Raúl decidió a tiempo y cambió la delincuencia por el trabajo

domingo 07 de abril de 2019 | 6:00hs.
Cientos de jóvenes ingresan al mundo de la delincuencia a muy temprana edad, algunos por la falta de atención de sus padres, otros porque anhelan las cosas materiales que sus compañeros de colegio tienen y sus padres no les pueden dar y otros (los menos) simplemente para llamar la atención o pertenecer a determinado grupo de personas.
En el caso de Luis, la primera vez que “manoteó” algo fue cuando tenía 9 años y hacía dos días que no había comido nada.
“Ya ni ruido me hacía la panza, porque ni agua había tomado, recuerdo que entré para pedirle algo de comer al señor de la despensa, pero él estaba tan enojado discutiendo con alguien que lo miré y agarre unas galletitas. Como no me vio, salí y me fui. Ese día dije ‘fue tan fácil’ y comencé a hacerlo más seguido. Primero era para comer y después ya agarraba cualquier cosa que ni siquiera sabía lo que era y se volvió una costumbre”, recordó Luis, que hoy es un hombre de 22 años y hace poco mas de siete se alejó de la delincuencia y aprendió a ganarse el pan honradamente.
Comenzó llevándose una galletita y eso se fue tornando cada vez mas grave. “Recuerdo que tenía 12 más o menos cuando robé por primera vez dinero. Fue a un turista, yo le pedí dos pesos y cuando sacó su monedero se lo saque y corrí. Como era veloz no me alcanzó, hasta que un día tenía 15 y me agarraron, me pegaron y estuve preso casi cuatro días porque nadie encontraba a mi familia. Después me largaron”.
Luis contó que durante esos días encerrado conoció gente con frondoso prontuario, muchos de ellos lo golpearon en el calabozo y recién ahí entendió “que no quería eso para mí, pensé mucho en mi abuela que siempre me dijo que era buena persona. Recordé como caí en esa vida y un policía que era cristiano me habló de la iglesia y me dijo ‘ojalá entiendas esto, porque si seguís, así cuando cumplas 18 no vas a salir de acá’, y me asusté”, indicó.
Si bien Luis confesó que fue a la iglesia y muchos lo discriminaron y le dijeron “te pusiste la careta de cristiano, pero siempre vas a ser un ladrón”, afirma que lo único que lo hizo reflexionar fue el policía porque lo trató como su abuela, también cristiana.

Oportunidad
Después de recorrer varias congregaciones, finalmente Luis encontró el apoyo y la compañía que necesitaba para primero perdonarse por haberle fallado a su abuela y, más tarde, las fuerzas para convertirse en un hombre de bien.
“Una hermana de la iglesia, sabiendo de mi pasado, me ayudó y me dio trabajo, primero para cuidar el jardín, después ella hacía pan y yo salía a vender y hace dos años me enseñó a hacer pan y ahora ya lo hago yo y vendo. Siempre que puedo, hablo con los nenes de la calle y les cuento lo que pasé, porque a mí me ayudaron y tengo que ayudar para que otros no repitan”.
Hoy en día Luis vive del fruto de sus manos, trabaja y con eso se mantiene. Él afirma que “se puede salir de la delincuencia y siempre hay oportunidad para redimirse, sólo que muchas veces los jóvenes no encuentran cómo o no tienen la bendición de encontrar un ángel en el camino como yo con ese policía que me hablo como padre, me aconsejó y me ayudó a cambiar”, remató.