El puerto de Posadas

domingo 12 de julio de 2020 | 5:00hs.
Por Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

El característico diseño del casco urbano de Posadas a partir de un área central rodeada de cuatro avenidas se remonta a los inicios del Territorio Nacional. A esta disposición en damero, se incluyeron una plaza central, un nuevo cementerio y un acceso al río Paraná.
Cuando en 1884 el gobierno nacional decide nombrarla capital del Territorio en reemplazo de Candelaria, se construyeron los espacios administrativos, como la Casa de Gobierno en 1883; la Aduana, Subprefectura y el Hospital Provincial, en 1887; y el Banco Nación en 1892. Pero fue la conjunción de la intensa actividad del puerto y la llegada del tren en 1912 lo que despojó a Posadas de su relativo aislamiento respecto al resto del país. Entre 1914 y 1947, la población se triplicó, pasando de 10.128 a 37.588 habitantes respectivamente. A partir de 1930, se inició la pavimentación de las principales arterias de la ciudad, las calles de acceso y las del casco céntrico. La expansión hacia afuera de su radio urbano inicial dio lugar a barrios como El Palomar, El Chaquito y Villa Urquiza. 
Mientras la explotación yerbatera y maderera atraía importantes empresarios y miles de trabajadores que eran reclutados en Posadas, el puerto fue un protagonista de la vida económica y social de la ciudad y del territorio misionero.
En 1908, por medio de una ley nacional, se concesiona a capitales privados su explotación por el lapso de 50 años, y comienza su uso como enlace ribereño. Hasta entonces, solo oficiaba como pequeño atracadero de embarcaciones de poca envergadura. 
Conocemos detalles de la actividad portuaria de Posadas a través de un Informe oficial del Departamento Nacional del Trabajo publicado el 30 de abril de 1914. Este informe sobre la situación laboral en Misiones fue el producto de una investigación del inspector de aquel departamento, don José Elías Niklison, enviado en comisión al Alto Paraná en octubre de 1913. Un año antes, otro inspector del mismo organismo, Ruiz Moreno, había alertado sobre las precarias condiciones laborales en Misiones, indicando que “existen en el puerto de Posadas un sinnúmero de casas de prostitución clandestinas, con sus correspondientes despachos de alcohol y baratijas… lógico es suponer que en esos lugares se exploten a los trabajadores”. Para constatar esa denuncia, en octubre de 1913, el ministro del Interior, Indalecio Gómez, instó al Departamento de Trabajo a despachar inmediatamente un inspector al Alto Paraná. Así se designó a don José Elías Niklison, quien estuvo en Misiones entre octubre de 1913 y marzo de 1914. En ese tiempo Niklison visitó obrajes costeros al Paraná, relatando la situación de explotación a la que eran sometidos los mensú. En relación a los trabajadores portuarios, diferencia a aquellos que preparan la madera trabajada para el embalse, las “cuadrillas de jangaderos”, las “de carreterías”, que transportan la madera al lugar de la expedición, “volteadores”, que derriban los gigantescos árboles, “labradores”, que construían a la perfección las vigas, sólo utilizando sus hachas, los “picaderos”, constructores de picadas, carpinteros, herreros, rozaderos, etcétera. Al referirse a los jangaderos o embalsadores, los presenta como “una cuadrilla de hombres anfibios que hacen en el agua altas pruebas de equilibrio. Van desde las costas hacia las jangadas nadando, arrojándose al río vestidos, no se sacan ni el sombrero ni el infaltable pañuelo del cuello, se trepan a las vigas y en absoluta despreocupación las gobiernan con los pies, no caen ni resbalan, la acompañan en todas sus vueltas de pie y así van armando la balsa”, indicando que, “el circo no ofrece seguramente ejercicios de equilibrio como los de estos hombres de las jangadas”
Según Niklison, estos peones eran tratados por los conchabadores “ no como a hombres sino como a cosas, insignificantes y despreciables… el peón sabe confusamente que produce, que trabaja sin descanso y, a pesar de eso, jamás se siente libre de su deuda con el patrón”. 
El inspector Niklison señalaba que la Bajada Vieja, que enlazaba el centro de Posadas con el puerto, “se trataba de una fatigosa e interminable sucesión de construcciones de madera, mezquinas y sucias, que sirven de asiento a tabernas y burdeles”. A su alrededor se movía una masa de peones, conchabadores, patrones e industriales, que pintaban un paisaje social dinámico.  Allí se reclutaban las comitivas para las actividades en el Alto Paraná.
Pese a su limitada infraestructura, que con el paso de los años fue mejorando con la construcción de un muelle de madera y un tinglado utilizado como depósito de mercaderías, en el puerto amarraban las lanchas de pasajeros que unía Posadas con Encarnación. Fue necesario socavar parte del cerro Pelón, cuyas piedras sirvieron de base para la edificación del muelle. 
En 1938, durante la gestión del gobernador Luis C. Romaña, se tramitó la nacionalización del puerto, que hasta ese momento continuaba en concesión por capitales privados. A partir de entonces se construyó un muelle de hormigón armado que contaba con una torre de observación, tres grandes galpones y unas grúas.
Durante la década del cuarenta se vivió la época de auge de la navegación fluvial, con el continuo trajinar de personas y la transacción de mercaderías. A ello se le suma la función de hidropuerto, que comienza a tener a partir de la llegada de un hidroavión que unía Posadas con Buenos Aires.
En los años 70 se pone en funcionamiento el servicio de balsa para los automóviles que cruzaban el río hacia Encarnación.
La competencia del transporte de camiones, la pavimentación de las rutas y la habilitación del puente San Roque González de Santa Cruz redujeron al mínimo la navegación fluvial, decayendo la actividad portuaria prácticamente hasta hacerla desaparecer.