Una lección

Recostó su cabeza sobre el césped. Sus ojos se estremecieron ante ese cielo acribillado de luciérnagas lejanas. Tras permanecer boquiabierto un instante, interrogó a su abuelo sobre todo ese universo que descubría en su primera noche en el campo.

Pasaron horas de observación en las que la curiosidad se sació de ciencia. No sólo se embelesó ante el precipicio sideral que se le revelaba, sino que se comprendió como integrante viviente de este planeta en el contexto cósmico.

Esa noche, el niño durmió feliz y con la certidumbre de lo que significa el infinito.

El abejorro

Todo estaba umbroso y lúgubre. El silencio estrujaba el aire en el apretado continente. Su encorsetada lucidez limitaba sus sentidos. No percibía siquiera las partes de su humanidad. Se esforzaba por un ápice de claridad. Pudo percatarse acostado, boca arriba con una severa rigidez cataléptica. Sobre sus manos advirtió la áspera textura de la mortaja.

De pronto, un ligero zumbido estalló el sosiego. Entre un penetrante efluvio a rosas, un abejorro se posó en su frente. Recorrió su frondosa ceja para luego retornar a los estambres de su cautiva flor.

Le inundó un goce infinito. Alguien acompañaría su resignación a vivir lo que restaba de oxígeno en su ataúd.

Rubén Zamboni

Inédito. Zamboni es licenciado en Ciencias de la Información y Magister en Educación. Docente universitario e investigador.