Pinceladas de historia

El fin de la provincia guaranítica de Misiones

domingo 07 de febrero de 2021 | 6:00hs.

M
isiones nace como provincia dependiente en lo administrativo del gobierno de Buenos Aires desde el mismo momento en que son expulsados los jesuitas de esta región. Estos habían creado una provincia religiosa, la Provincia Jesuítica del Paraguay, que contó con treinta pueblos y una historia de más de 160 años, entre 1609 y 1767.

La provincia guaranítica de Misiones tuvo una existencia de seis décadas dramáticas, marcadas por decadencia poblacional, fugas, hambre, guerras, fraccionamiento del territorio original, etcétera. La última etapa, a partir de 1820, se caracterizó por constantes éxodos de los pueblos incendiados y destruidos durante las guerras artiguistas.  Esa disgregación guaraní-misionera post-artiguista trajo como consecuencia la erección de nuevos poblados, muy precarios, construidos bajo los modelos urbanísticos de los pueblos jesuíticos. Algunos sobrevivieron, como los casos de San Miguel y Loreto, pueblos fundados por guaraníes emigrados de la actual provincia de Misiones en 1817. Construyeron sus pequeños poblados en las lomas del Yatebú, en la costa occidental del Iberá y aún conservan ciertas características culturales guaraní-misioneras. Los otros pueblos tuvieron una duración muy efímera y desaparecieron violentamente a partir de una agresiva política racista del gobierno de Corrientes que, diezmó en desiguales combates, a finales de la década de 1820, a los escasos grupos de indígenas guaraníes que intentaban sobrevivir al colapso.

Uno de esos pueblos, fundado sobre el río Miriñay, fue San Roquito el que, a pesar de su cortísima existencia (apenas una década) ha quedado en la historia regional como la última capital de la Provincia Guaranítica de Misiones. Este pueblo fue destruido en 1827 por fuerzas correntinas en la batalla de Tuyuné, dispersándose sus pobladores hacia Entre Ríos y la Banda Oriental. Poco después la provincia de Corrientes incorporaría el sur misionero a su jurisdicción, desde Santo Tomé hasta la desembocadura del río Miriñay.

Otro éxodo importante fue el que tuvo como protagonistas a los pueblos ubicados sobre el Paraná, pertenecientes al departamento de Candelaria que habían sido destruidos e incendiados por el dictador paraguayo Rodríguez de Francia hacia 1817. Algunas familias fueron trasladadas compulsivamente al Paraguay. Otras lograron esconderse de las fuerzas paraguayas y se dirigieron a la antigua estancia jesuítica de Curupaytí, situada entre el Iberá y los afluentes del río Santa Lucía. Allí fundaron las poblaciones de San Miguel y Yatebú (Loreto). Sobre el éxodo no existe documentación escrita, pero sí testimonios orales que mencionan una peregrinación desde los pueblos del Paraná de unas 1700 familias que caminaron varias semanas hacia su nuevo destino con sus imágenes religiosas como único avío.

El primer presidente del cabildo de Loreto fue don Blas Chapay, quien había sido sacristán del pueblo de Corpus, y el encargado de atender las cuestiones espirituales, ante la ausencia de sacerdotes en este éxodo. Poseía sobresalientes aptitudes como cantante y violinista y fue el primer director de la escuela elemental de Loreto.

Estos líderes se mostraban muy diferentes a aquellos caudillos de los pueblos del Uruguay que combatieron codo a codo con Andrés Guacurarí. Rebeldes, levantiscos, veteranos de decenas de guerras, lejos estaba en su ánimo el de adaptarse a un sistema político tan diferente como el de Corrientes. Los fundadores de San Miguel y Loreto, no habían participado en conquistas militares, ni en guerras. Buscaban, pacíficamente el bien común de su comunidad.

En octubre de 1827 y seguramente como consecuencia de muchas privaciones y enfrentamientos con los ganaderos correntinos vecinos, los cabildos de Loreto y San Miguel formalizan su pedido de incorporación a la provincia de Corrientes. Se trata de un extenso petitorio, escrito en español y guaraní que se constituye como una síntesis de la historia trágica del pueblo guaraní-misionero, especialmente después de las luchas artiguistas. El 9 de octubre de 1827, los dirigentes guaraníes de ambos pueblos se presentaban ante la Sala de Representantes de Corrientes expresando su preocupación por

“…el total abandono en que yacen nuestros representados, por la falta de auxilios aun en el orden espiritual como político; el carecer de toda clase de recursos para entablar el orden en aquellos pueblos, la ninguna esperanza que nos asiste de mejorar la existencia política ni menos adquirir un grado de posesión pacífica de nuestros derechos….la agricultura que se ha hecho tan difícil con la alternativa de males y circunstancias terribles que se experimentan a cada paso… con el hambre y desnudez que tan desgraciadamente oprimen, acrecentando cada vez más nuestras miserias de que resultan la inmoralidad, el desorden y las repetidas convulsiones que hacen la amargura de aquellos pueblos…en estas tristes circunstancias, habiendo vuelto sobre sí nuestros representados y conocido palpablemente la necesidad de buscar una protección… hemos convenido….

Art. 1º, …quedar bajo la inmediata dependencia de la Provincia de Corrientes..

Art. 2º, El Gobierno de Corrientes debe y es obligado a protegerlos del mismo modo y forma que protege a los pueblos de su comprensión de su territorio.

Art. 3º, Los antedichos pueblos se someten desde ahora a la obediencia del expresado Gobierno…”

El 16 de octubre de 1827, la Sala de Representantes de Corrientes aceptaba la anexión de estos últimos pueblos guaraní-misioneros, lo que es considerado en la historia regional como el epílogo de la provincia guaranítica de Misiones.

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