Romance en Casapueblo

domingo 08 de mayo de 2022 | 6:00hs.
Romance en Casapueblo
Romance en Casapueblo

En Punta Ballena surge monumental Casapueblo, con toda su blancura, líneas tan amistosas y bellas que recuerdan al gran arquitecto Gaudí. Sin embargo, es la obra cumbre de un artista uruguayo, Carlos Páez Vilaró.

En lucha contra la línea recta, inspirado en el humilde hornero que con tesón y profundo amor construye su nido, dio vida a esa maravilla de claras influencias mediterráneas.

Su autor, un emblema de la integración argentino-uruguaya, trabajó en las dos orillas de un río que, más que dividir, amalgama  pueblos hermanos. No conforme con esto, Páez Vilaró fecundó mujeres que le dieron hijos uruguayos y argentinos.

Un verano, hace algunos años, Casapueblo albergó una historia de amor.

Recorriendo sus salas, admirando  cuadros, esculturas y libros, dos jóvenes -una argentina y un uruguayo- se encontraron.

Ambos apasionados por las artes plásticas, no tardaron en enhebrar un diálogo rico en conocimientos  y sensibilidad.

Rumbo a la terraza, donde se disfruta de una de las puestas de sol más bellas del planeta, Florencia y Federico -tales sus nombres- eligieron una esquina, alejados del resto de los visitantes y se dispusieron a participar de la comunión entre paisaje y poema.

El ocultamiento del sol es acompañado por la lectura de un poema de Páez Vilaró, cuya magnífica voz penetró sus oídos y, particularmente, su espiritualidad.

El crepúsculo los encontró prometiéndose volver  la tarde siguiente. Ese rito lo cumplieron cada día, durante una semana. No pronunciaban demasiadas palabras, sólo las imprescindibles, para no interferir la alquimia.

Ella misionera, estudiante de arquitectura, apasionada por la música del litoral. Él, montevideano, profesional en el arte de catar buenos vinos, bello trabajo que lo llevó por zonas vitivinícolas de Argentina y Uruguay.

Ambos, intensamente influidos por el culto a la negritud, quedaron fascinados con las obras de Casapueblo, donde cada rincón testimonia el gusto por la vida y el profundo agradecimiento de su autor a los pueblos africanos.

Federico es un devoto del candombe y como buen uruguayo no pierde la oportunidad de tocar los tambores y mezclarse con su gente. 

Transcurría el mes de febrero, los barrios montevideanos Sur y Palermo se movían al ritmo del candombe.

Federico invitó a Florencia a Montevideo, quien aceptó encantada.

Tango, milonga y candombe forman un tríptico musical con idéntica raíz africana. Incansables, los dos jóvenes bailaron y  cantaron.

Casapueblo y Montevideo fueron el marco en que esta pareja inició su romance. Concretaron una auténtica integración entre dos pueblos, que va más allá de la mera teoría.

Por cierto, prometen seguir escribiendo capítulos en ambas orillas del Río Uruguay.

Gasparini es abogada y docente. Su obra poética y narrativa ha recibido premios en Misiones, Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe.
Marta Stella de Gasparini

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