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Ñande Reko Rapyta (Nuestras raíces)

Chiquí

viernes 30 de junio de 2023 | 6:00hs.

El año 1939 fue un año particular en la historia mundial, lamentablemente, por el inicio de la Segunda Guerra Mundial; aquel mes de enero en Argentina Lisandro de la Torre se suicidó; en Misiones la realidad transcurría con cierto delay, las distancias, los escasos medios de comunicación de entonces y la multitonalidad cultural hacían lo suyo.

El 10 de enero de 1939 nació Ruth Adela Poujade, Andrés y Ruth -los padres- eran segunda generación de pioneros, emprendedores y boticarios; enseguida notaron que la niña era muy menudita, pequeña, chiquita y surgió en apodo que se transformó en marca registrada de la región Chiqui -varios de los que tuvimos la posibilidad de acompañar tramos de su vida académica acentuamos la última i, tal vez para resaltar el cariño y destacar el respeto-.

Ella creció en el seno de una familia típica de aquellos días; en el año 1947 falleció el abuelo Lindolfo Monzón, precursor farmacéutico de Posadas, su madre recibió como herencia la farmacia y casona de la esquina de Buenos Aires y Sarmiento, fue una señal del destino  ya que pocos meses después un incendio destruyó la casa paterna incluyendo la farmacia de Andrés, la familia se instaló en la esquina de la famosa Farmacia del Pueblo… casi para siempre.

Chiquí tenía diecisiete años cuando egresó como maestra, tenía el título de profesora de música y deseaba continuar sus estudios, no era tan habitual entonces que una “niña de su casa” accediera a semejante formación, sin embargo sus padres eran “libres” y a pesar de las dudas de la madre, la responsabilidad de Chiquí, la marcada pasión que volcaba en las clases de música que impartía en el Colegio Santa María y la insistencia sostenida abonaron el camino de la autorización; con veinte años ingresó a la Universidad Nacional de La Plata, don Andrés sentenció al momento de la partida: “Si no te recibís, trabajá”, frase que resume el mandato cultural impartido a los varones, especialmente.

Ella me contó alguna vez que el primer año en la facultad no fue fácil y los resultados estuvieron lejos de ser dignos. Cuando aquel verano regresó a la ciudad, reconocer el bajo rendimiento académico frente a su padre la avergonzó, tanto que el semestre siguiente cambió la Licenciatura en Historia por la Licenciatura en Antropología con orientación en Arqueología, “enderezó el barco” y finalizó la carrera en tiempo y forma en el año 1965.

Formó su propia familia, tuvo dos hijas -Raquel y Alejandra- y a finales de la década de 1960 regresó a Misiones definitivamente; pocos se dieron cuenta, pero Chiqui abrió la segunda puerta de la arqueología en la región guaranítica misionera, las primeras incursiones fueron llevadas adelante por Friedrich Christian Mayntzhusen; fue la única profesional por décadas y la principal herramienta de trabajo que tuvo en sus manos fue el tesón, con paciencia frente a funcionarios que poco y nada entendían sobre la importancia de conocer el pasado ancestral de la zona, poco a poco logró disipar las respuestas negativas, a partir de ese momento encabezó incontables equipos de trabajo regionales.

Algunos con resultados memorables: el Mapa Arqueológico de la Provincia de Misiones -con reseña explicativa-, el Proyecto Integral para la Recuperación del Patrimonio Cultural Prehistórico e Histórico del Área afectada por Yacyretá -que entre otros descubrimientos nos permitió recuperar cientos de piedras de la Trinchera de San José, en Posadas-, el Relevamiento y Rescate Prehistórico e Histórico del Aprovechamiento Hidroeléctrico del Arroyo Urugua-í -en el Departamento Iguazú- y las intervenciones arqueológicas en casi todas las reducciones jesuíticas de la provincia -con especial énfasis en Santa Ana-.

En todos esos años trabajó en la administración pública provincial, en el área de Cultura, a veces con cargos directivos; colaboró con numerosos anteproyectos en pos de legislación referente a los pueblos originarios y a la defensa, promoción y desarrollo del Patrimonio Cultural de la Provincia; fue horcón en la formación e inauguración de importantes museos provinciales, en Posadas el Museo Yaparí y Guacurarí -que recordamos el viernes pasado-, en San Ignacio la Casa Museo de Miguel Nadasdy y en San José el Museo San Ignacio de Loyola.

Transcurría la década de 1980 cuando se sumó como docente a la Universidad Nacional de Misiones en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales y la de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales; tanta experiencia siempre estuvo a disposición y a mano de quien lo necesitara, personalmente o mediante los aportes que realizara a la Comisión Nacional de Monumentos y Sitios Históricos, al Consejo Internacional de Monumentos y Sitios -ICOMOS-, a la Junta de Estudios Históricos de Misiones, a la Asociación Argentina de Profesionales de la Arqueología y al Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio, seguramente se me escapó alguna institución.

Reconocida, valorada y premiada en incontables ocasiones. Siempre ocupada y preocupada por su familia y familiares, siempre docente, siempre dispuesta, conocedora de la profunda esencia nativa, pasó más tiempo en el monte que en su casa y por allá, posiblemente tuvo alguna que otra charla con el Pombero o el Yacy Yateré, después de pedirles permiso para escarbar el suelo de la selva mágica y descubrir los secretos guardados para tiempos mejores, en la certeza que solo el conocimiento “abre cabezas”.

Chiquí todavía está entre nosotros…casi está, en una casa de la calle Belgrano, en un “lugar de descanso”, dicen que vive desde hace un par de años “en su propio mundo”, dicen que el encierro durante la pandemia fue demasiado para su espíritu inquieto…¡qué sé yo!

Muchos la extrañamos, la esperamos, la queremos, nos falta; hasta nos parece que la centenaria casona de la esquina de Buenos Aires y Sarmiento está apagada y solamente entre los recovecos del Museo Guacurarí, de vez en cuando, somos capaces de escuchar el típico sonido de sus pasos o imaginarnos ver pasar su figura.

¡Hasta el próximo viernes!

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