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El arte como sentido de vida

El ebanista Gerónimo Bareiro y la perfección del oficio, como pocos

Dejó su profesión de carpintero de muebles finos y hoy tiene en la taracea -compleja técnica de origen árabe- su nueva afición para perpetuar la creación artesanal
domingo 18 de febrero de 2024 | 6:05hs.
El ebanista Gerónimo Bareiro y la perfección del oficio, como pocos
El ebanista Gerónimo Bareiro y la perfección del oficio, como pocos

Inquieto, curioso, Gerónimo Bareiro sostiene que la motivación, dedicación y  creatividad son el empuje artístico.

“Hay que querer hacer”, repite constantemente, como mantra, el paraguayo que hace más de 60 años vive en Posadas.

Gerónimo viene de una familia de carpinteros, su abuelo despuntaba el oficio a la vez que se dedicaban a la ganadería y el campo en Ñeembucú. Pero él fue más allá y no sólo se convirtió en ebanista, algo que le permitió alimentar, criar, educar a sus tres hijas sino que incluso hoy a sus 73 años sigue buscando nuevos desafíos y aprende nuevas técnicas, como la taracea, arte nazarí que engalana, por ejemplo, el Museo de la Alhambra.

“Empecé a cambiar mi rubro primero como tallista, ebanista y hace muy poco empecé con esta taracea, que es mucho más difícil y requiere mucha precisión”, comenzó contando Gerónimo en el taller de su casa en Villa Sarita. 

Con mucho tiempo libre en pandemia, decidió apostarse a aprender un nuevo arte de manera online. Al hurgar en Internet, el artesano descubrió la técnica que consiste en incrustar, sobre madera, pequeñas piezas de maderas de otros colores u otros materiales. Y viendo videos paso a paso, apuntándose a cursos a distancia, comenzó a crear nuevas obras con este plus, siempre enfocado en su expertise.

“La madera es un material muy noble se puede moldear lo que quieras, es resistente al tiempo, es utilitaria no sólo decorativa y también me da para vivir. Nunca me aparté de la madera como materia prima”, reflejó. 

Los mangos de sus herramientas y el mueble donde reposan, todo hecho por él.

En esa línea, mostró sus preciadas herramientas: más de 63 gubias para tallado y otras quince con diferentes usos. Cada mango está hecho por él mismo, trabajando la guayubira, y cuidadosamente guardadas en un mueble que también él fabricó. 

Con paciencia detalla el proceso de su manufactura que va alternando con cuotas de sabiduría popular o anécdotas de su trayectoria, entre complejos cálculos matemáticos y geométricos. 

Gerónimo llegó a Posadas en el 63, como muchos paraguayos de la época para trabajar una temporada. Empero, hizo de esta ciudad costera su hogar definitivo y su lugar en el mundo.“Vinimos unos meses, mi idea era volver a Paraguay para Semana Santa con plata porque el peso y el guaraní era antes 6x1, 7x1... entonces era venir, hacer una changa y volver”, recordó.

“Yo era carpintero, mano de obra fina, de muebles finos. No hacía entallado ni tornería, eso lo aprendí acá en Argentina después”, sumó.

A los 22 se casó con Doris, hija de paraguayos asentados en Posadas y cuyos padres también eran carpinteros.

“Yo estaba de chica ya acá en Posadas, incluso él vino con un tío mío desde Paraguay y así nos conocimos”, contó la mujer que también sabe de maderas y técnicas y colabora en las tareas de armado de diversas piezas.

Tal como puntualizó Gerónimo,  el despliegue artístico comenzó una vez que se independizó de su trabajo en una gran carpintería ubicada en los 70 por calle Uruguay. La llegada de Videla y el gobierno de facto fue lo que, inevitablemente, marcó esa época de cambios. A pesar de la inestabilidad político social del país, Gerónimo encontró la forma de mantenerse a flote, darle un agregado de valor a sus obras y sobrevivir con su trabajo.

“Me gusta lo que hago y siempre voy buscando innovaciones. Por ahí repito dos o tres veces los trabajos si hay pedido especial, pero siempre busco innovar un poco”, alegó y reconoció que vive de todo lo que hizo en su etapa más productiva y de haber convertido su fábrica en departamentos para estudiantes. 

Dando cuenta de lo valioso del oficio, si bien se dio maña solo -porque muchos maestros de la época no acostumbraban a pasar sus saberes- entiende que los actuales tiempos agitados no le permiten tener un aprendiz con la constancia de seguir su legado. 

“Hay que querer hacer las cosas  y decir ¿por qué no? se puede, se puede pero hoy la gente necesita plata para vivir y esto no es de un día para otro, entonces no queda tiempo. A mí me está haciendo vivir en lo espiritual, para andar tranquilo. Tengo lo de los departamentos, entonces trabajo tranquilo”, arguyó. 

Como toda actividad artesanal, el trabajo de Gerónimo requiere de  mucha precisión. Cada pieza que hace, en tallado, tornería o taracea -su última fascinación-  es única.  Tras haber fabricado muebles de todo tipo, producciones grandes para hoteles, shoppings, casas, esculturas para mausoleos y más, hoy ya no va a contrarreloj ni acorde a fechas de entrega.

Crea, construye, incrusta, pega, pule, lima, tornea, cada día por el simple placer de seguir honrando su oficio.

“Yo tengo 73 años y sigo aprendiendo”, alentó.

Habiendo cruzado a su país natal en varias oportunidades para trabajar también en Asunción y Ciudad del Este, especialmente, Gerónimo se halla más a gusto en la Argentina. Desde aquí aprendió a darle el merecido valor a sus productos que viajaron hasta España y Estados Unidos incluso. 

Hoy va publicando su stock en redes y así vende. En su casa, además de ser cada mueble una exposición magnífica de su trabajo, tiene un museo donde atesora sus mayores logros y una carpeta de fotos de artículos destacados vendidos. Además, desde relojes, camas, mesas de ajedrez y sillas, hay objetos cotidianos con el sello de Bareiro en infinidad de lugares.

Por la inflación, sin embargo lamentó que hayan dejado de ser tan populares. “Hasta hace un  tiempo, una secretaria, una maestra eran clientes regulares. Ahora ya no, quedó solo un pequeño grupo que puede comprar”, graficó. 

Y como pocos en el mundo, desempolvando este arte milenario de la taracea, Gerónimo es feliz trabajando la madera. Y hasta tanto aparezca un nuevo discípulo o nieto curioso que busque seguirlo, lo cierto es que en Villa Sarita el guatambú y la cancharana siguen encontrando nuevas asombrosas formas.

En ese desafío constante de incorporar estilos, la mística de la técnica de origen árabe que requiere una precisión magistral, se lleva, actualmente, toda su atención. Decenas de varillas encastradas rodean sus mesas de trabajo, preparadas para dar vida a nuevos y originales muebles.

“Hoy esto es un motivo más para seguir viviendo, para seguir adelante. En la pandemia aprendí la taracea, profundicé el tallado en relieve. Está bien seguir adelante e ir buscando cosas nuevas, pero hasta ahora estoy llegando bastante bien con esto y me gusta. Me entretiene un montón”, postuló el incansable artesano mientras ya avizora superar las figuras geométricas y conquistar el dominio de la taracea con dibujos plenamente artísticos, como nuevo reto.

 

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