciones para que no se diluyan entre los humos del tiempo.