El sapo, la víbora y el ombú

domingo 06 de noviembre de 2022 | 6:00hs.
El sapo, la víbora y el ombú
El sapo, la víbora y el ombú

Hace mucho tiempo antes de la creación del hombre, existían ángeles viviendo en el cielo.

Lumiel era un ángel con hermosas alas, siempre cantaba, sonreía y hablaba sin parar. Su gracia, carisma y simpatía, atraía a todas las doncellas del palacio. Todos apreciaban sus magníficas historias de amor.

Pero desde las sombras, Luzbel, un ángel de gran talento y belleza, lo espiaba. Era tan envidioso que se rebeló contra el creador.

Los ángeles no tenían permiso de descender a la Tierra. Entonces a Luzbel se le ocurrió un plan. Aprovechando eso, con mentiras, convenció a otros ángeles a desobedecer y bajaron a la Tierra a escondidas de Dios.

Un día en el que hacía mucho calor, Luzbel invitó a Lumiel a pasear por el bosque. Justamente cerca del río donde abundaban las ninfas; cuyas damas solitarias, eran hermosas mujeres pelirrojas.

Rafael un ángel de rostro triste, grandes ojos, frente y nariz prominente, quien amaba la naturaleza se ocultaba entre las ramas protegiendo los animales.

Cerca del agua había un gran árbol. Y Luzbel se paró debajo de las sombras.

Lumiel comienza una de sus historias, y todas las ninfas se le acercaron contentas para escucharlo.

Luzbel ocultaba su rabia, quién al ser perfecto y dotado de todos los dones, no despertaba tal admiración.

Entonces lo llamó fuertemente desde la orilla de la cascada.

Luzbel. _ ¡Lumiel ven aquí!

Lumiel. _ Ahora voy...

Luzbel. _ ¡Apúrate! ¡Es urgente! ¡Hay hormigas coloradas queriendo comerse a unos pajaritos!

Pero Lumiel no lo escuchó por el ruido del agua y de las risas.

Lumiel. _ Espérate... Nada puede ser más urgente que contar el final a mis fanáticas oyentes.

Las ninfas sonrieron.

Luzbel. _ Pero si salvas a esos pichones, tu nombre será más aplaudido, porque te recordarán con aprecio por tu buena obra.

Lumiel. _ ¿Y qué les pasa a los pajaritos? _ preguntó asombrado, caminando hacía Luzbel.

Luzbel. _Hay unas grandes hormigas coloradas que quieren picarlos. Si te acercas los verás...

Lumiel dejó de narrar su cuento y se asomó al gran árbol. Se paró al lado de Luzbel.

Lumiel. _ ¿Dónde están los pichones?

Luzbel. _ ¡Mira Hacía arriba! _ indicó señalando con su dedo la rama más alta que colgaba hacía la cascada. _ En aquella rama hay un nido. Y cerca del nido están las hormigas que van a comérselos.

Lumiel. _ ¿Dónde? No veo nada...

Luzbel. _ ¡Allá! _ volvió a señalar la rama más alta. _ ¿Quizás los veas si subes? Yo los salvaría, pero le temo a las alturas. En cambio, tú no le temes a nada.

Lumiel. _ Pero puedo caerme y morir.

Luzbel. _ Eso jamás pasara. Si sucede; caerías al río y sólo tendrías que nadar hasta la orilla. Y eso no sería un problema para ti; ¿verdad?

Lumiel. _ Soy buen nadador.

Rafael se deslizaba por los tallos y lianas. Desde lejos los observaba.

También él se acercaba sigilosamente para salvar a los pajaritos.

Lumiel se trepó rápidamente. Y vio que Luzbel dijo la verdad. Vio que, sobre el gajo ancho y liso caminaban unas enormes hormigas rojas dirigiéndose hacia el nido. Entonces siguió trepándose hasta alcanzar a los pichones.

Rafael acudió a ayudarlo. Pero Lumiel a tratar de espantar a las hormigas, éstas se sintieron invadidas y lo atacaron.

Lumiel quedó colgado, sosteniendo su cuerpo con un solo brazo. Agarrado fuertemente de la rama. Con el otro brazo, sostenía como podía el nido con 3 pichones. Rafael al ver esto, le tendió la mano para ayudarlo.

Rafael. _ ¡Sujétate de mí!

Lumiel. _ ¡Salva a los pajaritos!

Rafael. _ Si los salvo, tendré que soltarte, y tu morirás. _ lo miró fijamente con ojos suplicantes.

Lumiel. _ No te preocupes por mí... No moriré. Yo sólo me lastimare. Las olas amortiguaran la caída.

Rafael. _ Si te suelto caerás sobre las rocas.

Rafael, equilibrándose sobre la rama, tomó a los pajaritos con su mano izquierda, y con la mano derecha sostenía a Lumiel. Pero las hormigas comenzaron a picarlo. Y sin querer lo soltó.

Lumiel cayó sobre las grandes rocas, rodando sobre ellas, girando y aplastando su espalda y su rostro. Todos sus huesos se rompieron.

Las ninfas lloraron al ver que su belleza había desaparecido.

Dios llevaba justamente su obra en la Tierra y ya era el 6 día de su creación.

El creador al ver que los ángeles descendieron sin su permiso, igual les permitió vivir, por más que lo habían desobedecido. Pero los castigo con su misteriosa manera.

A Lumiel lo transformó en un sapo, ya que su espalda se había achatado con la caída, y le otorgó seguir hablando y cantando rodeado de mujeres, cuyas novias eran las ranas.

A Luzbel lo maldijo por mentiroso, envidioso y tramposo.

Transformándolo en una víbora. Para que pase sus días sin belleza, solitario, y deslizándose por los suelos y ramas.

Y a Rafael por su buena obra, le permitió elegir.

Quién por don divino sabía el futuro de la humanidad, le dijo:

_ Padre, perdóname.

_ Hijo; tienes mi perdón. Ahora elige cómo quieres vivir.

_ Gracias mi Señor. Yo quiero ser un árbol frondoso. Pero sin flores. Y quiero que mi madera sea impenetrable, para que cuando llegue la crucifixión de Jesús, mi tronco no sirva para hacer la cruz del Salvador del mundo. Pero sí quiero que mis raíces sirvan para dar reposo a los viajeros, y quiero también, que mi fascinante copa de hojas verdes dé la mejor sombra en los lugares secos.

Al ver Dios la bondad de su ángel, le otorgó el don de existir en la Tierra como un árbol, y lo nombró ombú. Pero también le otorgó un puesto en el cielo como un ángel hermoso, con el don de proteger a los viajeros.

Inédito. Duque es oriunda de Puerto Rico. Obras publicadas: Alpha Tauri la evolución Chitauri (novela de ciencia ficción y fantasía (2019); Interwar Código 19 (novela de ciencia ficción y fantasía (2020); Aquella Lejana Caricia Espiritual (poesía 2020) y 40 Penas (Novela mística (2022)

Diana Helen Duque

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