“Se puede ser feliz sin ser millonario”

lunes 28 de octubre de 2019 | 3:00hs.
“Se puede ser feliz sin ser millonario”
“Se puede ser feliz sin ser millonario”
Por Gilberto Pérez

Por Gilberto Pérez deportes@elterritorio.com.ar

Buena parte de su vida gira en torno a la música. Sin embargo, hay varias facetas con las que Miguel Brizuela carga y brotan apenas se comienza a regarlas. Transita los 50 y confiesa que se encuentra en una etapa reconfortante; recuerda con ojos iluminados su pasado de gurisito criado al borde del Paraná, como también desnuda su pasión por el fútbol identificado en los colores de La Franja de Villa Sarita. Admira el pensamiento de Marcelo Bielsa y traza un paralelismo con su función de recorrer la provincia en búsqueda de talentos, como ocurrió en los primeros tiempos del DT en las inferiores de Newell’s. Tiene la misma energía que a los 17, cuando comenzó a trabajar como profesor pero hoy sabe administrarla. Y, reflexivo, se anima a profundizar en primera persona.

¿En qué momento estás?
En un momento muy lindo, 15 o 20 años atrás, cuando nadie te conocía, tenías que estar explicando qué querías hacer. Hoy, en muchos lugares ya no lo tenés que hacer. Entonces, cuando vas a conseguir recursos se abren las puertas. Y se va segmentando el semillero. Con Marilé tenemos tres hijos, el mayor está en Suiza. La del medio estudia en Buenos Aires y la más chica disfrutando de la Estudiantina (NdeR: culminó el jueves último) y nosotros trasnochando con ella, superfelices. Dejé de estar enfocado en mi formación y ser más papá, acompañamos a nuestros hijos y nuestra infinita cantidad de hijos.

Entonces, ¿esas son tus prioridades?
Es lo que me hace feliz. Que la gurisada disfrute, ir los domingos a la cancha de Guaraní, disfrutar el fútbol casero, con la gente que te cruzás siempre, ir a comer el choripán. Cuando mi abuela me metió en el mundo de la música, era para ser feliz. La verdad que se puede ser feliz sin ser millonario.

¿Cuál es la vía para barajar y dar de nuevo?
Me gusta leer mucho filosofía, googleo mucho, me meto en videoconferencias, charlas. De chiquito leí mucho, el barrio donde me crié no era tan seguro, donde hoy está Cristóbal, tres metros abajo. Entonces 5 o 6 de la tarde estábamos adentro. Y usábamos muchas horas para leer, que vos decís: “En esta villa vas a andar leyendo”. Mi abuela tenía muchos libros y hablábamos y filosofábamos barato. Y eso mixturado con que vivía en un sector donde tenías que hacer espacio y convivir con otra gurisada porque se inundaban. Estaba muy ligado a lo social, ese tránsito te hace salir de tu mundo y estar codo a codo con la gente. Algunos deben pensar que la sufren, pero nosotros no.

¿Qué es lo que más te preocupa?
La situación del país, como creo que a todos los sensibles. La desfinanciación de la educación pública, es grave. En Argentina, con toda la riqueza que tenemos, que haya gurisada que deba ir a un comedor para tener una comida fuerte al día. Y que los que dejen de consumir leche sean los chicos pobres, no los ricos. Los ricos dejan de viajar a Miami, pero los pobres dejan de comer. Y es un bajón que pase. Todos manejamos nuestra economía familiar y si nos permitimos desfinanciar la educación o la salud de nuestros hijos, de qué te vale.

¿Sos jodido?
No, para nada. Soy negociador, en general los roles que me tocan cuando hay que negociar cosas difíciles. Me considero con capacidad para explicar y acercar las partes. No soy confrontativo para nada, un poco por la historia. Al menos en mi infancia, si ibas muy fuerte, ligabas. Y ligué bastante (risas). Eso tiene su lado negativo, según mi psicóloga. A veces es negro o blanco.

¿Cuál fue la mayor frustración?
Ninguna, la verdad que, increíble, pero puedo decir ninguna.

¿Y la mayor alegría?
Muchas, primero: tener una familia, los nacimientos de mis hijos, el casamiento y después poder sortear crisis. Todos los matrimonios, las familias tienen crisis, pero cuando sabés que tenés elementos para sortearlos y que no te tumben, es como tener vacunas. Creo somos una familia que nos sostenemos.

Te emocionaste…
Y tengo una historia medio difícil, rara, digamos. Conocí a mi viejo a los 35 años, mi vieja sufrió un montón, me tuvieron que criar acompañados de mi abuela. Situaciones dolorosas así desde la raíz; entonces eso te hace ser siempre optimista. Si saliste de una situación inestable y pudiste lograr ciertas estabilidades, valorás mucho.

¿Y con tu viejo tuviste trato?
Falleció. Pero restablecimos el contacto, me enteré de que tuve hermanos, sobrinos. Estuvo bueno, porque si no, uno lo tiene en el imaginario. Sobre el origen de uno, está el biológico y el que te estructura, que no necesariamente está fijado en una mamá, papá, abuela. Parte de mi infancia, mi mamá estuvo en España, de los 7 a los 12, porque tuvo algunas dificultades políticas y sociales; entonces yo estaba con mi abuela. La verdad que no la sentía como una carga. La pasaba muy bien igual. En un momento fui vendedor ambulante. Y era digno, vendíamos helados, lavábamos coches, vendíamos refrescos en la cancha. Aprendimos el valor del trabajo y te crea un entorno saludable.

¿Y a tu papá lo entendiste?
Y sí, como cualquier ser humano que tiene alguna crisis y no puede resolverla y se embrolla. Es difícil asumir la existencia de cada uno, pero nada para reclamar. En general no vivo enojado. Incluso, nosotros acá nos quejamos del país, pero una vez que uno conoce y viajó, entiende somos una sociedad solidaria.

¿A qué le tenés miedo?
Mis pesadillas pasan con que les pasen cosas feas a mis hijos. Que puedan tener un accidente o episodio de violencia que no puedan manejar, son miedos naturales de cualquier persona. Particularmente, cuando era chiquito me estaba ahogando, caí al río. Hasta que me sacaron y cuando iba a morir es como que dije: “Cómo voy a morir a los 11 años, si siempre quise tener hijos”; y estaba tragando agua a lo loco. Después de esa experiencia, estoy completo.

¿El momento de mayor aprendizaje?
Tuve un viaje de una beca en Francia y estaba decidiendo si quería hacer eso. Y pensé un montón, fueron dos meses que estaba solo, viajando… diciendo qué quería hacer con mi vida. Ya tenía dos hijos. Y aprendí muchísimo, cómo gestionar plata para los proyectos que uno quiere, cómo focalizar los esfuerzos de las comunidades. Y cuando volví, analicé los errores que cometí y lo primero que decidí fue dejar de practicar tanto para ser mejor violinista y acompañar a mis hijos al tobogán, a la playita. Fue reorientar el esfuerzo de lo que queríamos.

¿Pañuelo verde o celeste?
Aunque me duela, preferí que mis hijos sean libres. Creo que está mal la dicotomía, hay que plantearse si alguien puede usar su propia libertad para su propia vida. Si alguien desde su libertad considera que su cuerpo es suyo, tiene que tener la libertad. También es respetable la otra postura, adherir a un dogma religioso. A lo que no adhiero es que unos quieran convencer a otros. Hay que respetar la libertad del otro.

¿Qué ley sancionarías en lo inmediato?
Me gustaría que se instrumenten las que ya están. A nivel provincial la ley de los grupos de teatro, ya está. Me parece fantástico. Y a nivel nacional me gustaría alguna ley que venga creando una oficina donde se compitan proyectos culturales y artísticos. Y que no sea como siempre los porteños trayendo sus recetas para el interior. Andá a convencerles a los porteños que pongan funcionarios de la provincia y entiendan cómo es la cosa.

¿Dónde te parás en pensamiento?
Leo mucho de gestión empresarial, me interesa ser efectivo en el esfuerzo. Y el pensamiento de derecha tiene mucha bibliografía para ser efectivo; y en cuando a lo social me posiciono siempre en la izquierda. Porque en el mundo no se trata sólo de sacar el máximo, sino en redistribuir ese máximo. Hay que balancear.

¿El mayor problema de la sociedad?
No sabría diagnosticarlo. Hay que buscar el punto en común. Tratar de ver que gente de opiniones diversas tiene puntos en común. Primero solucionemos la salud pública, la educación pública y la seguridad. El resto, se puede discutir.

¿Y el mayor avance?
Creo que en la provincia tenemos un avance en expresiones artísticas y deportivas, más allá de lo político. Al ser más de la mitad de los habitantes menores de 18, los jóvenes saludablemente le faltan el respeto y están cuestionando. Tenemos un horizonte de crecimiento.

¿Una deuda pendiente?
Como sueño de futbolero me hubiera gustado entrenar un año en Guaraní y haber jugado unos minutos al lado de Palito Arce o el Puma Ortiz, eran ídolos de la infancia. Jugar al lado del Puma Ortiz con la cancha llena, soñaba eso. Pero no me dio el cuero (risas).
¿En qué otra profesión te hubiera gustado desempeñarte?
Entrenador de fútbol. Me hubiese gustado entrenar inferiores y sacar valores. Igual, el fútbol que conocí no tiene nada que ver con el negocio multimillonario de hoy.

¿Tenés algún TOC?
Trato de entrar tarde a la cancha o recitales porque no me gusta que me empujen.

Si tuvieras que volver a algún momento grato, ¡cuál sería?
Las siestas. Me quedaba a un costado de la casa con las figuritas de fútbol, armando campeonatos. Y con los autitos tipo Reutemann, y tenía muchas horas destinadas a eso: a jugar, no eran de estudiar sino de distraerte. Creativo, imaginaba mundos, la pasaba tan bien que si tuviera que elegir vivir eternamente, elegiría ese momento. 

Algo personal

  • Nació en Posadas el 8 de mayo de 1969.
  • Casado con Marilé Vendrell. Tres hijos: Ezequiel (vive en Suiza), Yaisa (terminando la carrera de Dirección Escénica en la Universidad Nacional de Arte Bs.As.) y Nadina, cursando el tercer año del Bachillerato Humanista. 
  • Profesor de música, guitarrista, violinista, director de Orquestas, licenciado en Artes Musicales. Creador del grupo Grillos Sinfónicos. 
  • Hijo de Rosa Francisca Medina y Lino Brizuela. 
  • Malcriado por su abuela Valentina López.