“Las causas están en la tala, las represas y el cambio climático”

Domingo 29 de junio de 2014
Prevención. | Especialistas sostienen que el Estado debe tomar medidas para atender a las causas del desastre. | Foto: Gentileza FM Estrella del Monte
Ante la fuerte crecida de los ríos Paraná, Iguazú y ahora el Uruguay, El Territorio entrevistó al director de la Fundación Proteger, Jorge Cappato, para analizar los motivos que provocaron este desborde de las aguas que bordean Misiones y las medidas que se deberían tomar para evitar que esto vuelva a ocurrir.
El especialista en medio ambiente destacó que “como ocurre en casi todas las inundaciones, la televisión nos muestra crueles  imágenes de personas y animales afectados por la crecida y nos quedamos debatiendo las consecuencias del desastre en vez de analizar cuáles fueron sus causas y qué podemos hacer para prevenirlas”.
Según Cappato, “toda emergencia o desastre natural tiene causas predisponentes, desencadenantes y agravantes. En el caso de esta crecida, las fuertes lluvias fueron el desencadenante y el causal predisponente fue que esas lluvias  se dieron sobre un área donde hoy queda menos del 7 por ciento del ecosistema de bosques, humedales y selva, que conformaban una especie de inmensa esponja que chupaba el agua y que ahora no existe. Otra causa predisponente es el cambio climático que sufre el planeta y que favorece esas grandes lluvias, muchas de ellas incluso fuera de época y en cantidades que salen de la media histórica”.
El ecologista se refirió también a las causas agravantes, que según dijo son las represas, "con embalses totalmente colmados y que abren sus compuertas provocando desastres aguas abajo”.
Según explicó el director de la Fundación Proteger, “hay que tener en cuenta que un embalse lleno es un gran espejo de agua que está ubicado en un lugar donde antes había verde y humedales que hacían escurrir el agua”, y ejemplificó que “cuando llueve sobre los embalses es como si lloviera sobre vidrio, sin ningún tipo de retención”.
Luego destacó que “sólo sumando los embalses de Yacyretá, que representan 160.000 hectáreas, e Itaipú, con otras 135.000 hectáreas,  tenemos un espejo de agua equivalente a 18 veces la ciudad de Buenos Aires. Un espacio que  antes correspondía a bosques y humedales fluviales muy eficaces como mitigadores naturales de las escorrentías por lluvias”.
Además, según Cappato, “el gran espejo de agua se agranda con las más de 50 represas que Brasil tiene en la alta cuenca y que no permiten atenuar grandes crecidas de los ríos o como las asociadas a las corrientes de El Niño y otros eventos que seguramente acarreará el cambio climático”.
Consultado sobre qué se puede hacer para evitar estas inundaciones, Cappato explicó que “los que deberían trabajar para prevenir estos desastres son  fundamentalmente los poderes del Estado, tanto nacional como provincial y municipal, a través de todos los organismos con incumbencia en esta problemática. También la Justicia debería tomar cartas en el asunto, porque las crecidas afectan muchos derechos y pareciera que ningún juez se da cuenta. También el Congreso Nacional debería readecuar urgentemente la legislación y los controles del Estado a la luz de lo acontecido, sobre todo porque no es la primera vez y lamentablemente, si no se hace nada, tampoco será la última”.
Según Cappato, “es necesario que la población tome conciencia de que hay que actuar sobre las causas de esta crecida y no solamente sobre las consecuencias, que las terminamos pagando todos porque son fondos públicos los que se utilizan para pagar los platos rotos que deja el agua cuando cede”.
Seguidamente destacó que el Grupo Internacional de Expertos para el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se conoce por sus siglas en inglés IPCC, "señaló en varios informes que la Cuenca del Plata es uno de los sistemas hídricos  más vulnerables ante el cambio global del clima, y por lo tanto para mantener la seguridad de las poblaciones vecinas es necesario cuidar el valor de los humedales y los bosques, ecosistemas destruidos por las hidroeléctricas y por la deforestación”.
Según Cappato, “esta advertencia la tienen que saber los que operan las represas, no para justificarse sino para tomar las previsiones máximas, porque con tantas represas, los ríos de llanura de nuestra cuenca se están comportando ante ciertos eventos como ríos de montaña, desconcertando a los mejores expertos en pronósticos, como ocurrió con la anterior crecida del Paraná el año pasado”.

"Agravan el problema"
El director de la Fundación Proteger explicó que “las represas de Yacyretá e Itaipú sobre el río Paraná no producen las crecidas del río pero las agravan”, y advirtió que la crecida que actualmente esta afectando a todo el litoral fluvial tiene su origen en lluvias extraordinarias sobre el sur de la cuenca del Plata, sobre ecosistemas deforestados y degradados por el mal manejo agropecuario en Brasil, Paraguay y nordeste de Argentina”.
Seguidamente agregó que “a la deforestación se le suma la presencia de una gran cantidad de represas sobre los ríos Paraná que agravan la situación, porque los enormes volúmenes de agua que sueltan las represas de Itaipú y Yacyretá, que son dos de las hidroeléctricas más grandes del mundo­, con embalses colmados, producen picos de crecida repentinos por la apertura de sus compuertas o vertederos”.
Luego dijo que “las alertas destinadas a la evacuación de los pobladores que viven  aguas abajo  o en las costas de los embalses suelen llegar tardíamente o poco antes de la llegada de los picos momentáneos”.
Según Cappato, “esta realidad desmiente a los promotores de represas que prometen que un beneficio de las grandes hidroeléctricas es el control de inundaciones, porque vemos que  por el contrario las agravan”, y seguidamente dijo que “queda más que claro que las represas sólo regulan el caudal del agua para juntarla y producir electricidad, pero nunca para proteger a la gente de inundaciones”.
El especialista en medio ambiente dijo que “en San Antonio y en la Isla Apipé de Corrientes vimos cómo la gente salió prácticamente flotando cuando Yacyretá soltó el agua antes de lo que había anunciado”, y destacó que “los habitantes de Ayolas y Encarnación, en Paraguay, también vivieron situaciones igualmente dramáticas en los últimos días”.
El director de la Fundación Proteger destacó que “las represas, más allá de los aspectos técnicos, están pensadas, y sobre todo operadas, como grandes máquinas para producir dinero con la venta de electricidad. Por eso su principal criterio es maximizar los beneficios económicos estrictos. De otro modo no se explica que retengan el agua hasta último momento y luego la suelten aduciendo razones de seguridad y dando un aviso generalmente tardío y poco eficaz a las poblaciones que serán afectadas”.


Perfil
Jorge Cappato
Es director general de la Fundación Proteger, una ONG, con sede en Santa Fe creada hace 22 años y que trabaja en la conservación de la biodiversidad y el manejo sostenible de recursos de los ríos y sus humedales, así como su puesta en valor.
Es miembro de la comisión de política ambiental de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), donde también se desempeñó como presidente del comité sudamericano.
Figura en el Cuadro de Honor del Programa Rollo Global 500 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que reconoce los logros ambientales de individuos y organizaciones de todo el mundo.


La planificación para prevenir
El ingeniero Enrique Gandolla apuntó a la planificación urbana para prevenir situaciones de catástrofe. “Para mí estos temas se tienen que estudiar a fondo porque hay consecuencias que previsiblemente van a pasar. Entre esas cosas que se deben tener en cuenta está la planificación como herramienta para que una ciudad se desarrolle acorde a su calidad de vida” dijo en diálogo con El Territorio.
Gandolla es docente de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Unam. 
“Vivimos en ciudades donde es muy común que se ocupe cualquier zona para construirse una casa, y vemos que la vera de los arroyos está llena de viviendas, y ahí son los primeros que sufren las consecuencias. Esto se resuelve con planeamiento, con obras públicas que vayan acompañando estos cambios climáticos”, afirmó.
“En 30 años es la segunda vez que la crecida del río alcanza esta dimensión y vuelve a producir daños. Eso significa que no hemos tomado medidas en cuanto a la expansión del suelo y la planificación. Hay que construir donde sea seguro”, concluyó.

Por Daniela Cortés y Griselda Acuña
interior@elterritorio.com.ar


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