La selva misionera ofrece sus riquezas para quienes gustan avistar aves

El circuito atrae anualmente a miles de turistas extranjeros y nacionales, no sólo por sus impactantes escenarios naturales, sino porque se configuran como destinos exclusivos para amantes de las aves
sábado 02 de diciembre de 2023 | 17:57hs.
La selva misionera ofrece sus riquezas para quienes gustan avistar aves
La selva misionera ofrece sus riquezas para quienes gustan avistar aves

Los circuitos de la selva misionera atraen anualmente a miles de turistas extranjeros y nacionales, no solo por sus impactantes escenarios naturales, sino porque se configuran como destinos exclusivos para amantes de las aves, atraídos por el universo de colores y sonidos que se despliega en el arte de la observación, una tendencia que desde la pandemia de coronavirus crece a pasos agigantados.

No es necesario ser un profesional en el tema, muchos de los destinos ofrecen recorridos guiados, áreas naturales con torres de observación estratégicamente ubicadas y senderos especiales para facilitar la observación de aves en su hábitat natural.

En el país, de las 1.100 especies de aves relevadas por la asociación Aves Argentinas, más de 500 habitan la selva misionera. La mayoría se esconde dentro del extenso manto verde, de denso follaje, heterogéneo en texturas, tonalidades y geometrías, que contrasta con la tierra colorada de Misiones y el noreste de Corrientes.

Las cinco especies de tucanes que existen en el país están en la selva misionera y cuatro de ellos solo se ven en Misiones, pero es el arasarí chico el que supone el gran desafío para todo observador. Este ejemplar se distingue por un parche verde azulado en cada ojo, continuado por una línea amarilla que pierde intensidad y se funde con el verde oliva del dorso y su cola verde con puntas castañas. Con suerte, su canto, que emula al croar ronco de un sapo, puede escucharse al caer el sol.

Una ruta en la que es posible, pero no seguro, avistarlos es la panorámica 101, que conecta las ciudades fronterizas de Puerto Iguazú, en el extremo noroeste de Misiones, con Bernardo de Yrigoyen, en el oriente provincial, y que permite apreciar buena parte del Corredor Verde misionero, al atravesar el Parque Nacional Iguazú y los provinciales Yacuí y Urugua-í, donde abundan gigantescos palos rosas y palmitales, de cuyos frutos el arasarí chico se alimenta.

Otros destinos para avistar aves en el norte de la selva misionera son el parque provincial Foerster y reservas como Puerto Península.

En estas latitudes conviven las silenciosas yacutingas en peligro de extinción, similares a una gallina de gran tamaño, de color negro azabache, con parches y una cresta prominente, ambos blancos, franjas rojas en su cuello y pico celeste, y el urutaú común o pájaro fantasma, extremadamente difícil de divisar si el ojo humano no está entrenado, dado que sus plumas se confunden con corteza de troncos y ramas secas, y posa inmóvil durante horas en el extremo de las ramas.

Las aves ocupan un lugar central en la cultura popular, algunas con dolor, como la historia detrás del pájaro fantasma, cuyo canto melancólico, similar al llanto humano, representa la agonía de una mujer que murió mientras esperaba arriba de un árbol a que su hermano regresara a buscarla, o la leyenda del colibrí, que cuenta que si un ejemplar se acerca, un familiar fallecido avisa que se encuentra bien.

Son 17 las especies de colibríes, de todos los tamaños y colores, que habitan la selva misionera. Algunas pueden batir sus alas 80 veces por segundo, alcanzar 72 kilómetros por hora si vuelan en picada y hasta 1.200 latidos de corazón por minutos, 10 veces más de lo que puede soportar un ser humano.

Patrimonios de la región también son los bailarines azules y naranjas, buscados por sus extraordinarios bailes durante el cortejo colectivo, 11 especies de pájaros carpinteros, vencejos de cascadas, águilas crestadas, una extensa lista de lechuzas de la selva y coloridos tangaras.

Hacia el sur y este de Misiones, en la zona de la Reserva de la biósfera Yabotí, que nuclea los parques provinciales Esmeralda, Salto Encantado y Moconá, habita el loro pecho vinoso, en peligro de extinción, y la urraca azul, ambos en bosques de araucarias, de los que se alimentan.

 

Claves para disfrutar de la primera salida de avistaje
Qué conocimientos son necesarios para una primera salida de avistaje de aves, cómo vestir y qué elementos no deben faltar para ser parte de una buena experiencia, son tres preguntas obligadas que cualquier persona que quiera iniciarse en el universo plumífero debe hacerse antes de emprender la aventura.

 

Una salida para observar aves implica, en la mayoría de los casos y cuando involucra selvas, introducirse en lo profundo de la vegetación y contemplar durante horas el paisaje a la espera de algún sonido o movimiento. Por este motivo, son imprescindibles la paciencia y la constancia para entrenar ojo y oído, dos tareas poco sencillas.

Se debe procurar que el calzado y la vestimenta sean cómodos, porque indistintamente de la dificultad de la caminata o si el plan es permanecer en un puesto de observación, serán muchas horas las que el observador deba mantenerse de pie y atento al entorno. Se aconseja que la ropa sea marrón, verde, beige o camuflada, para que el observador se mimetice con el entorno. Además, se recomienda llevar gorra, botella de agua, repelente y protector solar.

Para aprovechar la experiencia sin perder detalles, es imprescindible llevar una guía de aves o tener alguna aplicación para identificar especies -como Merlin Bird, Ornito, Birdnet o Picture Bird-, un anotador y biromes para registrar ejemplares de la zona. También se sugiere conseguir binoculares, que, si bien son ideales, no son indispensables.

Hay dos momentos del día en que aumentan las probabilidades de ver aves: inmediatamente después del amanecer o cuando cae el sol, porque es cuando salen de sus zonas de descanso para buscar alimentos o regresan a ellos.

De acuerdo con Francisco Táboas, divulgador científico y vocal de la Administración de Parques Nacionales (APN) por el Ministerio de Turismo y Deportes, hay tres características que hacen únicas a las aves: que están en todas partes, que muchas son impredecibles y sus procesos migratorios, algunos extremos, como el insignia playero rojizo, que recorre 32.000 kilómetros cada año para unir el Ártico canadiense con el sur de Tierra del Fuego.

Si bien siempre es temporada para la observación de aves, se recomienda comenzar durante el invierno, cuando los árboles tienen pocas hojas y la comida está más cerca del suelo, por lo que puede resultar más fácil distinguirlos.

Para iniciarse en la actividad, no es necesario viajar largos kilómetros ni requiere de estadías extensas, con una caminata de media hora en un parque o una escapada de fin de semana es suficiente para dar el primer paso.

Algunas aves se reconocen fácilmente por su conducta, por ello, es un buen ejercicio empezar a relacionarse con ellas como se haría con un nuevo amigo, prestando atención a sus aspectos, gestos y lo que les gusta hacer. Se recomienda anotar si el ave está solo, en grupo o en pareja; si vuela, salta, nada o camina en el suelo o sobre un árbol; si está comiendo, qué está comiendo y si ese alimento está vinculado con los árboles a su alrededor, además de describir el paisaje.

Los sonidos son claves al momento de avistar aves, dado que entender de dónde provienen sus cantos puede ayudar a trazar un camino para encontrarlas e identificarlas.

Recuerde que usted es un mero espectador de la naturaleza, no interfiera en ningún aspecto con el ambiente, realice movimientos sigilosos y nunca se acerque a los nidos. Usted se encuentra en un sitio privilegiado, disfrute de las bondades de la naturaleza.

La asociación Aves Argentinas coordina una Red Nacional de Clubes de Observadores de Aves (COA), que nuclea 80 clubes que organizan salidas grupales y gratuitas en 19 provincias. Las fechas son habitualmente publicadas en sus redes sociales. Para mayor detalle, acceder aquí.

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