Los héroes

domingo 09 de mayo de 2021 | 6:00hs.
Los héroes
Los héroes

Había sido que el municipio de Almafuerte se llama así en honor a Pedro Bonifacio Palacios, maestro y poeta argentino más conocido por su seudónimo;  había sido que el joven almaforteño que cruzamos en el camino recorre caminando, todos los días, los nueve kilómetros desde la ruta hasta el pueblo, para asistir a la Escuela Nº 95 Bernardo Bertolotti, fundada en 1921. “Había sido”. Esa conjugación del verbo ser, propia de misioneros, es una expresión de sorpresa, de descubrimiento de algo, en pasado. Había sido que era así la cosa, y no como yo pensaba. El paisaje parecía de la película El resplandor.

-Papá ¿qué árbol es ese? Me preguntó Mora desde el asiento de atrás con la nariz pegada al vidrio, acostumbrada a hacerme todo tipo de preguntas, decidida a que yo le enseñara no solo a ella sino a todo el mundo cómo funcionan y qué es cada cosa. Si supiera los nombres de todos los árboles de Almafuerte, todos los árboles que hay en estos nueve kilómetros desde la ruta hasta el pueblo, o, no digo todos los árboles del mundo, por lo menos los de esta porción del mundo, los de la escuela Nº 95 en Almafuerte, Misiones.

Mucho trabajo y nada de juego hacen de papi un hombre aburrido, canturreaba ella desde atrás. También yo me preguntaba internamente qué árboles y pájaros veían esas personas que decidieron hace un siglo construir un aula aunque fuera mínima, resguardada de las lluvias y los vientos y animales y el fuerte sol, que tuviera paredes donde poner un pizarrón.

 –Mucho tiempo fue una escuela olvidada, porque estamos en el cerro- dijo una maestra.

Si supiera todos los nombres que pasaron durante tantos años. Si supiera los nombres de todos los alumnos y de sus padres, de todos los maestros, o por lo menos de algunos o por lo menos sus apodos. Sólo sé las calles de Almafuerte sus nombres de próceres, fechas, próceres, todos lejanos, todos muertos, nada visceral, ni de la sangre caliente y corazón que late. Son pies los que se mueven constantemente en este pueblo; por lo menos saber los nombres de quienes pisan, pies y ojos. Sus fotos apenas tendré tal vez en un papel pero a ellos no, sólo próceres y calles de supuestos héroes o distinguidos. Prócer: palabra muerta.

¡Papá! Qué árbol es ¿está vivo? ¿Cómo se llama? Quedaba mucho camino. Mucho misterio para niños y para padres mortales, de sabiduría finita. Volver siempre parece más largo. El peso más grande era no poder responderle todas sus inquietudes. Por lo menos habíamos hecho el bien en la escuela.

Mucho trabajo y nada de juego hacen de papi un hombre aburrido. Mucho trabajo y nada de juego hacen de papi un hombre aburrido.

Un pájaro cantaba pero no lo veían. Para qué querían verlo si lo estaban escuchando y eso es lo que uno hace cuando otro canta, escuchar. Pero yo quería verlo ¿necesitaba comprobar que era un pájaro? yo buscaba verlo, actuaba con necesidad de ornitófilo o incredulidad de científico pero debía comprobar que era un pájaro. Era evidente que un ser humano no emitía esos sonidos. Las formas de ese pájaro, sus colores, a los alumnos les inquietaba. Fue hace solo una semana pero todo cambió bastante; todavía Mora no se había instalado esa aplicación que tiene en el celular para no hacerme preguntas, capaz de reconocer todo aquello hacia lo cual el aparato apunta. Si suena una canción en la radio, el aparato detecta el nombre y el autor. ¿O era el intérprete? Puede ser, no me acuerdo. Reconoce las aves. Nos dice qué especie es. Pero no se compara eso con ver el animal con los ojos o a través del lente. 

No tenían largavistas, y ella insistía en un regalo, así que al volver había que llevarles un regalo. Ahora me parece despertar: Ella, tan joven e instalando programas en una computadora de palma de mano. El futuro está en el monte. Así que en la siguiente visita les llevamos uno para descubrir un pájaro carpintero que punzaba humildemente en un tronco encumbrado. Enseguida me vieron como un héroe. Una persona que les brinda algo nuevo, algo servible. No fui yo, fue ella. ¿Es eso salvarlos de algo? Al fin vino una persona, que no es de nuestro círculo, nuestro pueblo, que generosamente se acerca y nos ayuda y desaparece, como volviendo al pasado. Si tu nombre se estampa y se empieza a repetir en los patios nada diferente tendrás de un prócer.

Ahora sí, las cañerías están compuestas, todo puede volver a transcurrir por ellas. El aula vuelve a estar resguardada de las lluvias y los vientos y animales y el fuerte sol. Son las hojas y frutos de estos árboles cercanos las que tapan las canaletas. Habría que talarlos o limpiar todos los días. Pero qué árbol es, me pateó mi hija en los tobillos. Las autoridades se tomarían unos días para decidir, pero igual se armó un pequeño debate que hubo que interrumpir para efectuar la despedida correspondiente. Las fotos al plomero con la maestra, fotos a los hijos del plomero. El candidato con los alumnos. El plomero solo. La hija del plomero que no ha podido fotografiarse con el sonido de los pájaros.

Inédito. Morales tiene publicado los libros La devedeteca de Babel y Papeles de recienvencido.

Santiago Morales

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