La ruta oriental de la yerba en tiempos posjesuíticos

viernes 14 de junio de 2019 | 5:00hs.
Alfredo Poenitz

Por Alfredo Poenitz Historiador

A pesar de que algunas autoridades de los tiempos coloniales en el Río de la Plata veían con horror la difusión del consumo social del mate, el hábito se difundió en forma extraordinaria en todo el Río de la Plata, Chile y Perú. En el siglo XVII la yerba era consumida por todas las clases sociales. Ya en 1667 don Diego de Zeballos publicó en la Lima virreinal un tratado acerca 'Del recto uso de la yerba del Paraguay'. Los plateros peruanos y más tarde los chilenos y rioplatenses forjaban con plata y oro artísticos poros que, en la aristocracia reemplazaba a las modestas calabacillas o porongos de uso popular.
Con la difusión del consumo del mate se incentivó, lógicamente, el comercio desde el alto Paraná desde donde balsas y buques a vela la transportaban envueltas en grandes bolsones de cuero pasando por los puertos de Corrientes, Santa Fe, hasta llegar a Buenos Aires, donde se redistribuía a todas las regiones. La yerba que abastecía al gran mercado sudamericano, procedía del Paraguay y de las Misiones Jesuíticas donde era un artículo de primera necesidad.
En 1768, como es sabido, son expulsados los Jesuitas por orden del rey Carlos III. El gobernador Bucarelli, quien quedó a cargo de la administración de los pueblos, para poder pagar los sueldos de la administración fiscal, los tributos al rey y munirse de los artículos que carecían en Misiones, implementó un sistema comercial novedoso. Cada pueblo debía preocuparse por producir excedentes para remitirlos a Buenos Aires donde se los monetizaba por medio de una Administración general. Las Misiones, así, se abrían al mundo, lo que no había ocurrido durante el tiempo de los Padres de la Compañía de Jesús. Si bien los productos eran variados, desde tabaco, lienzos de algodón, cueros y sebo, más del 90 por ciento de lo que remitieron los pueblos guaraníes fue yerba mate. Este producto, de fácil transporte obtenía precios suficientemente compensatorios para sus productores y los que intervenían en su comercialización. 
El problema del tráfico yerbatero se presentaba en el río Uruguay porque desde Yapeyú al sur no existía ninguna población para apoyo de los transportistas. Se organizó, entonces, una nueva ruta, complementaria a la del río Paraná, la ruta oriental de la yerba, que tuvo como centro al pueblo de Yapeyú. En carretas o en tres embarcaciones que poseía Yapeyú, que llegaban frecuentemente hasta Barra Concepción, la yerba era conducida desde los pueblos hasta Yapeyú. Desde allí, en cincuenta carretas bajaban las cargas al sur del Salto Grande, hasta una pequeña población que el cabildo yapeyuano había ordenado levantar en noviembre de 1769, san Antonio del Salto Chico, precursora de la actual ciudad de Concordia. Desde ese punto se enviaban hacia los depósitos del Tigre o las Barracas del Riachuelo. Para fortalecer esa vía comercial, don Juan de San Martín, Teniente de Gobernador de Yapeyú fundó en febrero de 1776 la capilla y pueblo de Paysandú que tuvo el doble propósito de servir de base para el faenamiento y explotación de cueros de las haciendas cimarronas de la Banda Oriental y para servir también como punto de recalada de las embarcaciones yerbateras con destino a Buenos Aires. Entre enero y julio de 1777, don Juan fundó también las estancias y pueblos de San Gregorio (actual Mocoretá), La Merced (actual Monte Caseros) y Mandisoví, actual ciudad de Federación, en Entre Ríos. Estos pequeños poblados fueron verdaderos pioneros en el poblamiento de la Mesopotamia central. Paysandú tuvo un lento pero sostenido crecimiento, Mandisoví llegó a convertirse en un importante pueblo cuya existencia legalizó don Manuel Belgrano en 1810, San Antonio del Salto Chico fue el primer centro agro-industrial de la Mesopotamia al instalarse allí en la década de 1790 un saladero destinado al abastecimiento de charque a la Marina Real española.
La decadencia de los pueblos guaraníes, agravada por las luchas civiles posteriores a la revolución de Mayo, debilitaron visiblemente el comercio yerbatero. Fue Brasil quien se encargó de suministrar la yerba que reclamaban los consumidores sudamericanos, pero no en la cantidad y calidad que el mercado reclamaba. Paraguay, bajo el gobierno de Francia especulaba políticamente con el producto, provocando alzas de precios que gravitaban negativamente en la empobrecida economía argentina de esos años.
Hubo que esperar a fines de la década de 1820, cuando, finalizada la Guerra entre Brasil y las Provincias del Plata, resurgió como mercado concentrador de la yerba misionera el pueblo de San Borja, quedando restablecida la ruta comercial hacia Buenos Aires por el río Uruguay.
Para reintegrar la ruta argentina de la yerba, el gobierno entrerriano decidió repoblar el pueblo de Salto Chico ordenando la fundación el 29 de noviembre de 1831 de la Villa de la Concordia. Allí se instaló una Aduana y Receptoría iniciándose una rivalidad comercial con el puerto del Salto, en la Banda Oriental, pues los comerciantes de ambas orillas procuraban atraer en su beneficio a las embarcaciones que navegaban desde el norte colmadas de la codiciada yerba mate. Mientras crecían Salto, Paysandú y Concordia, el progresista gobernador Pascual Echagüe ordenó refundar Mandisoví (Federación), como centro receptor de los cargamentos fluviales y su posterior remisión a Concordia para sortear el escollo del Salto Grande.
Estos pueblos entrerrianos y orientales, Salto, Paysandú, Federación y Concordia, surgieron, se consolidaron y crecieron gracias al impulso de la yerba mate, al igual que San Borja en Brasil o Itapúa en el Paraguay, por lo que se puede afirmar, sin dudas, que la yerba mate fue promotora y fundadora de ciudades importantes de la Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay.