Triunfo del amor

domingo 06 de diciembre de 2020 | 6:00hs.
Triunfo del amor
Triunfo del amor

Aurora iba abstraída con la mente sumergida en sus problemas. El colectivo, atestado, se detenía cada dos o tres cuadras para que los pasajeros bajaran o subieran. Ella no los veía porque, ante sus ojos, sólo tenía la imagen de su niña de ocho años que nació con el Síndrome de Down. La figura que ella llevaba siempre consigo era la de una personita dulce, llena de amor para todos los que la rodeaban, inocente que no veía el rechazo que provocaba su presencia a algunas personas; la alegría y la sonrisa nunca se borraban de su rostro. ¡Cuánto la amaba! También tenía todo el cariño de sus dos hermanos, Clara y Lucio, mayores que ella, la alegre Mariana.

En este momento del viaje en el vehículo urbano, Aurora volvía de una escuela primaria donde habían rechazado su solicitud de inscripción para que la pequeña concurriera a primer grado. ¡Una vez más! Pensaba que ya había recorrido casi todas las de la ciudad. La institución a la que asistía Mariana era de Educación Especial pero allí los profesionales, que la trataban con mucho afectividad y competencia, insistían en que su hijita debía asistir a una de enseñanza común para lograr mejores resultados con los estímulos que significan los compañeros que la rodearían y ayudarían a crecer más en el aspecto intelectual, social y físico. Además, varias veces le repitieron la existencia de la ley 26.378 que exige la inclusión. Pero los docentes opinaban que ellos no estaban preparados profesionalmente ni psicológicamente para enseñar a “alumnos especiales”.

Había oído tantas veces, también Clara y Lucio, las voces que cuchicheaban a sus espaldas y detrás de Marianita, expresiones tales como: “¡Ay qué asco!, se babea toda, mirá su remera mojada de saliva!”, “¡Gracias a Dios, todos mis hijos son normales, no me salieron opas como ésta!”, “A mí no me tocó ni me va a tocar tener en la familia una persona enferma y fea como esta nena”.

Aurora cerraba sus oídos ante semejantes palabras y dichos pidiéndole a Dios que los perdonara porque ni siquiera se daban cuenta del dolor que ocasionaban lanzando al aire semejantes pensamientos. Al mismo tiempo abrazaba a su hijita rogando que no escuchara las sandeces que se atrevían a decir esas personas ignorantes sin importarles que los implicados en sus comentarios oyeran.

Con estas meditaciones no se dio cuenta de que pasaron las cuadras y ya debía descender para intentar, en otra escuela, el anhelado “Sí” para que su Marianita ingresara a primer grado. Al poner los pies en la vereda casi tropezó con su ex-compañera de la secundaria, Beatriz. Fue una alegría el encuentro y, más aún, el resultado de la conversación. Su amiga era docente en el establecimiento al que ella se dirigía y… ¡ahhh los caminos de Dios!, maestra de primer grado. El resultado del encuentro fue que a partir del día siguiente su niñita sería alumna de una escuela común, ¡por fin!

Beatriz confesó a Aurora que no sabía cómo enseñar a niños especiales pero que consultaría a docentes de la institución de Mariana y conversaría con la psicopedagoga de su establecimiento. También buscaría material bibliográfico que le proporcionara técnicas para un mejor desempeño de su tarea didáctica. Lo demás lo haría con amor y la conexión con la propia niña y sus compañeritos de la clase. Por otra parte solicitó a la Dirección pasar de grado, año a año, hasta cuarto con su grupo de alumnos y le fue concedido.

Pasaron los años con dificultades, tropiezos, pero también con avances significativos. Marianita dejó de ser niña para convertirse en Mariana, alumna de la escuela secundaria donde sus compañeros, iguales a los de la primaria, la rodeaban de cariño, la protegían, la ayudaban a avanzar aunque siempre había alguno que intentaba continuar con la discriminación pero ella ya sabía cómo defenderse y con firmeza los detenía.

Y ¿saben qué? Hoy Marianita se convertirá en la “Señorita Mariana”, maestra de grado en la escuela que le dio la posibilidad de crecer como cualquier otra persona sin prejuicios ni discriminaciones.

La autora ha publicado “Angeles conviviendo con el síndrome de Rett”, “A la una…a las dos…y a las tres” –en colaboración-  y varios títulos en la Colección Taca Taca.

Myrtha Magdalena Moreno

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