Viven en Buenos Aires

Compromiso solidario: cada año vuelven para ayudar

Un grupo de misioneros que hoy vive en la Capital Federal se organiza para recaudar donaciones y volver cada agosto, con el fin de celebrar el Mes de las Infancias, compartir juegos, alegrías y recordar el terruño con agradecimiento pleno
jueves 31 de agosto de 2023 | 2:45hs.
Compromiso solidario: cada año vuelven para ayudar
Compromiso solidario: cada año vuelven para ayudar

La lejanía genera nostalgia, donde se extraña el terruño, cuesta el desarraigo. Despedirse de la familia, la casa, los amigos y la localidad donde se nació cuesta y más aún cuando se comienza una nueva etapa a varios kilómetros. En este caso un grupo de misioneros que  reside actualmente en Buenos Aires, decidió volver cada año a la Tierra Colorada por un motivo solidario.

Así, el grupo ‘Misioneros juntos por una sonrisa’  vuelve a Jardín América cada mes de agosto para traer juguetes, juegos, diversión y mucha alegría para el reino infantil. Este año, en una tarde repleta de emociones, compartieron con alumnos de la Escuela N°727, que incluso llevaron a sus hermanitos, primos y vecinos para disfrutar en conjunto. 

“Todos vivimos en diferentes partes de Capital Federal y del conurbano bonaerense, en esta ocasión vinimos 17 personas en tres coches”, contó María Marta Hoppen, referente del grupo, oriunda de San Pedro y que actualmente vive en San Justo, provincia de Buenos Aires. La sampedrina conformó el grupo en 2017 y, de a poco, se sumaron más integrantes con un mismo objetivo. “Se hace todo a pulmón, nos reunimos en plaza Sarmiento en Buenos Aires, vendemos mermeladas y platos típicos de Misiones. Mucha gente llega,  y además de comprar, dejan sus donaciones para este evento solidario”, expresó.

Incluso, todos los que forman parte del staff reciben juguetes en buen estado o calzados y ropa en sus viviendas particulares.

Al ser consultados sobre sus sensaciones al realizar este proyecto, María Marta expresó: “Es emocionante hacer esta actividad, todos los que estamos en el grupo lo hacemos con mucho amor, ver las caras sonrientes es algo impagable, es el regalo más lindo que te da la vida. Cuando por ejemplo vamos a una aldea, un comedor, una escuela,  los chicos están felices y eso se siente de maravilla”.

Por otra parte, Elva Rosalina Barros, oriunda de Aristóbulo del Valle, vive en Buenos Aires hace 35 años. “Volver es recargar energía, me largo a llorar de emoción cuando visito nuevamente mi querida Misiones”, dijo visiblemente emocionada. A su vez, contó que es empleada doméstica y que con el correr del tiempo se adaptó a vivir en la Capital.

Entre nostalgia y solidaridad, el grupo desparrama emociones a donde va.

En esa línea también mencionó que vende las mermeladas que ella misma hace y con las rifas juntan los fondos para costear los viajes y el envío de todas las cajas con las donaciones para que lleguen a destino, algo que le llena el alma.

“A Misiones siempre se trae juguetes y cuando son entregados es indescriptible la satisfacción que genera”, acotó. 

Cada uno de los integrantes del grupo se organiza con sus trabajos y otros quehaceres para no faltar a esta cita de cada año. Acomodan sus horarios laborales y emprenden viaje con una mochila cargada de ilusiones y buenos propósitos. Consigo llevan de vuelta los momentos vividos y las tantas sonrisas infantiles que colectan a cambio de donaciones.

En este sentido, Oscar López recordó su niñez en Misiones -nació en Paraje Bayo Troncho en Los Helechos-: fue a la Escuela 151 y luego vivió en Campo Ramón. En 1992 viajó a Buenos Aires en búsqueda de nuevos horizontes y si bien extraña su terruño en la lejanía, está feliz de poder volver cada tanto.

Si bien su cable a tierra es sin dudas regresar a Misiones, una vez por mes recuerda su tierra en las reuniones con el grupo misionero.

Oscar es pintor tanto de casas como edificios y todo lo que lo haga sentir más cerca su tierra roja, le genera una emoción distinta.

“Compartir un día bien misionero con reviro y huevo frito a primera hora y después una comida típica de nuestra provincia nos hace sentir cerca de Misiones a pesar de la distancia”, expuso sobre esta complicidad entre los voluntarios.

A su vez, Buenos Aires es su segundo hogar, y según comentó le llena el alma al tiempo que lo fortalece el hecho de  juntar y acercar estas donaciones desde hace 8 años para ayudar a distintos niños.

 “Acá formé mi familia, da mucha fuerza seguir ayudando con un granito de arena de otras personas que confían en lo que hacemos y nos dan su aporte”, comentó.

Por último entendió que la vida en Buenos Aires es complicada con las distancias y la constante inseguridad pero que siempre busca salir a flote de las dificultades. Volver lo reconforta y le da tanta alegría compartir experiencias con muchos chicos que es la energía necesaria para seguir peleándola en la gran ciudad.

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