En seis meses adelgazó 45 kilos y volvió a jugar en la liga de hockey

domingo 27 de octubre de 2019 | 6:00hs.
“Me operaron el 25 de marzo, crecí cuatro centímetros porque mejoré mi postura y volví a jugar".
“Me operaron el 25 de marzo, crecí cuatro centímetros porque mejoré mi postura y volví a jugar".
Daniel Villamea

Por Daniel Villamea Corresponsalía Oberá

“No hay que juzgar al obeso, hay que acompañarlo y en algún momento hará el click. Y tenemos que hacer el click por nosotros mismos, porque cuando lo hacemos por los demás fracasamos. Me llevó 35 años aprenderlo, pero nunca es tarde”, reflexionó Carla Iguri (36), kinesióloga y deportista.
Además, hizo hincapié en la importancia de incorporar hábitos saludables para no reincidir y, sobre todo, disfrutar de la comida sin culpas.
Su historia de vida consta de algunos capítulos dramáticos, pero nunca se rindió ante las adversidades, como el grave accidente que padeció en 2014 cuando viajaba en remís y una moto impactó contra su puerta y le ocasionó una seria lesión en el brazo izquierdo.
Reconocida profesional del medio por su dedicación con sus pacientes, la pasión por el deporte la llevó a especializarse en la materia y es requerida por atletas de varias disciplinas.
Si bien siempre “fui la gordita de la familia”, tal como ella misma definió con una sonrisa, toda la vida hizo deportes y fue integrante del primer equipo obereño de hockey femenino, allá por el año 2003.
En 2006 se mudó a Corrientes para estudiar kinesiología y al año siguiente jugó en el club San Martín. Luego, por los tiempos, se dedicó exclusivamente al estudio.
“En 2012 retomé la actividad en Oberá, pero como estaba fuera de ritmo empecé a entrenar con un profesor particular y recuperé el estado físico. Pero en marzo del 2014, cuando estábamos por empezar la temporada, ocurrió el accidente. Íbamos por calle Corrientes y en la esquina con San Martín una moto impactó de mi lado y me destrozó el brazo izquierdo. Pude salir por la ventanilla y me desmayé. Después del accidente colocaron los semáforos en esa esquina”, recordó en diálogo con El Territorio.

Nueva vida
Iguri mencionó que el accidente le produjo desgarros de varios centímetros y perdió la sensibilidad del brazo, lo que puso un interrogante sobre su carrera en kinesiología y su continuidad en la práctica del hockey.
“Ahí empezó mi calvario. La obesidad se apoderó de mí y aumenté más de 30 kilos porque estuve varios meses sin poder hacer deporte”, comentó al respecto.
Pero lejos de dejarse abatir por el dolor, sacó más fuerzas que nunca y contó con el incondicional apoyo de su familia, tal como reiteró en varios pasajes de la entrevista.
“Quería recuperar el brazo por el deporte y por mi trabajo, porque justamente soy kinesióloga”, remarcó con el buen humor que la caracteriza.
Así comenzó un largo proceso de recuperación. En 2015 volvió a trabajar y hacía todo con el brazo derecho. También empezó a estudiar deportología en Buenos Aires, con el esfuerzo que ello implica.
“Ya estaba trabajando cuando conocí a Ana, que perdió una hija y me dijo: 'A mí el hockey me salvó'. Yo pesaba 120 kilos y ella me invitó a volver a jugar”, contó emocionada.
En 2016 retomó el deporte, pero año siguiente -aún entrenando- llegó a pesar 130 kilos. “Seguía subiendo, no había manera de bajar. Iba al nutricionista, comía sano y hacía deporte, pero no bajaba de peso. Entonces me dije necesito hacer algo por mi cuerpo. Dije quiero seguir jugado al hockey y quiero ser mamá. Siempre conviví con la obesidad y eso no me impidió realizarme, pero el click lo hice recién a los 35 años”, destacó.
En tal sentido, valoró la tarea de profesionales del Hospital Madariaga, como el doctor Eduardo Carrozo, quien le detectó un reflujo y realizó una corrección del esófago,
“Me operaron el 25 de marzo y en seis meses ya bajé 45 kilos, crecí cuatro centímetros porque mejoré mi postura y volví a jugar en la Liga”, agregó con satisfacción.


Una apasionada de la profesión y el deporte

Carla Iguri fue intervenida el 25 de marzo pasado, y el 31 comenzó el Campeonato Mundial de futsal en Misiones, con Oberá como una de las sedes.
“Como me apasiona el deporte, todavía con los puntos de la operación fui a ver un entrenamiento y de la tribuna me di cuenta que había jugadores de Estados Unidos que estaban deshidratados. Ahí bajé y les comenté. Resulta que ellos viajaron a último momento por la deserción de Canadá y vinieron sin kinesiólogo. En definitiva, me quisieron contratar pero no pude por el posoperatorio”, recordó.
Sin dudas, una anécdota que grafica la vitalidad que la caracteriza.