Camaleón

domingo 30 de mayo de 2021 | 6:00hs.
Camaleón
Camaleón

El pequeño café emplazado casi sobre el río, que se asemejaba a un gran lago, le pareció a Tomás un terreno excelente para empezar el día con una nota que, dudaba, tendría el mismo candor del lugar. Ni bien entró a la terraza, lo vio y lo vieron. Casi como al descuido se acercó a la mesa.

-Buen día Carlos, saludó al llegar.

-Buen día Tomás. Gracias por venir.

- Es mi trabajo. Nada debés agradecer. Aparte ¿somos colegas, no?

 - La labor periodística es tan amplia, que junta a la Biblia con el calefón. Vos, con lo tuyo, pretendés echar un poco de luz en el mundo. En cambio lo que yo hago, sólo entretiene y, a veces, ni eso. Sólo quien quiera ver entre líneas podría sacar, de lo que hago, algo que lo lleve a pensar.

Se conocían sólo de haberse encontrado en alguna reunión social y sobre todo por referencias. Buenas, las que se referían a Tomás; malas las referentes a Carlos.

Así que de entrada un comentario sobre el trabajo de ambos, alejado de la simplicidad de miras adornaban el oficio de Carlos, dejó a Tomás con poco más de intriga de la que ya traía. Pidieron el desayuno. Ambos, expectantes y en silencio, tomaron su tiempo para medirse.

Cuando el mozo les trajo el pedido, como si el café con leche y las medias lunas tuvieran el poder de destrabar las lenguas, Carlos dijo:

-Te debo algunas aclaraciones. Y una prevención. Esta cita rodeada de misterio tiene su explicación en que quería ganar la delantera en algo, al menos, a quienes se han propuesto amargarme la vida. Apenas te conozco pero creo que sos la persona indicada para acometer esta tarea. Así y todo, debo prevenirte, porque el que avisa no traiciona. Si te sale bien, vas a ganar más fama y por lo tanto, más plata. En cambio, si se te pinchan las gomas, te van a hundir en el barro más infame.

-¿Quiénes?, preguntó Tomás.

Los mismos que ya, desde que entraste a este café, te han sacado pilas de fotos. Y en su central de información estarán chequeando hasta el último detalle de tu persona. Si de tu vida tenés algo que ocultar, mejor terminá tus medialunas, me saludás y nunca más vuelvas a verme.

.¿Cómo se llama eso? ¡Ahh, ya lo sé! Reto psicológico. Decir ¡no lo hagas!, para incitar justamente a lo contrario. ¿Te parece que conmigo tendrá algún resultado?

-La verdad de las cosas se convierte a veces en una triste noticia que nos cuesta digerir. Lamentablemente para los dos, todo cuanto te he dicho es apenas la punta del témpano. Sólo te invito a reflexionar que si hay algo en tu presente o tu pasado que no querés que se sepa, ya sea que tengas una amante oculta o te des con cualquier droga, ni bien empieces a contar algo de lo mío, estos señores de los que te he hablado, van a convertir tu vida en un infierno. ¿Es mucho pedirte que seas sincero conmigo?

La clara mirada de Carlos tenía implícita la súplica de una ayuda que Tomás comprendió que no iba a poder desdeñar. Aún así, se tomó su tiempo para contestar.

-Soy una persona que vive sola, estoy separado desde hace años, no tengo vicios graves ni cuentas ocultas en el extranjero que puedan desdecir los pensamientos que propago desde mi labor periodística. Igual te agradezco la prevención. Estoy dispuesto a escuchar. Luego te diré si estoy dispuesto a jugarme.

-Bien- dijo Carlos- empezamos bien.

-Antes de todo, ¿es verdad?- Preguntó Tomás.

-Sí- fue la lacónica respuesta de Carlos que perdió a continuación su mirada en las aguas que los cercaban y que empezaron a embravecerse con el viento.

Así también, pensó, su vida ya no tendría más la calma que siempre quiso darle. Pero bueno, resopló con resignación, así es la vida y otra no me queda.

Volvió sus ojos a Tomás y preguntó:

-¿Te cuento o preferís hacer preguntas?

-Un par de preguntas primero, después empezá por donde gustes ¿Quién más sabe de esto?

-Feliza, mi compañera. Los demás apenas suponen aunque presumen de saber.

-¿Cuándo empezó? .

-Hace mucho. Era un niño, ni yo sabía qué era. Después se me fue manifestando de manera más ordenada. Pero, en el día de hoy, es algo que no puedo controlar.

-¿O sea que al estar con una persona que no te guste o a la que le tenés bronca, le producís ese efecto de aflojarle los esfínteres incontrolablemente?

-¡No! ¡No es así Tomás!

-¿Cómo que no? ¿No me dijiste que es verdad?

-Sí, pero no- fue la contradictoria respuesta. -Dejame explicar. A ver... No hay una forma sencilla de aclarar esto, así que teneme paciencia. Los esfínteres se le aflojan a quienes me confrontan, eso es verdad, pero sólo cuando existe una amenaza a mi persona. No se trata de palabras o gestos, aunque estos ítems a veces también se incluyen. Es un sexto sentido que me avisa que bajo un manto de cordialidad o mansedumbre se oculta el lobo que quiere comerme. Y paso a ser como el calamar que esparce su tinta como un acto reflejo. Sólo que en mí, la tinta es una especie de trance psicológico con tintes (bien vale la palabra) de sugestión o hipnosis. El resultado final es que esa persona que puede ocultar tan bien sus intenciones, no puede evitar hacerse todo encima.

Tomás lo miró con la perspicacia implícita de quien busca la verdad a cualquier precio. Hurgó en unos ojos que dejaron de mirarlo después de hablar y se perdieron en un punto muy lejano del límpido cielo de esa mañana primaveral. Sabía, intuía, creía, que no le estaban mintiendo. Una parte íntima de su ser ya conocía el infierno por el que pasaba Carlos. El hecho en sí, aunque mezclado con toda clase de condimentos fantásticos, que justamente lo hacían increíble, era en su medio algo conocido. Las precisiones que se le estaban brindando, debían tener un fin determinado que, hasta ahora, no alcanzaba a dilucidar. Cuando recibió la invitación para una charla sólo entre ellos dos, rodeada de sigilosos misterios y con la prevención de que a nadie contara algo, averiguó cuanto pudo de esa enigmática persona con ciertos poderes que nadie pudo nunca verificar con acierto. Y ahí estaba él, buscando leer entre líneas, desconfiando y creyendo sucesivamente, sin atreverse a tomar partido por nada.

-Seguí, te escucho- lo animó Tomás.

-Ojalá sigas así, sin animosidad a mi persona. Yo he aprendido a no tenerla con nadie. Para eso comprendí que una vida modesta es el mejor camino.

 

La acumulación de riquezas o poder te llevan inevitablemente al resquemor, a veces a la mentira y, por lógica consecuencia, al temor y al odio. Habrás averiguado, estoy seguro, de qué y cómo vivo.

-Es verdad, pero lo que pude saber, tiene lagunas. Por ejemplo, hace muchos años que dirigís y publicás una revista dedicada a difundir noticias y escándalos de actores y gente dedicada al espectáculo, así como las artes del Tarot y horóscopos. Se dice que algunos antiguos colaboradores se alejaron de la misma porque no has querido expandirte. ¿Es verdad eso?

-Sí, Tomás, por los motivos que acabo de exponer. “Poderoso caballero es don dinero”. Esta frase es muy cierta. Tanto, que no sólo puede con los otros, también con quien lo acumula. Y cuando los billetes ya son muchos, estás en un punto sin retorno. Te transforma.

-Siendo entonces una persona del calibre de estos pensamientos y al mismo tiempo dirigiendo una revista que refleja en fotos y comentarios la vanidad y la fastuosidad de tantos pobres gatos callejeros que se encontraron con la fortuna, ¿no es un contrasentido?

-¿La has leído?

-Sí.

-Leído, no visto superficialmente. Leído con tu mirada crítica, esa que todos conocemos.

-¿Vale la pena? ¿Qué voy a descubrir?

La contestación de Carlos no se hizo esperar.

-Vas a ver, como al pasar, hasta qué punto se han arruinado ciertas damas y señores con cirugías insólitas para su edad. Verás que resalte tiene la belleza en una sonrisa que no oculta sus años. Percibirás en algunos personajes, como en un espejo partido al medio, su ayer y su presente. También las resonancias de las zonceras que puede alguien decir, sólo por el hecho de ser famoso.

-¿Ésa es tu contribución a la humanidad?

-No sé si valen esas palabras. Seguro es también un buen disfraz que me ha ayudado a pasar desapercibido. En un medio donde abundan las tonterías, un brujo más o menos, no se nota.

-¿Y ahora? ¿Cómo sigue la historia?

-Antes de seguir Tomás ¿querés pensarlo?

-Es una pregunta ociosa, bien sabés que esta nota no voy a perderla.

-Es que hay más, mucho más, y lo que sigue muestra lo siniestro de la sociedad que hemos creado. ¿Qué te parece una caminata por la costanera? Nos va a venir bien a los dos.

- Tendrá que ser corta- dijo Tomás- Me esperan en el canal y ya estoy llegando con el tiempo justo.

-Muy bien, sólo serán unas pocas cuadras.

Pagaron el desayuno y sin prisa empezaron a caminar sin hablar, cada uno en su mundo.

Después de haber recorrido una cuadra, Carlos jocosamente exclamo:

-¡Ya a esta altura te habrán sacado las fotos de frente y de perfil que les faltaba! ¡Qué manía! ¿No? Hay miles de fotos tuyas en los medios, sin embargo ellos quieren sacar las suyas.

Tomás lo miró con cierta intriga. Sopesaba si había alguna exageración de Carlos en alguna de sus afirmaciones, mas no encontraba resquicios para dudas.

-¿Sabés? Lo mío pasó de una tontería de gente que cree a pie juntilla en brujerías, en un medio donde las personas histéricas no asustan a nadie, a una razón de estado. Y ahí, perdí. Me han querido secuestrar dos veces en las últimas semanas. Antes de eso hubo ofertas muy tentadoras, al mejor estilo de la mafia, eso, claro, si te atrae la plata o el poder.

-¿De quiénes, Carlos?

-¡Y yo que sé! El poder tiene muchos rostros. A veces tengo la idea de que somos unas hormiguitas preocupadas sólo por llevar alguna hoja y manifestando entre nosotros el sentido de la cooperación. O en cambio, revelando la brutal manera de manejarnos en este universo, en guerra con otro hormiguero. Mientras otros mucho más poderosos nos vigilan desde lugares inaccesibles, dándonos la libertad de trabajar y hacer, siempre y cuando no interfieran en sus planes de dominio y expansión. Pueden ser los servicios secretos de cualquier potencia, un conglomerado farmacéutico, los que trafican armas, las distintas mafias de la droga. Cualquiera de estos ocultos poderes pudo haber sido.

-¿Y qué pasó? ¿Cómo pudiste zafar?

De manera natural, es decir, gracias a lo que vos sabés, a la que pude agregar, sin quererlo, el poder de producir arcadas de vómito tan fuertes, que los muchachos que vinieron a hacer su tarea, quedaron en el piso, sin fuerzas, ni ganas de nada.

-¿Y si te atacan de lejos? ¿Y con tu mujer? ¿Cómo te defendés de eso?

-Hasta ahora han dado los primeros pasos. Luego, supongo, llegará lo que mencionaste. Mirá, la idea de hablarte surgió de mi compañera, Feliza. Fue ella la que me pintó el sombrío futuro que me espera si no actúo urgentemente. Ya no puedo esconderme tras la fachada de un ser gris con aprontes de brujo. Ellos, ya conocen los poderes que a mí pesar y sin desearlo tengo. Y la única vía de escape es la inversa que hice hasta ahora. Es decir, la notoriedad. Feliza y yo, en cuestión de horas, debemos ser conocidos en todo el mundo. Antes, fuimos la plata que ponés a mano para que los ladrones pensaran que ahí, tan a la vista, no podría haber nada. Ahora tenemos que poner un cartel luminoso sobre nuestras cabezas y que nos vea todo el mundo. Así y todo, no hay seguridad de nada. Pero es probable que seamos cuidados por la misma competencia que hay entre ellos porque quieren tener el misterio resuelto, siempre y cuando no se enteren los otros. Yo podría colaborar, con los estudios a los que seguramente me van a someter, si sirve para todos. Eso difícilmente les inquiete a estos señores a los cuales les interesa un pito el progreso de la humanidad. Solo les mueve magnificar el resultado de sus acciones pues no son de andar compartiendo secretos con nadie.

-Carlos, lamento decirte pero tu pretérita vida se ha terminado y, en el mejor de los casos, nunca volverás a ella.

-Con Feliza lo sabemos. Así como entendemos, otro camino no nos queda.

-Bueno, Carlos, tengo que dejarte. Ya estoy retrasado para ir a hacer mi programa de televisión.

-Tomás, debemos seguir dos cuadras más allá de la rotonda. Feliza va a aparecer en un coche por una calle lateral. Si estás de acuerdo, claro, nos subimos los tres y vamos al canal. La idea es que nos presentemos en tu programa sin aviso previo. Ni bien entramos en cámara, en vivo, hablamos de todo esto.

-¿Lo tenías todo planeado entonces?

-Sí, pero todo también depende de tu respuesta. Si te animás, lo hacemos. Si no te da el cuero, te saludo, subo al coche y nunca más sabrás de mí. Aunque tengo un plan B, no creo que llegue ni siquiera a mañana. Tenés estas dos cuadras para un sí o un no final. Si nos separamos, algunos problemas vas a tener, pero bastará que mientas bien, para que te dejen tranquilo. No es a vos, ni siquiera a Feliza a quien quieren. Es a mí.

Las dos cuadras se convirtieron en doscientos metros cargados de un silencio que presagiaba lo peor y que decidían entre la impronta del idealismo o el sometimiento a la dura y cruel realidad del mundo.

Al sobrepasar la rotonda, Tomás diviso un coche gris en cuyo interior estaba Feliza en la calle lateral, que se puso en marcha. Ellos siguieron caminando en un mutismo ensordecedor, hasta que el coche manejado por Feliza los alcanzó y paró su marcha con el motor encendido.

Carlos miró a Tomás y vio en sus ojos apagados el rostro cruel de la derrota. Tendió entonces su mano en un adiós definitivo.

Tomás, que venía caminando a su lado azotado por los vientos de la indecisión, levantó su apesadumbrada mirada y por sobre el hombro de Carlos alcanzó a divisar, por la otra mano del boulevard, circulando a la altura de ellos, otro coche, que llevaba a cuatro rostros que tenían la impiedad grabada en sus miradas y que lo observaron fijamente. Bajó la vista mirando hacia la mano extendida, la ignoró y, decidido, con un arrojo que ya creía perdido, abrió la puerta de atrás del vehículo y más que decir, ordenó:

-¡Vamos! ¡Rápido! Que se nos hace tarde para llegar al canal.

Del libro Cuentos Misioneros, Vol, 2. Pomilio reside en Puerto Iguazú. Tiene publicados los libros Aforismos, Cicatrices del alma y La licorera y otros cuentos

Cruz Omar Pomilio

 

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