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Una filosofía que valora el juego por sobre el resultado

domingo 02 de junio de 2019 | 6:00hs.
El rugby y el básquet comparten el mismo método de enseñanza en los primeros años. Se realizan encuentros, no torneos, y se transmiten valores como el respeto
El rugby y el básquet comparten el mismo método de enseñanza en los primeros años. Se realizan encuentros, no torneos, y se transmiten valores como el respeto
Facundo Alzaga

Por Facundo Alzagadeportes@elterritorio.com.ar

El rugby y el básquet comparten una misma filosofía en cuanto a los niños que se inician en estos deportes. El objetivo primordial durante los primeros años es que los futuros deportistas disfruten del juego, el respeto y el compañerismo por el rival.
Para poner en práctica esos valores se deja de lado la parte competitiva hasta los 12 años en el básquet y hasta los 14 en el rugby. De esta manera se libera a los niños de la presión de ganar, tan presente hoy en nuestra sociedad. Además, la preocupación de los padres por tener hijos “ganadores” se posterga hasta la adolescencia, cuando los jóvenes ya tienen las armas necesarias para saber si quieren o no dedicarle su vida al deporte o a la alta competencia.
“Desde la conducción tenemos en claro que, entre los 6 y los 14 años, el rugby tiene que ser formativo. Por eso empezamos a jugar sin tener contacto físico, para que los chicos no tengan miedo, hacemos algo muy lúdico. Se enseñan las destrezas básicas y se transmiten los valores como la amistad, el compañerismo, el respeto hacia los compañeros, entrenadores, dirigentes, hacia el otro equipo. Sacamos todo tipo de competencias”, explicó José Luis Logegaray, quien está a cargo de la coordinación del rugby infantil en el Tacurú.
El ex jugador y entrenador de Primera destacó que se establece un tipo de código para enseñar rugby a los más chicos.
“Manejamos el concepto de que ‘no jugamos contra un equipo, sino que jugamos con un equipo’. Evitamos todo tipo de competencias. Les pedimos a los padres que no se metan en las decisiones de sus hijos durante los partidos para que ellos las resuelvan solos, de esta manera trabajamos la inteligencia de los chicos”, argumentó Pollo Logegaray.
Pero esta filosofía no se limita sólo a los factores externos al juego, también incluye a protagonistas como los entrenadores. “Les pedimos que no les den indicaciones desde afuera de la cancha. La mejor enseñanza es que ellos resuelvan solos las situaciones que presenta el juego. Fundamentalmente quitamos todo tipo de competencia, para que cuando lleguen a la edad de competir no lleguen con vicios adquiridos”, ponderó Logegaray.
En la misma sintonía se manifestó al respecto Gastón Douton, actual entrenador de la Primera División del club de la Hormiga.
“Al no ser competitivo hasta los 14 años, el rugby es totalmente formativo. Se hacen encuentros, no se juegan torneos por puntos. Siempre se comparte con el otro equipo. En los partidos juegan todos, no quedan chicos sin jugar. Hay lugar para todos”, dijo Douton, marcando una diferencia con respecto al fútbol en el aspecto de que no todos los chicos pueden entrar en un partido.
El entrenador también se refirió a los distintos tipos de presión que ejercen los padres sobre sus hijos cuando pasan al rugby competitivo.
“Hay distintos tipos de padres, están los que presionan a sus hijos porque le ven condiciones, pero lo que provocan es que los chicos se terminen frustrando. Y también están los chicos que tienen muchas libertades por parte de los padres, esos son todo lo contrario. No tienen presiones, no tienen obligaciones, entonces no sostienen la responsabilidad en el tiempo”, explicó Douton.


300

Es el número aproximado de niños que practican rugby infantil en los distintos clubes de la provincia. Tacurú, Capri y Centro de Cazadores son los más concurridos

“En las categorías menores tienen que jugar y divertirse” A diferencia del rugby, el deporte de la pelota naranja baja de 14 a 12 años el límite de edad para empezar a competir. Hasta ese momento, en las categorías mosquito, premini y mini, los chicos realizan encuentros de básquet en los cuales la prioridad es jugar y compartir.
Luego, cuando se empieza a jugar ‘por los porotos’, la cosa cambia y ahí también cumplen un rol fundamental los padres, que deben saber encontrar el límite de hasta cuándo exigir y hasta cuándo acompañar a sus hijos en su trayectoria deportiva.
“En el básquet. hasta los 12 años se trabaja de forma recreativa. Se juega todo a modo de encuentro, sin resultado final para no darle importancia a eso”, explicó Matías Caramuto, quien desde hace varios años trabajo con los más chicos en el club Itapúa de Posadas.
“Desde los 13 años, cuando empiezan a jugar partidos formales, se acentúa eso de los padres que meten presión. Muchas veces se trasladan las frustraciones personales a los chicos. Lo que les recomendamos nosotros a los padres es que acompañen, pero que no influyan en el trabajo de los entrenadores. Con el tiempo se va definiendo qué chico está para la alta competencia y qué chico no”, profundizó.
“Ellos tienen que jugar y divertirse, sobre todo en las categorías menores. No es fácil, hay que hacerles entender a los padres y es un trabajo constante”, finalizó.