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Priorizar el juego

domingo 02 de junio de 2019 | 6:00hs.
La motivación a los chicos es necesaria, pero cuál es el límite que no debe pasarse.
La motivación a los chicos es necesaria, pero cuál es el límite que no debe pasarse.
Diego Vain

Por Diego Vaindeportes@elterritorio.com.ar

Jugar debería ser una obligación para todos los chicos. En realidad, no una obligación, sino algo que tendrían que hacer todos los días sin pensar en otra cosa. Sin trabajar, sin preocuparse por otros temas de la vida. Simplemente jugar. Parece fácil ¿no? Algo relativamente sencillo de hacer, pero no. No lo es. Es más, en incontable cantidad de veces se vuelve algo realmente complicado.
El juego muchas veces pasa a ser sinónimo de exigencias, de frustraciones que se pasan de generación en generación. De momentos que se vuelven traumáticos y que marcan la vida de un chico para siempre. Le suman una carga y hasta pueden sacarle esas ganas tan lindas de jugar.
Hay una delgada línea entre la motivación y la falta de respeto. Entre la exigencia (bien entendida) y el hostigamiento que puede llegar a sufrir un pibe. Cuándo pasamos de alentar y motivarlos a ser los rivales de los más chicos y a presionarlos. En qué momento se termina el juego y se convierte en un trabajo, en una meta que irremediablemente hay que cumplir.
Hace un par de semanas se dio un hecho insólito en Catamarca. No insólito porque no pase todos los fines de semanas en las canchas en las que juegan nuestros chicos, sino porque un árbitro tuvo la coherencia de hacerles notar a los que están equivocados que eso no daba para más. Que sus acciones estaban fuera de lugar y sobre todo cuando hay chicos implicados.
Un padre insultó a su hijo. ¡Sí, a su propio hijo! “Pendejo de m…, no te voy a traer más si no pones huevo”, fueron las palabras que el árbitro Gustavo Córdoba dejó asentadas en el informe que pasó a la Liga Catamarqueña de Fútbol.
El colegiado primero advirtió al padre de uno de los jugadores y luego tomó la decisión más sana para el chico y para el deporte. Suspendió el partido.
Claro que eso no quedó ahí. La noticia se hizo conocida en todo el territorio argentino y disparó un montón de conjeturas y análisis de lo que se debe y de lo que no se debe hacer con los jóvenes en el deporte.
El rol de los padres, de los entrenadores y de quienes deben velar por el bienestar de los más chicos también quedó en el ojo de la tormenta. El cómo se debe tratarlos y ayudarlos para que el juego no deje de ser eso, algo lúdico.
En las siguientes páginas buscaremos, a través de los relatos de quienes viven día a día con estos conflictos, tratar de vislumbrar cuál es equilibrio justo entre la exigencia necesaria para los chicos y el disfrute que tiene la práctica de un deporte.
Pasaremos de lo negativo, como la historia del fútbol catamarqueño (un hecho que en el deporte de la redonda es quizás algo más común, lamentablemente), a lo que se hace en el rugby, una disciplina que en los primeros años de enseñanza se basa en poner lo lúdico por sobre la competencia.
Se juega con un equipo y no contra un equipo. Se prioriza la relación de los chicos con el club, con el rival y con los entrenadores. Algo a imitar.
En otra disciplina en la que tienen el claro que la competencia no es lo más importante es en el básquet. Hasta los 12 años los chicos no compiten, sino que realizan encuentros y vale más el juego que el resultado final.
Pero qué pasa cuando el que está fuera de la competencia la conoce desde adentro, como el caso de los Yeri.
Nazareno es padre de Santiago, Mateo, Juan y Valentina y todos comparten la pasión por el deporte. Con los tres primeros, encima, realizan la misma disciplina: ciclismo.
La relación fue mutando a través de los años y tanto el padre como los chicos tuvieron que aprender a marcar límites y a poder disfrutar juntos.
Algo similar pasó con los Bande. Camila y Juan Pablo se destacan en natación y el que necesitó un tiempo para aprender a disfrutar desde la tribuna fue Juan José, quien acompaña a sus hijos dentro y fuera de pileta.
Sin dudas que lo profesional juega un rol fundamental y por eso, con el correr de los años, los psicólogos adquirieron cada vez más importancia. Poder manejar la triada deportista-entrenador-padres aparece como un nuevo desafío para los psicólogos en la actualidad para tratar con los jóvenes talentos.
El juego debe seguir siendo eso, un juego. Los más chicos tienen que aprender a competir, no hay dudas, pero en un ambiente apto para eso. Sin presiones desesperadas, sin la carga de las frustraciones de quienes no pudieron y sobre todo pensando que la práctica de un deporte siempre empieza por la diversión.