Cuando el macramé se convierte en una forma de vida

¿Mandato? ¿Herencia? ¿Talento? ¿Hobbie? Posiblemente un poco de cada uno. Lo cierto es que sus obras de macramé decorativas para cada rincón del hogar cautivan a cuantos la conocen. Ahora conquistará también en la Fiesta del Inmigrante
miércoles 04 de septiembre de 2024 | 0:57hs.

Lorena Kategora (43) es misionera, oriunda de Los Helechos, Oberá, y en estos últimos años vive en la provincia de Buenos Aires. Estudió Derecho, se desenvolvió en el sector de seguridad e inmobiliario, y es mamá de tres varones, lo cual no es poca cosa. Sin embargo, encontró su manera de canalizar situaciones puntuales en el arte manual: el macramé. Ese arte hoy la trae nuevamente a su tierra, donde estará exponiendo en la Fiesta Nacional del Inmigrante con su marca propia: Ñahatí Hovy (Libélula Azul).

“Este emprendimiento, como muchos otros, nació en la pandemia. Oficialmente nació en pandemia, pero venía gestándose desde hace mucho, mucho tiempo. La pandemia fue el puntapié de nuevas rutas, cambios, puertas que se cerraron y otras que se abrieron”, inicia su relato la misionera.

Haciendo un poco de memoria, cuenta que el proyecto en sí tomó forma a fines de 2020, principios de 2021. “Pero creo que es algo que tenía pendiente desde hace muchísimo tiempo, sin saber exactamente qué forma darle. Al principio, la cuestión era la necesidad, la búsqueda de poder trabajar con mujeres y ayudar a mujeres. En ese momento confluyeron muchas situaciones difíciles, cambios inesperados, se modificaron muchas de las tareas que veníamos haciendo”, explica.

Añade que, en lo personal, “me modificó totalmente la planificación laboral que tenía hasta ese momento. Hasta entonces, no había considerado el arte o las artesanías como un trabajo. Siempre lo había tenido como un hobby”.

Cuenta que el tejido siempre fue un hobby para ella: “Crecí en una familia donde siempre hubo hilos, lanas, telas, muchos dones en esas manos. Cada una de las mujeres de mi familia tiene un gran talento para trabajar lo textil, ya sea como modista, como diseñadora, o como tejedoras. Todo eso uno lo mama, lo absorbe, nace con eso impregnado… Creo que lo tenía muy adentro, pero tal vez nunca me detuve a mirar detenidamente los dones que tenían mis manos hasta que ese freno obligado me hizo replantear muchas cosas”.

Recuerda que la pandemia fue “un freno de mano de golpe” que la hizo darse cuenta de que había cosas que cambiar: “Tenía que reestructurar cosas que hasta ahí no me había cuestionado. Tenía pendiente poder trabajar con otras mujeres, pero trabajar desde el lado de sanar, de acompañar, de brindarme, desde mis dones y mis capacidades, a otras mujeres”.

Así fue como nació “Ñahatí Hovy”, que en castellano significa “Libélula Azul”. “El nombre puede sonar un poco raro, y a algunos les llama la atención, pero es un nombre que simboliza mucho, que tiene una trascendencia muy importante para mí, y significa ‘Libélula Azul’, que era el nombre original. Al momento de bautizarlo, decidí sumar raíces de mi tierra colorada y lo trasladé a la lengua guaraní”, añadió Lorena.

Afirmó que la libélula “tiene un simbolismo importante, muy fuerte; tiene mucho que ver con la resiliencia, con la capacidad de transformación, con el cambio ante las dificultades”.

En cuanto al trabajo en sí, “la meta de Ñahatí Hovy surgió tratando de volver a generar lazos y relacionarme con ese mundo externo, que hasta ahí venía tan limitado el contacto. Y dándome cuenta en ese momento, de tanto encierro, de que tenía en las manos algo que durante mucho tiempo pensé que tenía que buscarlo afuera. Tenía en las manos el don necesario para ayudar a otras personas. Como dije, siempre fue un hobby, un cable a tierra; lo hago desde hace muchos años, pero nunca fue algo para mostrar a otros o para exponer, nunca”, expresó.

Sobre su primer contacto con el macramé, Lorena se remontó al 4° grado de la primaria: “Se lo debo a una maestra maravillosa que tuvimos de labores en ese momento. Lo primero que nos enseñó fue un porta macetas. Y después, durante mucho tiempo, elegí el crochet antes que el macramé. Pero con el tiempo se fueron sumando técnicas, y fue decantándose. Hoy estoy totalmente enamorada y feliz de poder transmitir, compartir y vivir con esta técnica, porque más que un emprendimiento es un modo de vida”.


 Una terapia artística

En la actualidad, el macramé se considera una técnica terapéutica que incluye trenzas y nudos, porque ayuda a la relajación, a la concentración en el aquí y el ahora, en el estar presentes. “Se lo utiliza como arte-terapia. Cuando aún no estaba decidida sobre el camino que iba a elegir, una de mis opciones fue capacitarme en arte-terapia y poder utilizar esta técnica al servicio de otras personas. No es solamente tejer y hacer piezas, sino ponerme al servicio de… Hoy puedo sentirme satisfecha y feliz al ver un grupo inmenso de mujeres disfrutando esta técnica, trabajando con ella, aflojando las tensiones de la semana, compartiendo en grupo, intercambiando experiencias”, indicó.

Prosiguió: “Creo mucho en el trabajo colaborativo, creo mucho en los dones individuales como lo que nos identifica y nos diferencia, pero a la vez nos retroalimentan, porque, como siempre digo: por más que dos personas realicen la misma pieza, nunca va a ser igual porque cada mano tiene su energía, su tensión, su forma de trabajar el hilo. Cada persona transmite a la pieza que crea su esencia, y esos son mis diferenciales. No me concentro en si me copian, no copian, si hicieron o no, estoy totalmente segura de que cada uno de nosotros transmite una energía al realizar un trabajo manual. Y entender esto es súper importante, porque el trabajo manual hoy es un lujo, tanto darnos el tiempo para confeccionar, como tener un trabajo manual”.

En contraste, dijo que “estamos en una época en la que todo pasa por una máquina, y vivir de esta manera, como digo, es elegir a conciencia nuestro día a día, asumir que el tiempo es uno de nuestros recursos más valiosos y cuando nos dedicamos a crear una pieza estamos entregando tiempo, energía, intención, todo eso forma parte de una pieza que después va a ir a otro hogar, a otra persona. Ahí surge la pregunta: ¿qué quiero transmitir?”.

Cada pieza tiene su magia

Otro punto que la misionera destaca como importante es la calidad y la individualidad de cada pieza. “No me gusta hacer cosas repetidas, no me siento cómoda ni motivada, y no quiero hacerlo. No es que porque una pieza se vendió bien, me voy a sentar a hacer cincuenta piezas iguales. Dentro del tejido, cada pieza es individual; por más que el modelo sea similar, nunca saldrá igual. Tendrá la misma calidad, me voy a tomar el mismo trabajo que me tomé con la pieza anterior: buscar los materiales, elegir, seleccionar la materia prima adecuada para ese trabajo, pero va a tener sus características propias”, señaló.

Reiteró que “el trabajo es muy personalizado. Esa es una de las características de mi emprendimiento: personalizar las piezas, trabajar siempre escuchando primero al cliente, a quien viene a buscar mi trabajo. Pregunto, trato de entender por qué pide lo que pide, de conocerlo. Y a raíz de esas respuestas surgen, por lo general, ciertos detalles que van a ser fundamentales en una pieza”.

En este sentido, recordó: “En una oportunidad me contactó una persona que quería un arcoíris. Le pregunté en qué paleta de colores lo quería, charlamos un rato, y de esa charla surgió que quería plasmar en su casa la visita al Cerro de los Siete Colores (Purmamarca, Jujuy). Así que la paleta elegida para plasmar ese arcoíris fue una imagen de ese cerro, y estoy segura de que esa persona, cada vez que ve la pieza colgada en su casa, recordará los mejores momentos vividos en esa visita”. Es decir, cada obra “es mucho más que una pieza de macramé”, ya que la artista “pone amor, responsabilidad, detalles, lo mejor de mí en ese trabajo, y así con cada uno de los trabajos. Por eso digo que no hay dos piezas iguales, porque tampoco el ánimo con el que se realiza esa pieza es igual”.

Entre las características de su trabajo, Lorena se anima a innovar todo el tiempo, por ejemplo, con fibras, texturas, buscando siempre materiales nuevos, materiales que se puedan reciclar, dar una segunda vuelta a determinadas cosas. “Llevo para la fiesta productos hechos con maderas recicladas, rescatadas de demolición, de podas, entre otras cosas”, aclaró.

Misión cumplida

Lorena se desempeña en un taller para mujeres, que empezó de manera virtual, y hoy es una cita con anécdotas, emociones, mate y mucho arte. Del taller disfruta muchísimo, y tiene alumnas de hasta 92 años, con una energía muy buena que retroalimenta a todo el grupo. “Llegan con una vitalidad y una energía al taller que es contagiosa. Hay también de 82, 81 años… Cuando las veo llegar, pienso qué más puedo pedir que estar acá compartiendo con un grupo de mujeres tan lindo, que vienen a poner vida. La mejor retribución que puedo recibir es que alguna de ellas me diga que viene al taller porque le hace súper bien. Siento que la misión está cumplida”.

Por otro lado, la exposición y venta de sus piezas únicas las realizará en la Fiesta del Inm

igrante, y para ello la diseñadora presentó los permisos correspondientes a la Subsecretaría de Cultura de Misiones para trasladar las obras. “Ñahatí Hovy es de Misiones y para Misiones”, aseveró.

Cuando el macramé se convierte en una forma de vida
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